La calidad de los datos de mortalidad del Censo 2010 de Argentina1

The quality of mortality data of the 2010 Census of Argentina

Nicolás Sacco2







Recibido: 15 abr, 2016 Corregido: 03 jun, 2016

Aprobado: 13 jun, 2016



1. Introducción

En América Latina, los censos de población y vivienda son una fuente de datos de enorme relevancia para el estudio de la situación social, demográfica y económica de la región. Lejos de agotarse sus usos en las costosas y largas fases de organización, campo y difusión, no sólo ocupan una función esencial en las actividades de los sistemas estadísticos nacionales, sino que también son insumo básico para la implementación de políticas públicas, la inversión privada y la academia. Por esta razón, contar con productos censales confiables y de calidad es de vital importancia debido a sus implicaciones para la investigación y la ejecución de los servicios gubernamentales y la asignación de recursos.

La discusión pública acerca de la calidad del Censo Nacional de Población de Argentina de 2010 (CEN-10) se dio en un debate cruzado entre lo político y lo técnico. Lo político se manifestó tanto en el espacio de las decisiones institucionales como en las distintas orientaciones ideológicas sobre la situación organizacional del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). Mientras tanto, lo técnico se vio envuelto en esta encrucijada, pues existen muy pocas evaluaciones previas que hayan juzgado esta herramienta para el análisis demográfico (y/o otros usos) (Sacco, 2015a).

Por esta razón, y dado que no se conocen antecedentes previos específicos sobre el tema para el 2010, el objetivo general de este artículo es realizar una evaluación general de los datos de mortalidad tanto infantil como adulta de Argentina (total del país) con base en la información publicada en el CEN-10 (INDEC, 2012).

El artículo estudia los datos de mortalidad desde una delimitación de lo que es posible evaluar (por consiguiente, también de lo que no es posible evaluar) de acuerdo con la información publicada. En la primera sección se describen los datos de mortalidad provistos por el censo y las fuentes para evaluar su calidad. Luego, a partir de distintas técnicas demográficas de estimación indirecta, se calculan los niveles de mortalidad infantil, en primer lugar, y adulta de seguido, en su cotejo con las estadísticas vitales. Por último, en las conclusiones y discusión se evalúa de forma general la información con base en los resultados.

2. La mortalidad en los censos


¿Qué puede decir un censo sobre la mortalidad? La información más útil que ofrece el censo sobre esta son los niños nacidos vivos y sobrevivientes, y las defunciones recientes en el hogar, derivadas del bloque de preguntas de fecundidad -ver Sacco (2015a)-. Allí se les pregunta a las mujeres mayores de cierta edad la cantidad de hijos/as que han tenido durante toda su vida y cuántos de estos hijos/as han sobrevivido. Las tabulaciones estándar muestran hijos nacidos vivos y los hijos vivos por edad de la madre en grupos quinquenales de edad. En el caso del CEN-10, la información publicada es la que se muestra en la Cuadro 13:


La proporción de datos de estas variables provenientes del cuestionario ampliado, es decir, por muestra, que haya estado sujeta a edición o imputación, es desconocida ‒ver detalle en Sacco (2015a)‒; no se sabe si la información que ha sido ‘ubicada’ por medio de edición o imputación es muy grande. Cabe aclarar que para determinar la confiabilidad general en lo que a mortalidad respecta, es crucial articular la coherencia interna de estas variables. También es necesario conocer qué datos han sido limpiados o editados y cómo realizar una evaluación de las reglas aplicadas para efectuar tales cambios. Esta distribución, más que la ‘realidad’, podría estar reflejando no sólo los supuestos detrás de las metodologías de estimación utilizadas, sino también las reglas usadas para editar las variables (Sacco, 2015a). Esa tarea escapa a los límites de este artículo, ya que no se conocen publicaciones al respecto.

Menos de dos meses después de terminado el operativo de campo del censo 2010, el INDEC anunciaba una disminución en la tasa de mortalidad del 12,1 por mil con respecto a lo registrado en el año 2001 (INDEC, 2010). Ya que los censos no miden la mortalidad infantil de forma directa, sino indirecta a partir de las preguntas de fecundidad (mortalidad en la infancia y la niñez), cabe preguntarse si para ese momento ya estaban procesadas las variables necesarias para su estimación. Los datos definitivos sobre hijos nacidos vivos e hijos sobrevivientes fueron publicados recién en octubre de 2012 (INDEC, 2012; Sacco, 2015b).

