Rezagos transicionales y vulnerabilidad social en la dinámica poblacional contemporánea. Argentina, 2001-20131

Transitional Delays and Social Vulnerability in Contemporary Population Dynamic. Argentina, 2001-2013

Leandro M. González2, Bruno Ribotta3 y María Marta Santillán Pizarro4




Recibido: 04 set, 2015       Corregido: 02 nov, 2015

              Aprobado: 15 nov, 2015


1. Introducción

Este trabajo tiene como objetivo indagar sobre la dinámica demográfica registrada desde comienzos de siglo en Argentina, a fin de considerar las consecuencias sociales que produjo la crisis económica de 2001-2002. La República Argentina sufrió a lo largo de la década de 1990 una serie de reformas económicas que produjeron una profunda modificación en la estructura social. Se privatizaron las empresas públicas, se descentralizaron los servicios públicos, se desreguló el mercado laboral, se implantó una fuerte apertura del comercio exterior y se estableció una paridad fija del peso argentino respecto a la divisa norteamericana (régimen de convertibilidad de la moneda). Estas transformaciones lograron controlar la escalada inflacionaria de la década de 1980 pero con un alto costo social: incremento sostenido del desempleo y la informalidad laboral, cierre de pequeñas y medianas empresas, concentración de los ingresos y progresivo empobrecimiento de vastos sectores de la clase media (los llamados “nuevos pobres” o pobres por caída de los ingresos). La recesión económica condujo al fin del modelo de convertibilidad con el estallido social de diciembre 2001. Se devaluó la moneda, se contrajo el Producto Interno Bruto, se desató una fuerte inflación y crecieron dramáticamente los porcentajes de pobreza (58 por ciento de la población en los grandes aglomerados urbanos; Instituto Nacional de Estadísticas y Censos [INDEC], 2003) e indigencia en todo el país. El nuevo gobierno instrumentó un sistema de subsidios para desempleados a fin de evitar los saqueos de comercios y restablecer el orden público. A lo largo de la década de 2010, se mantuvo la política de contención social a través de numerosos planes sociales, a la vez que la actividad económica se recuperó rápidamente hasta 2008, cuando la crisis financiera internacional inició un período de inestabilidad y amesetamiento que continúa hasta la actualidad (González, 2009b).

Para abordar el análisis de la dinámica de la población en el período propuesto, se recurre al marco conceptual de la transición demográfica, a fin de contrastar los diferentes perfiles poblacionales con las diversas condiciones de vida que coexisten en el país. La noción de rezago transicional se emplea cuando se verifican indicadores demográficos propios de poblaciones antiguas o de bajo nivel socioeconómico, como la alta fecundidad general y de adolescentes, elevada mortalidad infantil, baja esperanza de vida, altas relaciones de dependencia, entre otras. En la región, el término se encuentra mencionado en trabajos referidos a la dinámica demográfica de la pobreza, que en cierta medida discuten la hipótesis hacia la “convergencia” de la transición demográfica en todos los sectores socio-económicos. Al respecto son clásicos los artículos de Susana Schkolnik y Juan Chackiel (1997, 1998, 2003), que aplican la idea del rezago transicional especialmente al estudio de los diferenciales en la fecundidad:

el rezago en la transición demográfica se presenta en los estratos sociales bajos, que viven en condiciones de pobreza y tienen menor nivel de instrucción. Esta situación se da en las zonas rurales, donde la mayoría de la población vive en esas condiciones, en las poblaciones marginales urbanas y en las poblaciones indígenas, en las cuales la pobreza se une a las barreras culturales y lingüísticas que dificultan su acceso a la información sobre salud y planificación familiar (Schkolnik y Chackiel, 1998, p. 13).

Si bien se trata de un concepto “clásico”, vuelve a hacerse presente más recientemente como parte de la teorización central u accesoria al análisis de las diferencias intra-país. A propósito de estudios sobre los diferenciales de la fecundidad, en el primer sentido se encuentra mencionado en informes sobre Guatemala (2008), y en el segundo, de Uruguay (Varela Petito et al., 2008). Cabe destacar que ambos países presentan niveles de fecundidad y de pobreza muy diferentes (entre los más altos y los más bajos de América Latina, respectivamente).

Es importante señalar que el concepto de rezago debe distinguirse del correspondiente a “retroceso” transicional. Este último término es utilizado para dar cuenta del retorno a una situación anterior en los indicadores demográficos, cuando se creía que dicha circunstancia no podría tener lugar dado el grado de avance en la transición demográfica. Al respecto, actualmente se investigan las razones que han llevado a la recuperación de la fecundidad en algunos de los países más desarrollados del mundo, más allá del aporte de la población inmigrante y de ciertos sesgos propios de las mediciones (Myrskylä, Kohler y Billari, 2009).