¿Qué se necesita saber y hacer para obtener esta información? ¿Cómo se puede evaluar su exactitud? La mayoría de los diversos métodos demográficos y las posibles pruebas para la evaluación de calidad de estos datos necesitan un conjunto de estimaciones que implica la comparación con otras fuentes, las cuales en Argentina son relativamente limitadas. Los datos de censos previos en la tradición estadística argentina para la estimación de la mortalidad infantil proveen datos clasificados por edad y no por duración del matrimonio de las madres, lo cual limita en parte su estimación. Para el caso de la mortalidad adulta, tampoco se ha contado históricamente con preguntas relativas a orfandad y viudez. Esto permitiría obtener estimaciones de la mortalidad de adultos a partir de la supervivencia de padres y cónyuges. Las encuestas demográficas también han sido escasas y poco frecuentes, por lo que obtener estimaciones y parámetros adicionales a partir de fuentes de datos de este tipo ha sido relativamente difícil. Por estas razones, las comparaciones se realizaron con base en las estadísticas vitales4 tanto de nacimientos como de defunciones, las cuales se consideran de calidad satisfactoria (Bay y Orellana, 2007).

De cualquier manera, cualesquiera que sean las fuentes de datos bajo análisis para las comparaciones, se deben considerar ciertos supuestos sobre la calidad de los registros de nacimientos y defunciones, así como de la precisión de cada uno de los censos considerados. La naturaleza de los datos agrega la experiencia de mortalidad de muchas cohortes de nacimiento al adoptar los supuestos de cada método y fuente considerada (que se harán explícitos más adelante en cada caso). Por ello, se interpretarán las diferencias halladas entre los resultados del censo y las estimaciones para obtener de esta manera una apreciación de las limitaciones de los datos censales del CEN-10 (Sacco, 2015a).

2.1. Mortalidad Infantil

Se suele considerar, en general, el nivel de la mortalidad infantil como un índice de desarrollo de un país o una región (Mazzeo, 2014). Tal es así que en los últimos años la comunidad internacional ha establecido metas periódicas para su reducción. No solo es importante por ser una prioridad muy alta de política pública, tanto a nivel nacional como internacional, sino porque la medición de la mortalidad infantil tiene un interés per se. En esta sección se analizan las opciones generales para dicha medición y evaluación con respecto a este indicador derivadas de los resultados del CEN-10.

Dadas las limitaciones previamente señaladas, es usual en la tradición estadística argentina de los últimos años que los datos sobre mortalidad infantil provengan de fuentes distintas. Las estimaciones directas de mortalidad infantil o los datos clasificados de acuerdo con la información de las madres proceden del sistema de registro de estadísticas vitales del censo, a partir del cual se pueden realizar aproximaciones indirectas. Estas preguntas son resultado del bloque de fecundidad que recaba el CEN-10 -para más detalle ver Sacco (2015b)-.

Los datos se construyen, en general, con todos los hijos nacidos vivos y con los hijos no sobrevivientes al momento del censo. Mucha de la información incompleta y el poco detalle que proveen los datos censales pueden ser posteriormente compensados en la etapa de análisis y evaluación a través de suposiciones, especialmente sobre los patrones pasados de mortalidad por edad, mortalidad infantil y fecundidad.

Como es de esperar, en este tipo de suposiciones existen sesgos. Por ejemplo, el hecho de que los datos recogidos corresponden a las madres plantea el siguiente problema: si todos los hijos (vivos o muertos) durante un período prolongado tenían madres que seguían con vida y aún se encontraban en la población, entonces cada hijo tiene una probabilidad igual de ser reportado y no habrá ningún sesgo. Sin embargo, en la práctica, las madres son a su vez objeto de mortalidad y migración. En consecuencia, en una fecha posterior ya no se dará el caso de que se informe de todos los hijos/as de una población. Cuanto más largo sea el tiempo que transcurra entre el nacimiento de un niño y la recopilación de datos, mayores serán estos sesgos (Welti, 1998).

2.1.1. Estimación indirecta de la mortalidad infantil

Los métodos indirectos para la estimación de la mortalidad infantil fueron por primera vez propuestos por Brass (1968). Se basan en la información sobre el número de hijos nacidos vivos e hijos sobrevivientes declarados por las mujeres clasificadas por grupos de edad, enumeradas en el censo del Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE, 2011). Brass (1975) descubrió que las proporciones de hijos/as fallecidos entre todos los nacidos de mujeres en grupos quinquenales de edad se aproximan a las proporciones de niños que mueren entre el nacimiento y ciertas edades en una tabla de vida.

Con base en esta información es posible calcular proporciones de hijos muertos según edad de la madre, transformando estas proporciones en medidas más usuales de la mortalidad de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU, 1986; CELADE, 2011). Es decir, a través de los modelos de fecundidad y mortalidad infantil las proporciones de muertos se convierten en probabilidades de morir entre el nacimiento y ciertas edades exactas de la infancia (nq0). A partir de allí se pueden hacer comparaciones sobre la calidad de los datos censales5 (ONU, 1986).

La información del módulo de fecundidad del CEN-10 brinda detalles con sólo dos preguntas: el número de hijos nacidos vivos y el número de hijos todavía vivos. La proporción de hijos muertos nacidos de mujeres por edad refleja el nivel de la mortalidad infantil. Estas variables se ven afectadas por el patrón de edad de la maternidad y la estructura por edades de la mortalidad infantil. Las madres jóvenes tienen en general niños que han estado expuestos al riesgo de muerte por períodos cortos, por lo que la proporción de niños muertos de esas madres refleja los riesgos de mortalidad infantil a temprana edad. Las madres mayores, en cambio, tienen en promedio una mezcla de niños pequeños y de edad avanzada expuestos al riesgo de morir durante períodos más largos, más aún en el pasado (Hill, 2013).

El método de Brass asume que la mortalidad fue constante en las décadas anteriores al censo. Esta fue una suposición bastante razonable para el momento en el cual se desarrolló, alrededor de 1950. Para la década de 1970, sin embargo, la mortalidad se estaba reduciendo rápidamente en muchos países en desarrollo. Esta disminución resultó en cifras relativamente elevadas de mortalidad de hijos nacidos vivos de las mujeres de más edad (niños que nacieron hace más tiempo) y relativamente bajas de hijos nacidos vivos de las mujeres más jóvenes (nacidas más recientemente)6.

Si la mortalidad ha cambiado con el tiempo, las probabilidades estimadas de morir reflejan las tasas de mortalidad que han prevalecido en un rango de edades y fechas. Afortunadamente, este método permite la ubicación en el tiempo aproximando de las probabilidades de muerte en cada periodo. Estos intervalos se incrementan con la edad de los encuestados. Si las probabilidades de morir estimadas a partir de los datos censales por diferentes grupos de edad de la madre se traducen en un índice común de mortalidad, estas estadísticas refieren a fechas diferentes y pueden ser utilizados para inferir la tendencia general de la mortalidad en el tiempo (Hill, 2013).

Por ejemplo, la proporción de niños fallecidos entre todos los hijos nacidos de mujeres de edades entre 35 y 39 años da una estimación de probabilidad de supervivencia hasta la edad de 15 años en la tabla de vida, la cual refiere a diez años antes del censo. Una característica de esta técnica es que sus estimaciones remiten a puntos p en el tiempo en lugar de un periodo. La posibilidad de fechar las estimaciones de q(x) permite utilizar los datos de supervivencia infantil para estimar las tendencias, así como los niveles de mortalidad infantil. Para ello, sin embargo, se necesita ‘traducir’ los diferentes valores de q(x) para diferentes grupos de edad a un patrón de mortalidad común, utilizando una familia de tablas de vida modelo como parámetro (ONU, 1986).

Para el CEN-10, se observa en el Cuadro 2 que las proporciones de hijos fallecidos aumentan con la edad de la madre, lo cual es esperable. Un modo posible de explorar la consistencia de las estimaciones de mortalidad obtenidas por este método es convertirlas a niveles de mortalidad de las tablas modelo de Naciones Unidas (ONU, 2013b), con el objetivo de comparar patrones por edad de las estimaciones logradas con las de un modelo.