Rodríguez Vignoli (2001, p. 47) afirma también que el rezago transicional es “un factor debilitador de comunidades, hogares y personas, por ende, el hecho de (que) tal retraso sea propio de los grupos socioeconómicos más desaventajados y excluidos no hace sino reforzar sus condiciones de vulnerabilidad social”. Aquí aparece la perspectiva de la vulnerabilidad social que identifica el estado de exposición de personas, hogares y comunidades en riesgo de sufrir el deterioro de sus condiciones de vida frente a eventos sociales adversos. Las condiciones de riesgo pueden relacionarse a perfiles propios de las personas y/o a características del medio social en donde viven (Busso, 1999; Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL], 2002a; Kaztman, 1999).

Desde la CEPAL se propuso la noción específica de “vulnerabilidad sociodemográfica”, definida como:

un síndrome en el que se conjugan eventos sociodemográficos potencialmente adversos (riesgos), incapacidad para responder a la materialización del riesgo e inhabilidad para adaptarse activamente al nuevo cuadro generado por esta materialización. … Si bien los tres componentes enunciados son igualmente importantes, sólo el primero (riesgo) puede describirse exclusivamente con las variables de población, en particular los procesos demográficos de larga duración; los otros dos son contingentes y dependen de factores esencialmente sociales. (CEPAL, 2002a, p. 7).

Los autores de esta institución realizan una importante aclaración: “las variables de población -salvo excepciones, como la mortalidad- no son riesgos en sí; sólo lo serán en la medida en que sus efectos adversos minen el desempeño social (rutinas, obligaciones y mejoramientos) o dificulten el ejercicio de derechos” (CEPAL, 2002a, p. 6).

Susana Torrado (1995, p. 28) advierte sobre la relación entre eventos demográficos y escenarios macrosociales:

En contextos de intensa movilidad estructural ascendente, los factores demográficos pueden quizá dificultar la promoción social, pero no impedirla. En tanto que, en situaciones de movilidad estructural neutra o descendente, los factores demográficos pueden efectivamente convertirse en un escollo insalvable para el ascenso.

Desde las perspectivas conceptuales reseñadas, se intenta describir la coexistencia y evolución de perfiles poblacionales heterogéneos al interior del país. Al tener en cuenta los acontecimientos socioeconómicos sufridos durante las últimas décadas, en especial la crisis social de 2001-2002, se pretende ofrecer un panorama de la distribución desigual de riesgos y oportunidades de la población en relación con sus condiciones de vida. De esta manera, se asume el supuesto de que un evento socioeconómico adverso, como el señalado, tiende principalmente a impactar en los siguientes indicadores demográficos:

Este trabajo se concentra en tres de los riesgos sociodemográficos tradicionales inherentes a situaciones de rezago en la transición demográfica: alta mortalidad, elevada fecundidad y estructura etaria juvenil (CEPAL, 2002b). Al presentar los resultados propios de cada uno de estos escenarios de riesgo, se amplían sus consideraciones conceptuales aplicables y que sustentan el supuesto presentado en los párrafos anteriores.

2. Metodología

Para el análisis de la dinámica poblacional en el período propuesto, se calculan los indicadores demográficos para los años censales (2001 y 2010) y para el último año en que se disponen de estadísticas vitales publicadas (Dirección de Estadísticas e Información en Salud, 2013). Para obtener los indicadores de 2013, se construyen proyecciones a partir del programa RUPEX del Bureau of the Census de los Estados Unidos, que permite actualizar la última población censada mediante la incorporación de registros de nacimientos y defunciones posteriores, a través del método de los componentes (Arriaga, 2001).

El área geográfica de referencia es la República Argentina en su totalidad; para considerar sus diferencias regionales se selecciona una provincia testigo por cada región: la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Región Metropolitana), Córdoba (Región Pampeana), Jujuy (Noroeste), Chaco (Noreste), San Juan (Cuyo) y Chubut (Patagonia). La selección de estas provincias no responde a un criterio sistemático, sino más bien a la búsqueda exploratoria de patrones poblacionales “típicos” de las regiones. Para ello, se tuvo en cuenta la ubicación espacial que asegurase de manera inequívoca la pertenencia a cada región. Se busca en esta etapa provincias “testigo” más que representativas de la totalidad regional, a fin de servir de guía a futuras profundizaciones en el tema.