Los datos del Cuadro 2 muestran tales niveles obtenidos de las tablas de vida del modelo general de Naciones Unidas7. Un examen de la información que allí se observa da cuenta de que las estimaciones de q(1) de los 15 a los 19 años de edad de la madre implican una mortalidad relativamente alta y no deberían tenerse en cuenta8. Si se deja cierto margen para la variación aleatoria inherente a toda medición derivada de muestras probabilísticas, el resto de los niveles estimados disminuye a medida que aumenta la edad de la madre. Esto sugiere que la mortalidad en la niñez ha disminuido hasta los 39 años de edad la madre.

La aplicación de este método en Argentina para el CEN-91 mostró resultados que se ubicaban por debajo de los niveles obtenidos a partir de los registros vitales. En cambio, para el CEN-01 la situación fue diferente a la esperada cuando los resultados censales sobreestimaron a las vitales (Bankirer, 2009), como se puede observar en la Tabla 3. En el CEN-10 el valor de la tasa de mortalidad infantil, de 11,1 por mil, se ubicó, nuevamente, al igual que en el CEN-91, por debajo del nivel de vitales de 13,3 por mil.

En un proceso generalizado de descenso de la mortalidad infantil durante la última década –que se supone y además lo muestran vitales- lo esperable es que los datos manifiesten estimaciones indirectas en el sentido de que la información proporcionada por el último censo sea superior a las correspondientes al CEN-01. Este comportamiento se observa sobre todo en las edades de 20 a 29 años de las mujeres, dato que se presenta en el Cuadro 3, donde se muestra la disminución de la mortalidad infantil durante la última década.

De la comparación de las tasas de mortalidad infantil con las tasas calculadas a partir de los nacimientos y las defunciones registradas puede concluirse que el nivel (y la tendencia) indicado por las dos fuentes son ampliamente compatibles. Estas estimaciones, en conjunto con los niveles de mortalidad, pueden usarse para determinar la tendencia de la mortalidad en la niñez a lo largo del tiempo, ya que los datos y los análisis realizados no revelan problemas serios de calidad.

2.1.2. Mortalidad adulta


Para efectos del análisis demográfico, la mortalidad adulta se define generalmente como la mortalidad en las edades de 15 o más años. En algunos contextos, sin embargo, el término mortalidad adulta se usa para referirse exclusivamente a la mortalidad entre las edades exactas entre 15 y 60 años, y se contrasta con la mortalidad en las edades mayores, de 60 o más años de edad. El conocimiento de los niveles de mortalidad adulta y sus tendencias puede ocasionalmente verse dificultado por una mala calidad del sistema de estadísticas vitales. Distintas cuestiones generales hacen que el estudio de la mortalidad de adultos sea más complejo que el de la mortalidad infantil (Timæus, Dorrington y Hill, 2013).

Por un lado, en términos amplios, las tasas de mortalidad de adultos son inferiores a la de los niños, ya que en las sociedades desarrolladas las muertes adultas son eventos relativamente raros, diferidos cada vez más hacia la vejez. Por ello, la obtención de medidas indirectas de mortalidad de adultos demanda datos sobre eventos que ocurren durante un largo período de referencia. Por otro lado, la edad se presenta como un grave problema que afecta a todas las fuentes de las estimaciones de mortalidad. Las personas mayores son menos propensas que las más jóvenes a tener certificados de nacimiento y, en la mayoría de los países en desarrollo, es probable que hayan recibido menos educación. Incluso si las personas fallecidas sabían su edad, el informante de su muerte a veces no. Las edades reportadas de los adultos mayores son a menudo exageradas y las edades en la muerte tienden a ser aún más exageradas (ONU, 2002; Timæus, Dorrington y Hill, 2013).

2.1.2.1. Método I: Ecuación de equilibrio

Bajo el supuesto de que la cobertura entre el CEN-01 y el CEN-10 se mantuvo constante, el registro de defunciones de vitales es de calidad aceptable, la migración de período es de pequeña en escala y no hay mayores distorsiones en la declaración de la edad por grupos de edad, se opta por trabajar con el método de la ecuación de equilibrio de Brass basado en la generalización de Hill (1987) presentado en Dorrington (2013a) para estimar la integridad del registro de las defunciones en relación con una estimación de la mortalidad adulta. Este tipo de aproximación es preferible debido a que proporciona estimaciones específicas de las tasas de mortalidad por edad por período y además es capaz de producir resultados razonablemente oportunos.

Esta propuesta puede ser utilizada donde existan datos sobre el número de personas por grupo de edad en dos censos sucesivos y donde exista un registro de la cantidad de muertes por grupo de edad en el periodo intercensal. Con esta información es posible estimar las tasas de crecimiento por edad en lugar de las tasas de crecimiento constante, tal como está implícito si se usa el supuesto de población estable de otros métodos. La técnica asume que la proporción de muertes y la cobertura de los censos son las mismas en todas las edades adultas y que, además, los datos se informan con precisión. En su formulación clásica se asume que la población es cerrada (aunque el método puede adaptarse para dar cabida a la migración si se dispone de datos) (Dorrington, 2013a).

En todas las poblaciones cerradas r(x+)=b(x +)-d(x+) donde la tasa de ‘nacimiento parcial’ b(x+) se define como la tasa en la cual una persona cumple una edad x en la población de edad x y más y la tasa de mortalidad parcial, d(x+), es la tasa de mortalidad de las personas con edad x y más. Si en esta población las muertes se subreportan en la misma medida en cada edad, entonces b(x+)−r(x+)=dr(x+)/c donde dr(x+) es la tasa de muertes registrada para la edad x y más y c es la proporción de muertes reportadas. En la práctica, el conteo de población censal desde el cual se estima r(x+) puede no ser completo, pero suponer que la omisión es la misma por edad hace posible resolver c mediante el ajuste de una pendiente de puntos de datos. Las tasas de mortalidad pueden ser estimadas dividiendo el número de muertes en cada grupo de edad por c y dividiendo estos números de una estimación de la población expuesta al riesgo para estimar las tasas de nacimiento parcial, crecimiento y tasas de mortalidad. Además, como subproducto del procedimiento, los censos con mayor omisión se pueden ajustar para ser mutuamente consistentes entre sí, aunque no sea necesariamente del todo exacto (Dorrington, 2013a).

El total de muertes registradas entre 2001 y 2010 se presenta en el Cuadro 4. Estas fueron prorrateadas entre las dos fechas censales, con el objetivo de ajustar estas estimaciones bajo el supuesto de que se distribuyeron en igual proporción a lo largo del año.


Una vez construidos estos datos, se acumuló el total de la población por grupos quinquenales de edad9 y las muertes desde las edades más viejas a las más jóvenes (Cuadro 5)10. Luego se calculó el tiempo-persona de años vividos en el período intercensal (Cuadro 6) para cada sexo por separado. Posteriormente, se estimaron las personas y las tasas de fecundidad y mortalidad parciales, así como también la tasa de crecimiento parcial mediante una serie de ajustes gráficos (Cuadro 7)11.

La estimación que resulta de la aplicación de este método es del 105% de cobertura del registro de muertes de vitales para los varones12. Es decir, que o bien hay una ‘subestimación’ (con respecto a las vitales) de la mortalidad de adultos en el censo o la hipótesis de migraciones está jugando un papel que no se puede dilucidar aún con certeza, o las estadísticas vitales tienen un ‘sobreregistro’ de defunciones (con respecto al censo), o bien el método no es adecuado para el caso argentino.

Como es sugerido por Dorrington (2013a), el primer chequeo de este resultado es una comparación con el sexo opuesto. Aplicando los mismos procedimientos para el caso de las mujeres durante el mismo periodo, se obtiene una estimación del 104% de cobertura del registro de defunciones. Se espera que ambos resultados sean similares, por lo que sus valores son lo suficientemente cercanos para validar estas estimaciones.

Un segundo chequeo es el contraste entre este resultado y aquel derivado de la aplicación del método de las cohortes ficticias extintas (que será desarrollado más adelante), el cual estima que la cobertura de registro de muertes entre las edades de 5 a 84 años es del 100% para varones y 100% para mujeres. Esta resulta muy cercana para validar los resultados.