Respecto a las fuentes de datos, se emplean los resultados de los censos 2001 y 2010 ajustados por omisión censal (INDEC, 2014) y los registros de estadísticas vitales del período 2000-2013 (Dirección de Estadísticas e Información en Salud, 2013). Sobre las áreas mencionadas se realiza el cálculo de los siguientes indicadores:

En primer lugar, se definen las poblaciones base ajustando las poblaciones censadas por la omisión por sexo y edad y, luego, por la fecha de referencia. En el caso del censo 2001, la omisión general fue estimada por INDEC en 2,75 por ciento (INDEC, 2004) y desglosada por sexo y grandes grupos de edad (INDEC, 2004); para el censo 2010 la omisión nacional fue calculada en 2 por ciento y también desglosada por sexo y grupos etarios (INDEC, 2013a). Las poblaciones provinciales fueron ajustadas por la omisión censal aplicada por INDEC en las proyecciones provinciales oficiales (INDEC, 2013b) y la estructura etaria fue ajustada por los porcentajes de omisión de la población nacional.

En segundo lugar, se incorporan las estadísticas vitales publicadas por el Ministerio de Salud de la Nación: defunciones por sexo y grupo etario, nacimientos por sexo y grupo etario de las madres. Estos registros necesitan algunos ajustes correspondientes al registro del sexo y edad de las personas involucradas. En el caso de las defunciones, se distribuyeron proporcionalmente las defunciones sin edad especificada entre las defunciones con edad registrada, en cada sexo por separado. En las defunciones de menores de un año también se ajustaron proporcionalmente los casos que no registraron el sexo de los fallecidos, entre los casos con sexo registrado. A continuación, se calcularon promedios trianuales de los fallecimientos por edad y sexo, a fin de reducir el efecto de oscilaciones aleatorias de los registros entre años calendarios. Finalmente, las distribuciones promediadas fueron ajustadas en el programa RUPEX al promedio de fallecidos totales registrados por trienio.

Los nacimientos, por su parte, se ajustaron por declaración del sexo del recién nacido y edades desconocidas de las madres. En ambos casos, se distribuyeron proporcionalmente de acuerdo con los nacimientos con sexo declarado y las edades registradas de las madres. De igual manera que con las defunciones, las distribuciones anuales de nacimientos corregidos de la manera señalada fueron ajustados al promedio trianual de nacimientos totales registrados, para reducir el efecto de las oscilaciones aleatorias en los registros.

En el caso de la migración, se calcula el saldo migratorio de cada jurisdicción mediante el procedimiento de la ecuación compensadora (diferencia entre crecimiento total y vegetativo). De esta manera, se obtiene el saldo migratorio anual para el período 2001-2010 y se estima la estructura etaria de los migrantes a partir de la información de población migrante en el período 1996-2001 por falta de información actualizada del censo 2010. Se supone que cada población continúa con el mismo ritmo migratorio 2001-2010 luego del año 2010.

Para el análisis demográfico de la mortalidad, se disponen de diversos indicadores. La tasa de mortalidad infantil ha sido ampliamente utilizada para evaluar el estado de salud y condiciones de vida de la población, por la alta correlación que presenta respecto al grado de desarrollo de la sociedad; su cálculo es sencillo, pero sólo explica el nivel de mortalidad durante el primer año de vida. La esperanza de vida al nacimiento, por su parte, resume la experiencia de mortalidad de una población desde el nacimiento hasta las últimas edades y permite las comparaciones entre distintas poblaciones.

Para el análisis de la fecundidad, se disponen de las tasas globales y específicas de fecundidad, que ofrecen un panorama del nivel y estructura etaria de la fecundidad de la población. Particular atención merece la evolución de las tasas de fecundidad adolescente (madres menores de 20 años). Las modificaciones que se registran en estos indicadores permiten apreciar los cambios en los patrones reproductivos de la población, influidos especialmente por la dinámica de los hogares y la participación de las mujeres en el sistema educativo y el mercado laboral.

Los indicadores demográficos que ofrecen una proyección también son útiles para considerar las características estructurales de la población; por ejemplo, las relaciones de dependencia (total, de niños y ancianos), junto con la edad mediana, permiten evaluar el grado y velocidad del proceso de envejecimiento de la población.

3. Resultados

A continuación, se presentan los resultados obtenidos siguiendo los principales riesgos sociodemográficos asociados a rezagos transicionales: alta mortalidad, alta fecundidad y estructura etaria joven.

3.1. Mortalidad

El descenso del riesgo de fallecer de manera prematura implica un aumento de la esperanza de vida, favorece la progresiva expansión del derecho fundamental a la vida y prolonga los procesos de acumulación de los diferentes capitales de las personas (a través de la educación, la capacitación y la experiencia laboral). Al respecto Rodríguez Vignoli afirma que:

Cuando la vida es breve, los incentivos para que las personas hagan proyecciones de largo plazo son débiles; las probabilidades de una transmisión completa de las experiencias de una generación a otra son escasas; no hay estímulos para la realización de largos procesos de entrenamiento y educación antes de incorporarse al trabajo y hay poca disposición a renunciar a las rentas inmediatas (o a una parte de ellas) en pos de conseguir unas rentas mayores en el futuro (2001, p. 40).