Un tercer control puede ser comparar estimaciones de indicadores claves de mortalidad provenientes de otras fuentes, como las estimaciones previas de la ONU (2013b). La estimación de la esperanza de vida al nacer, a los 60 años luego de ajustar por omisión las tasas de mortalidad observadas, es de 17,6 años (Cuadro 8), mientras que esa misma estimación para la ONU es de 18,17 para el período 2005-2010. Esto sugiere pocas razones para desconfiar de los resultados13.


2.1.2.2. Método II: Cohortes ficticias extintas


Otra de las técnicas basadas en el supuesto de población estable para estimar mortalidad adulta que sugiere el Manual X (ONU, 1986) es el método de Preston, Coale, Trussell y Weinstein (1980). Bennett y Horiuchi (1984) generalizaron esta propuesta para estimar la cobertura del registro de defunciones en relación con una estimación de la población (Dorrington, 2013b). La idea clave sobre la que se basan los métodos propuestos por Preston et. al. (1980) es que el flujo futuro de las muertes de una cohorte puede ser sustituido por las muertes actuales a cada edad, si se tienen en cuenta los efectos del crecimiento futuro de la población (Dorrington, 2013b).

Si se asume que las muertas registradas en el momento t son registradas en cada edad adulta en la misma medida c, la estimación del número futuro de muertes de la cohorte será subestimada en la misma medida. Así, es posible evaluar la integridad de la cobertura de las muertes al dividir la suma de las estimaciones de futuras muertes de cohortes derivadas del número de muertes en un momento del tiempo por la población a la misma fecha. Las tasas de mortalidad se pueden entonces estimar dividiendo el número de muertes en cada grupo de edad adulta por c y luego dividiendo estos números por una estimación de la población expuesta al riesgo con base en la población utilizada para estimar las tasas de natalidad y mortalidad parciales (Dorrington, 2013b).

La estimación que resulta de la aplicación de este método es del 100% de cobertura del registro de muertes de vitales para los varones y para las mujeres. Como se espera que ambos resultados sean similares por sexo, sus valores son lo suficientemente cercanos para validar estas estimaciones. Si se compara este resultado y aquel derivado de la aplicación del método generalizado de crecimiento equilibrado descrito previamente, el cual estima que la cobertura de registro de muertes entre las edades de 5 a 84 años es del 105% para varones y 104% para mujeres, resultan muy cercanos para aceptar los datos14.

Las estimaciones de cobertura por grupo edad que se observan en la Figura 1 sugieren que la cobertura del registro de muertes es consistente a lo largo de las edades, tanto en varones como en mujeres.


En conclusión, la aplicación de los métodos de Preston et. al. y los de Brass a los datos del CEN-10 sugieren que las estimaciones del número de muertes tienen una cobertura razonablemente completa vis a vis con el registro de vitales, lo cual evidencia pocas razones para desconfiar de sus resultados.

3. Discusión y conclusiones

Tanto la evaluación directa como los métodos indirectos apoyados en el trabajo de larga data de los organismos internacionales mostraron que las dimensiones analizadas de mortalidad en su cotejo con las estadísticas vitales a nivel del total del país, son coherentes con los datos que miden, por lo cual, en términos de exactitud, la información publicada estima cabalmente las cantidades o características que la propia actividad estadística trata de medir15. Además, los datos demográficos de mortalidad muestran completitud dentro de los márgenes de error.

Por lo tanto, se juzga que las estimaciones de población en cuanto a mortalidad del CEN-10 en Argentina son consistentes con los datos del censo previo de 2001 y con las estimaciones de nacimientos y muertes del período intercensal.

Quedará pendiente para futuras investigaciones corroborar que estos datos a nivel Argentina se dan también a nivel de las distintas jurisdicciones, provincias o regiones geográficas, o bien se mantienen los problemas encontrados en los censos previos al desagregar la información. Adicionalmente, la no publicación de las pautas de imputación de las variables y unidades de análisis y de los niveles de error de las variables son factores que inciden a la hora de evaluar la validez metodológica de los datos de mortalidad del CEN-10 a nivel del total del país como robusta con base en los resultados analizados, aunque de acuerdo con lo no publicado quedan muchas preguntas abiertas. Por ello, esa robustez queda cuestionada.

En términos de errores de registro y consistencia (vacíos, multimarcas o inconsistencias con las reglas de validación, imputación) no se contó con la posibilidad de detectar y cuantificar los errores, lo cual se mantiene como un punto ciego de este artículo al evaluar la calidad de los datos, dado el universo limitado de publicaciones.