El descenso de la mortalidad se relaciona directamente con la mejora de las condiciones generales de vida de la población y al cambio del perfil de morbimortalidad (CEPAL, 2002b). Por su parte, Torrado sostiene:

El más alto nivel de mortalidad de los carenciados sin duda determina, comparativamente, un mayor número de eventos que pueden favorecer la entrada o permanencia en la condición de pobreza, tales como la viudez, la orfandad, la pérdida prematura de parientes claves en las redes de solidaridad familiar (los abuelos, por ejemplo), etc. Lo mismo puede afirmarse de la mayor frecuencia de episodios que dejan secuelas de enfermedades crónicas o discapacidades permanentes. Todo lo cual —reforzado todavía por comportamientos individuales derivados de la propia condición de pobreza (desnutrición, higiene deficiente, prácticas pseudomédicas) —, determina una mayor y más precoz vulnerabilidad de los pobres a los avatares de la salud, la enfermedad y la muerte y, por ende, una menor capacidad de formular y sostener un proyecto de vida de largo plazo (1995, pp. 10-11).

El nivel de mortalidad diferencial de la totalidad del país y las provincias seleccionadas se expone a través de las esperanzas de vida al nacimiento por sexo y las tasas de mortalidad infantil. En primer lugar, se ofrecen las esperanzas de vida al nacimiento obtenidas para los años 2001, 2010 y 2013 a partir de la actualización de la población argentina. Se recuerda que las defunciones por sexo y edad fueron promediadas por trienios, por lo que las esperanzas de vida de cada año calendario representan la experiencia del año de referencia y de los dos años circundantes. La excepción lo representa el año 2013, último período para el que se disponen de datos, cuya información no fue promediada con el año 2012. En los Cuadros 1 y 2 y en las Figuras 1 y 2, se presentan los valores obtenidos.





En primer lugar, se puede observar que la esperanza de vida al nacimiento ha evolucionado favorablemente a lo largo de los años 2001-13 para ambos sexos. Si se comparan las esperanzas de vida del año 2010 con el 2001, el incremento alcanza a 1,93 años para los varones y 1,03 para las mujeres. Si bien la población femenina cuenta con una esperanza de vida históricamente mayor a la masculina, la brecha se redujo levemente a lo largo del período: pasó de 7,42 años en 2001 a 6,52 en 2013. De esta manera, la población masculina tuvo una ganancia más elevada en su esperanza de vida, lo que resulta favorable teniendo en cuenta la sobremortalidad que normalmente muestra respecto al sexo femenino.

En segundo lugar, se diferencian los dos tramos temporales que se presentan en los cuadros y figuras. El primero lo representa el período intercensal 2001-10, donde la esperanza de vida nacional crece más que en el lapso 2010-13 en términos de ganancia anual para la población masculina (0,18 y 0,09 año respectivamente), mientras que se mantiene casi constante para la población femenina. El primer período incluye la grave crisis socioeconómica de 2001-02 que llevó al 57,5 por ciento de la población cubierta por la Encuesta Permanente de Hogares por debajo de la línea de la pobreza, de los cuales el 27,5 por ciento estuvieron también bajo la línea de la indigencia (INDEC, 2003, medición del mes de octubre). La recuperación económica producida desde 2003 produjo una evidente mejora en las condiciones de vida de la población y, en particular, en su salud, que se ven reflejadas en este indicador. El menor crecimiento en la etapa postcensal estaría relacionado con la mayor dificultad de reducir los niveles de mortalidad cuando ya se ha logrado un avance considerable, lo cual parece claro en el caso de las mujeres.

En tercer lugar, se analizan las diferencias regionales al interior del país. Se puede apreciar la persistencia de una notable “distancia” en términos de mortalidad entre la Ciudad de Buenos Aires y la mayoría de las provincias, especialmente con Chaco y Jujuy. La población masculina porteña ha evidenciado un notable incremento de su esperanza de vida especialmente en los últimos tres años, que lleva a incrementar su diferencia con Chaco de 4,5 a 5,4 años. Para la población femenina, la diferencia de esperanzas de vida es semejante en el nivel aunque descendente con el tiempo, ya que pasa de 4,5 a 3,6 años en los extremos del período analizado. Se destaca también que la provincia de Córdoba es la jurisdicción que menor incremento de esperanza de vida registra en ambos sexos; en cambio, los mayores aumentos se observan entre los varones de CABA y Chubut, y las mujeres de Chubut, Chaco y San Juan.5

A continuación, se consideran los niveles y evolución de la mortalidad infantil, la cual representa la tasa de mortalidad más influyente en el valor final de la esperanza de vida al nacimiento. En el Cuadro 3 y la Figura 3, se consignan las tasas resultantes a partir de los promedios trianuales de nacimientos y defunciones infantiles registradas.


Se observa primeramente que la tasa de mortalidad infantil nacional ha experimentado una visible reducción a lo largo del período estudiado, la cual pasa de 16,8 a 10,9 por mil nacidos vivos, a un ritmo anual casi constante. Las diferencias regionales observadas en la esperanza de vida se reproducen en la mortalidad infantil, donde las provincias del noroeste y noreste se muestran más rezagadas en relación con el resto del país. A pesar de ello, se evidencia una notable disminución de las tasas especialmente en el período intercensal; mientras las tasas de Chaco y Jujuy duplicaban el nivel de mortalidad infantil de la ciudad de Buenos Aires, hacia 2013 muestran una notable cercanía. Se aprecia aquí que el ritmo de reducción de la tasa fue más acelerado en aquellas jurisdicciones de mayor mortalidad infantil inicial, como era de esperar. En el caso de la provincia de San Juan, se registra un leve incremento en el año 2013 respecto a 2010 (equivalente al trienio 2009-11), que deberá ser revisado cuando se disponga de los registros del año 2014 para confirmar o bien ajustar este nivel.

3.2. Fecundidad

El descenso de la fecundidad general puede interpretarse como un avance en el ejercicio del derecho reproductivo básico, que consiste en decidir libremente el número de hijos que se desea tener. También posibilita un papel más activo de la mujer en la sociedad, lo que produce avances en materia de recursos humanos y equidad social. En el ámbito de los hogares, atenúa el costo de oportunidad de la crianza para los progenitores, contribuye a evitar la dispersión de los recursos financieros del hogar y favorece a una distribución más equitativa del poder entre hombres y mujeres. Una menor fecundidad también reduce algunas amenazas a la salud de las mujeres, como embarazos en edades de riesgos e intervalos intergenésicos cortos, a la vez que facilita la compatibilización entre la trayectoria reproductiva con la trayectoria vital (acumulación de activos, inserción laboral y experimentación de roles) (CEPAL, 2002b). Al respecto, Rodríguez Vignoli afirma que:

El hecho de que (la) mayor fecundidad ocurra entre los pobres proporciona más sustento al planteamiento de las desventajas, pues los pocos recursos que tienen deben distribuirlos entre más individuos, y a la tesis de que tal comportamiento es uno de los eslabones de la perpetuación de la pobreza familiar. El otro hecho estilizado que abona las hipótesis de secuelas adversas de la alta fecundidad de los pobres es que en este segmento de la población se registran los índices más elevados de fecundidad no deseada, lo que ratifica que tal comportamiento está lejos de ser buscado racionalmente por sus eventuales ventajas (2001, p. 40).

Por su parte, Torrado sostiene que:

Una ineficaz regulación de la fecundidad (o sea, el tener hijos no deseados) es un elemento que puede favorecer la pobreza a través, entre otros, de los siguientes mecanismos: más nacimientos extra-matrimoniales; maternidad más precoz; escasa duración del intervalo entre nacimientos sucesivos (hecho que afecta la salud de la madre); nacimientos que, en el seno de una familia, incrementan la competencia por recursos ya escasos; en fin, recurso al aborto inducido como método de planificación familiar, una práctica fuertemente asociada a una mayor mortalidad materna (1995, p. 17).

En primer término, se presentan las tasas globales de fecundidad para observar el nivel y evolución de la fecundidad reciente. En el Cuadro 4 y en la Figura 4, se puede observar que la fecundidad en Argentina ha experimentado una leve disminución a lo largo del período analizado, de 2,45 a 2,3 hijos por mujer en 2001 y 2013 respectivamente, cuya reducción alcanza un 6 por ciento.


Al interior del país, se aprecia una marcada diferencia en el nivel de la fecundidad hacia el año 2001, especialmente de las provincias de Chaco y Jujuy en relación con las restantes, donde particularmente se registran las mayores reducciones relativas hacia 2013 (22 y 19 por ciento respectivamente). La provincia de San Juan, que sigue en nivel de fecundidad, registra una leve disminución hacia 2010 y un incremento en 2013, lo que produce una merma total del 1 por ciento en todo el período. Entre las jurisdicciones con menor fecundidad, Córdoba y la ciudad de Buenos Aires, llama la atención el aumento transitorio registrado para el año 2010, que es revertido hacia el año 2013. Cabe recordar que los indicadores para este último año no están promediados con los años circundantes, por lo que es preciso aguardar la información de 2014 para confirmar esta tendencia.