Al ser el programa de mayor envergadura que llevan a cabo Institutos Nacionales de Estadística parte del éxito del proyecto censo, se necesita cierta cohesión de la oficina de estadísticas alrededor del objetivo común, lo cual demanda trabajo de equipo y un buen clima organizacional (ONU, 2003, 2010, 2013a). Las circunstancias, condiciones o motivos que intervinieron para que no se publicara el conjunto de los datos y procesos, probablemente tuvieron mucho que ver con el clima institucional del INDEC al momento del censo.

Los preparativos y ejecución del CEN-10 fueron contemporáneos de intensas crisis al interior del instituto. Estos conflictos preexistieron al año del censo16. Con todo, el clima organizacional de ninguna manera fue óptimo, lo cual pudo haber influido en parte en los problemas que enfrentó y enfrenta aún hoy el proyecto censo (Sacco, 2015a).

En términos de coherencia o consistencia, los procedimientos del CEN-10, los supuestos en los que se basa y los resultados que se obtuvieron guardan coherencia entre sí y las cifras que surgen de las estimaciones censales muestran armonía aceptable con la ecuación de equilibrio demográfico y las estadísticas vitales. Sin embargo, en términos de transparencia, en la determinación de la calidad censal sobre los datos de mortalidad han intervenido circunstancias que pueden afectar la credibilidad de los resultados publicados. Se considera, tal como sugieren las recomendaciones internacionales (ONU, 2010, 2011), que el peor resultado que puede tener un censo desde el punto de vista del cumplimiento de sus propios objetivos no es que sus resultados muestren distintos problemas de calidad, sino que no se utilicen o se dude de las cifras obtenidas.


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 Sacco, N. (en prensa). "¿Cuánto vivieron los nacidos a fines del siglo XIX y cuánto vivirían los nacidos a fines del siglo XX? Una mirada longitudinal de la mortalidad en Argentina". Notas de Población, 103.

Timæus, I., Dorrington, R., y Hill, K. (2013). Introduction to adult mortality analysis. En T. Moultrie, R. Dorrington, A. Hill, K. Hill, I. Timæus y B. Zaba (Eds.), Tools for Demographic Estimation (pp. 191-194). Paris: International Union for the Scientific Study of Population.

 Universidad de Buenos Aires. (2010). Informe técnico de la Universidad de Buenos Aires con relación a la situación del INDEC. Buenos Aires, Argentina: Autor.

 Welti, C. (Ed.). (1998). Demografia II. México: PROLAP.


5. Recomendaciones



Parte de este artículo está basado en el Informe ¿Cierran los números con la gente adentro? Evaluación, análisis y perspectivas del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas de la Argentina de 2010 elaborado por Nicolás Sacco en el marco del proyecto PIP N° 114 200901 00016 “Después de la debacle. Argentina, evolución social durante 2002-2012” financiado por el CONICET y dirigido por la Dra. Susana Torrado. Agradezco los comentarios de Victoria Mazzeo, Mathías Nathan y Gabriel Borges a las versiones previas.

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La calidad de los datos de mortalidad del Censo 2010 de Argentina by Nicolás Sacco is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.


1 Una versión preliminar de este trabajo fue enviada a las XI Jornadas de Sociología de la Universidad de Buenos Aires, mesa 89 “Cambio social y dinámica demográfica en los inicios del siglo XX”, realizadas en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA del 13 al 17 de julio de 2015, Ciudad de Buenos Aires.

2 Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales. Instituto de Investigaciones Gino Germani. Cátedra Demografía Social. ARGENTINA. nsacco@sociales.uba.ar


3 Cabe hacer la siguiente salvedad: en el caso de falta de respuesta, se debe elaborar esta tabla sólo para las mujeres que informaron tanto los niños nacidos como los niños supervivientes para evitar sesgos en las proporciones calculadas de hijos sobrevivientes. Esta sutileza escapa a las posibilidades de explotación de la información, ya que no hay información publicada al respecto por parte del INDEC.