A continuación, se considera la incidencia de la fecundidad en la adolescencia, ya que representa la edad de mayor riesgo para la salud de las mujeres y los niños recién nacidos. En el Cuadro 5 y la Figura 5, se ilustran las tasas específicas de fecundidad correspondientes a las mujeres menores de 20 años de edad. Puede observarse que para el total nacional la fecundidad adolescente se ha incrementado levemente entre los censos, con una suave disminución hacia 2013; el aumento total en el período analizado asciende al 5 por ciento.

Al interior del país, se registran descensos continuos de la fecundidad adolescente en las provincias con mayores tasas iniciales, como Chaco y Chubut, y Jujuy con un suave repunte en 2013. También se observan incrementos sostenidos en San Juan y la ciudad de Buenos Aires y aumento transitorio en Córdoba. Llama la atención la falta de un patrón claro de evolución de la fecundidad adolescente en relación con la ubicación en la transición demográfica y el grado de desarrollo social; parece responder más bien a la evolución de la fecundidad general y la incidencia de factores culturales propios de los adolescentes actuales, como en Buenos Aires y Córdoba.

3.3. Estructura etaria

Una estructura etaria con alta proporción de población juvenil e infantil representa un rezago transicional, dado que impone a la comunidad fuertes exigencias para atender las necesidades de los niños en materia de salud y educación (CEPAL, 2002b). Rodríguez Vignoli (2001) advierte que la abundancia de niños puede estar relacionada tanto con la mayor fecundidad de los pobres, como con la presencia abultada de adultos en edad reproductiva (poblaciones en transición), en ambos casos representan una carga para los potenciales sostenedores de las familias.

En este apartado, se analiza el grado de avance en la dinámica demográfica de la población argentina y las provincias seleccionadas, a través de los indicadores estructurales de envejecimiento. En el Cuadro 6 y la Figura 6, se consignan las relaciones de dependencia y la edad mediana a la fecha del último censo de población.



Puede observarse que las provincias de San Juan, Chaco y Jujuy presentan una mayor relación de dependencia total que el total nacional (superior a 58 dependientes por 100 activos) y edades medianas más jóvenes (menores de 28 años de edad). Esto ilustra una ubicación relativa más retrasada en la transición demográfica en relación con el país y las restantes provincias seleccionadas. Entre estas últimas, se ve con claridad el incremento de la participación de la población anciana, aunque ello no produce todavía un aumento de la relación de dependencia total; se encontrarían transitando entonces el período del “bono demográfico”.6

La ciudad de Buenos Aires es la jurisdicción que claramente se encuentra más avanzada en la transición demográfica, con relaciones de dependencia de niños y ancianos muy semejantes entre sí. Su edad mediana es sensiblemente superior al valor nacional y al de la provincia de Córdoba (7 y 6 años respectivamente). Esto denota una estructura donde predomina la población adulta activa y en marcado proceso de envejecimiento. La presencia de una relación de dependencia total baja en comparación con el resto del país induce a pensar que la ciudad capital se encontraría en los últimos años del bono demográfico, dado que la fecundidad por debajo del remplazo y una extensa esperanza de vida provocará indefectiblemente un aumento de la dependencia de ancianos.

4. Discusión y Conclusiones

A lo largo de este trabajo, se intenta ofrecer una aproximación a la evolución de los principales indicadores demográficos desde comienzos de siglo, para la República Argentina y una provincia por cada región. Los marcos conceptuales elegidos son los de la transición demográfica y de la vulnerabilidad sociodemográfica, a partir del cual se identifican situaciones de rezago transicional que denotan perfiles demográficos que representan obstáculos para la mejora de las condiciones de vida de la población. Se seleccionan así definiciones realizadas por los especialistas de CELADE (2001-2002) en los documentos institucionales sobre vulnerabilidad social y también aportes provenientes de la noción de dinámica de la pobreza desarrollados por Susana Torrado (1995), entre otros autores.

En primer lugar, la metodología de cómputo de la información resulta dócil para la incorporación de fuentes provenientes tanto de censos de población como de registros de estadísticas vitales. El programa RUPEX es una herramienta apta para este trabajo y ofrece numerosos indicadores demográficos que posibilitan actualizar la última población censada, a la vez que incorpora ajustes de omisión censal y de enumeración de hechos vitales. Aquí cabe la necesidad de advertir sobre los diferentes valores que adquieren los indicadores demográficos ajustados en comparación con las publicaciones de los organismos oficiales de estadística, especialmente cuando se promedian estadísticas vitales por trienios. Asimismo, se deben interpretar con cautela los resultados que se obtienen del último año de estadísticas vitales publicadas, cuando no se la promedia con años previos y, particularmente, en las jurisdicciones con menor magnitud poblacional.

En segundo lugar, los resultados muestran en general una evolución positiva de los indicadores demográficos en todo el país, luego de la crisis socioeconómica de 2001-2002, aunque con persistencia de las brechas estructurales entre regiones; por ejemplo, las esperanzas de vida de la ciudad de Buenos Aires superan entre 3 y 5 años a las de la provincia de Chaco, y diferencias equivalentes se registran en la mortalidad infantil, la fecundidad general y adolescente. El noreste argentino se muestra como la región con mayor rezago transicional del país, mientras que las restantes regiones del interior se concentran alrededor de los valores del total nacional y la ciudad capital registra un perfil mucho más avanzado.

Estas diferencias regionales son resultado de la heterogeneidad de la estructura socioeconómica que Argentina ha mostrado a lo largo de su historia. Desde la independencia, se ha destacado la ciudad de Buenos Aires como el principal polo económico y político del país, especialmente por la ubicación estratégica del puerto y la convergencia de los medios de transporte a todo el territorio nacional, que le permitió desarrollar una posición hegemónica y asegurar condiciones de vida superiores al resto del país. En segundo lugar en importancia sigue la región pampeana (centro del país), donde la fertilidad de su tierra y su cercanía al puerto metropolitano permitió desarrollar una vasta producción agropecuaria, a la que se incorporó una importante actividad industrial, comercial y educativa.

En tercer lugar, se encuentra la región de Cuyo (oeste del país), que ha desenvuelto una destacada producción basada en la explotación agropecuaria, vitivinícola y minera, junto con las industrias derivadas de estas. En cuarto lugar, se ubica la extensa región patagónica (sur del país) que, pese la escasa densidad demográfica, la aridez del suelo y su clima austral, muestra una creciente productividad minera, energética, turística y comercial. En quinto lugar, se identifica a la región noroeste, donde la actividad económica es menor por la aridez propia de la región precordillerana y un menor parque industrial, se caracteriza por la producción agrícola, de hidrocarburos y el turismo. Finalmente, se ubica la región noreste, de clima subtropical, con una economía basada en cultivos locales y con las condiciones de vida más precarias del país.

Gabriel Kessler, en un reciente libro sobre el período 2003-2013, afirma que el país ha experimentado un avance importante en términos de equidad, aunque persisten núcleos de exclusión estructural:

Podríamos agrupar aquí a quienes permanecen excluidos o expulsados del sistema escolar; los que sufren ciertas ´enfermedades catastróficas´ u otras graves sin adecuada cobertura o sin acceso a los servicios, quienes tienen las mayores dificultades de vivienda, los expulsados de sus tierras, los que sufren mayor violencia de distinto tipo y quienes viven en zonas relegadas, donde carencias de infraestructura y de oportunidades se retroalimentan (…) La mejora general de la situación no pareció repercutir en una disminución de las brechas de desarrollo, destacándose la particular situación desfavorable del Noroeste y, más claramente, del Noreste (2014, p. 340).

En términos de mortalidad, la esperanza de vida al nacimiento ha crecido en todas las jurisdicciones, con más intensidad en el sexo masculino que en el femenino y con más rapidez en el período 2001-10. Sólo la provincia de San Juan muestra un leve retroceso en los varones para el año 2003, cuya tendencia deberá ser confirmada cuando se dispongan de los registros de hechos vitales de 2014. La mortalidad infantil muestra también un notable progreso en todo el país, particularmente en las provincias con mayores tasas relativas (Chaco, Jujuy y San Juan), a pesar de reproducirse las importantes diferencias regionales ya mencionadas.

En cuanto a la fecundidad general, la población nacional registra un suave descenso a lo largo del período estudiado, menor a lo esperado si se lo compara con la experiencia de los países vecinos. Se verifica que las provincias con mayores niveles de fecundidad inicial disminuyen de manera visible su tasa global (Chaco y Jujuy), mientras que las jurisdicciones con niveles más bajos incrementan la fecundidad hacia 2010 (Córdoba y ciudad de Buenos Aires).

Por su parte, la fecundidad adolescente se muestra renuente al descenso en el ámbito nacional con excepción de las provincias con tasas iniciales mayores (Chaco, Jujuy y Chubut). En Argentina, se verifica un leve aumento del 5 por ciento a lo largo del período estudiado, con un ligero descenso hacia 2013 y llama la atención los incrementos verificados en las jurisdicciones con baja fecundidad adolescente en 2001 (ciudad de Buenos Aires) o moderada (Córdoba y San Juan). Ello está mostrando una de las formas de rezago transicional más resistente al cambio y que sostiene situaciones de riesgo para la salud de las madres y niños, como también compromete el futuro económico de las mujeres jóvenes y sus familias.