4 El Sistema Estadístico de Salud –dependiente de la Dirección de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) del Ministerio de Salud de la Nación- produce estadísticas anuales correspondientes al total de registros de nacimientos, defunciones, defunciones fetales y matrimonios con cobertura territorial nacional. Datos disponibles en http://deis.msal.gov.ar/

5 La indagación acerca de la sobrevivencia de hijos según el método de Brass no sólo es útil por sí misma, sino que además abre la posibilidad de realizar estudios del comportamiento de la mortalidad infantil en diferentes grupos, como por ejemplo, los socioeconómicos.

6 De hecho, el procedimiento de estimación descrito en el capítulo III del Manual X (ONU, 1986) es obsoleto. Implementa la variante ‘multiplicadora’ de la técnica Brass mencionada, un atajo computacional desarrollado hace medio siglo cuando los cálculos tuvieron que hacerse manualmente usando calculadoras de mano. Dada la potencia de cálculo disponible para todos los que hacen este tipo de trabajo, un enfoque más sensato es programar resultados de las ecuaciones de estimación directa. Por ello, los cálculos de este artículo se basaron en Hill (2013).

7 Para una justificación del patrón modelo a emplear véase Sacco (en prensa).

8 Este aparente repunte de la mortalidad es muy común en las estimaciones de mortalidad infantil, tanto que en la práctica suele ser necesario descartar la estimación de las mujeres de 15-19 años. Los datos indican una baja en la estimación de las mujeres de 20-24 años de edad, lo que también es usual observar.

9 Para un detalle de los cálculos véase Dorrington (2013a).

10 En el Cuadro 5, 6 y 7 se presentan algunos de los cálculos de aplicación de este método para varones. No se

muestran los correspondientes a mujeres por economía de espacio.

11 Se utilizó el Modelo General de tablas de mortalidad de ONU para calcular las tasas de mortalidad por edad.

12 Al decidir el rango de edades sobre los cuales ajustar la línea recta, cada uno de los intervalos abiertos de edad desde 85+ a 75+ produce prácticamente el mismo resultado de cobertura del registro de muertes.

13 Como dato adicional, la aplicación del método de la ecuación de equilibro de Brass a estos datos (estimación de la población en el punto medio del periodo intercensal como el promedio de las dos poblaciones en cada censo) (Dorrington, 2013a) provee un valor de completitud entre los 5 y 85 años de edad del 88% para varones y 86% para mujeres. Aumentando el mínimo del rango de la edad a 35 años, aumenta la estimación al 90% (varones y mujeres), siendo algo menor que la estimación de 105% (para varones) y 104% (mujeres) producida anteriormente.

14 La estimación de la esperanza de vida al nacer a los 60 años luego de ajustar por omisión las tasas de mortalidad observadas es de 15,9 años (Cuadros 2 y 7) mientras que esa misma estimación para ONU (2013b) es de 18,17 para el período 2005-2010. Como dato adicional, la aplicación del método de Preston et. al. (Dorrington, 2013b) a estos datos (estimación de la población en el punto medio del periodo intercensal como el promedio de las dos poblaciones en cada censo) provee una valor de completitud entre los 10 y 85 años de edad del 83% para varones (y 82% para mujeres), estimación de alguna manera por debajo de del 100% producido anteriormente.

15 En tanto refiere a los tradicionales estudios transversales, el nivel en que las estadísticas disponibles pueden cubrir los fenómenos de población desde una perspectiva longitudinal sigue siendo una de las grandes deudas del sistema estadístico argentino.

16 Para una descripción de esta situación desde distintos puntos de vista puede consultarse una infinidad de reportes, notas periodísticas, blogs, etc. Son de conocimiento público y de lo más variadas las descripciones sobre la situación institucional del organismo desde el 2007. Noriega (2010) mostró un interesante resumen de las versiones periodísticas que circularon en el diario Página/12 en relación con el conflicto institucional. Otras publicaciones han tomado el tema desde un enfoque que a veces resulta muy parcial (Jueguen y Bullrich, 2010). Uno de sus gremios publicó un detallado análisis de la situación (Almeida y Pok, 2014). Un informe de la Universidad de Buenos Aires (UBA, 2010) realizó una evaluación oficial de la situación institucional alrededor del año 2010 que incluso insinuó el retraso del operativo censal (Sacco, 2015a).

17 La fuente incluye las estadísticas de cada uno de los años en el rango 2001-2010.