Al tomar en cuenta la composición etaria de las jurisdicciones como resultado de la dinámica demográfica de las últimas décadas, se puede apreciar la disminución generalizada de las relaciones de dependencia de menores como fruto del proceso de envejecimiento. A pesar del suave descenso de la fecundidad y la extensión de la esperanza de vida en ambos sexos, Argentina se encuentra transitando su período de bono demográfico en todas las provincias estudiadas. La ciudad de Buenos Aires es la excepción a esta tendencia, dado el mayor envejecimiento que muestra su población desde hace décadas.

En síntesis, se puede concluir que, en términos generales, la población argentina ha experimentado desde el año 2001 un avance en su proceso de transición demográfica que coexiste con situaciones de rezago transicional y los riesgos asociados a estas. Sobre la persistencia de los riesgos, Kessler afirma que:

[Muchas] desigualdades entrañan situaciones de riesgo diferenciales, en la medida en que son más probables desenlaces trágicos o altamente perniciosos. Peores transportes no son solo un sufrimiento cotidiano y mayor tiempo consumido a diario, sino una mayor probabilidad de sufrir un accidente; caminos defectuosos pueden llevar a que en caso de una enfermedad no se llegue a los servicios de salud; la falta de obras en zonas inundables desembocará en tragedias; vivir en áreas altamente contaminadas causa más enfermedades; la concentración de homicidios y de presión policial en determinadas zonas incrementa la posibilidad de represión o de una muerte violenta para quienes las habitan. Esta faceta de la desigualdad conlleva la doble dimensión del riesgo. Una es objetiva y calculable: la mayor probabilidad de tener un percance trágico; la otra es subjetiva pero omnipresente: vivir con la experiencia de dicha amenaza que, aun si no se concretase, implica mayor nivel de estrés y de sufrimiento (2014, p. 342).

En coincidencia con el panorama reseñado, en esta investigación se destacan la permanencia de los siguientes riesgos:




Estas conclusiones necesitan ser confrontadas con el cómputo de la información disponible para las restantes provincias, a fin de confirmar o corregir las tendencias observadas en las jurisdicciones aquí seleccionadas. Asimismo, es indispensable el seguimiento de los indicadores de dinámica demográfica cuando se dispongan de nuevos registros de estadísticas vitales. También queda sentada la base para ampliar el análisis a otros indicadores, como la composición interna de la mortalidad infantil, la mortalidad materna, el cálculo de años de vida perdidos por edades y causas de las defunciones, y los saldos migratorios. A pesar de estos límites, se estima que el ejercicio es válido para describir la evolución contemporánea de la población argentina, en especial, para evaluar las diferencias internas y sus respectivas dinámicas demográficas.

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Rezagos transicionales y vulnerabilidad social en la dinámica poblacional contemporánea. Argentina, 2001-2013 by Leandro M. González, Bruno Ribotta y María Marta Santillán Pizarro is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.


1 Este trabajo fue presentado como ponencia en las XII Jornadas Argentinas de Estudios de Población, Salta (Argentina), a realizarse los días 16-18 de septiembre de 2015. El trabajo es inédito y no fue sometido a otras publicaciones.

2 Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS). Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Universidad Nacional de Córdoba (UNC). ARGENTINA. leandrogonzalez@yahoo.com.ar

3 Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS). Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Universidad Nacional de Córdoba (UNC). ARGENTINA. brunoribo@yahoo.com.ar

4 Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS). Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Universidad Nacional de Córdoba (UNC). ARGENTINA. mm_santillan@yahoo.com.ar

5 El descenso de la esperanza de vida de la población masculina de San Juan en 2013 debería ser tomada con cautela, ya que para dicho año no se tomaron promedios con otros años como en los otros puntos de tiempo considerados. La disposición de los futuros registros de defunciones de 2014 permitirán revisar este valor para confirmar o ajustar la tendencia.

6 El “bono demográfico” se define como el período de tiempo en el que disminuye transitoriamente la relación de dependencia total, por efecto del descenso de la fecundidad (caída de la población menor de 15 años), hasta que vuelve a incrementarse por efecto del envejecimiento (incremento de la población de 65 años y más). Rodríguez Vignoli afirma que, a pesar de las dificultades para aumentar el empleo en América Latina, esta etapa abre condiciones potencialmente favorables para el crecimiento económico, la reducción de la pobreza y la holgura para el presupuesto público derivada de la estabilización de los nacimientos (Rodríguez Vignoli, 2007).