ALMA GLORIA NÁJERA AHUMADA*
MARÍA BLANCA LÓPEZ ARELLANO*
ANGÉLICA AREMY EVANGELISTA GARCÍA*
ÚRSULA ZURITA RIVERA*
ISAURA ORTIZ ÁLVAREZ*
BERTHA APARICIO JIMÉNEZ*
(Dirección General de Planificación Familiar, Secretaría de Salud. Las auroras agradecen a Juan Guillermo Figueroa Perea sus comentarios y aportaciones al presente artículo.)
En el presente artículo se pretende esbozar algunas reflexiones sobre cómo las mujeres valoran la maternidad y cómo perciben el ejercicio sexual, por juzgar que son dos elementos fundamentales para que una mujer decida hacer uso o no de la metodología anticonceptiva, es decir, para que regule su fecundidad, y además por considerar que estos dos mismos elementos son centrales en la construcción de la identidad genérica de la mujer.
El trabajo que se presenta forma parte del proyecto "Valoración de la maternidad, ejercicio sexual y comportamiento reproductivo en tres áreas rurales de México", que se lleva a cabo en la Dirección de Estudios de Población de la Dirección General de Planificación Familiar, como parte de sus actividades de investigación; el proyecto es financiado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), si bien la etapa en que se encuentra en estos momentos no permite hacer una discusión de sus resultados; sin embargo, los periodos que anteceden al procesamiento y análisis de la información, así como el mismo trabajo de campo, nos permiten presenter algunas reflexiones en torno a los siguientes aspectos.
En primera instancia, se discute la relación entre las tres dimensiones centrales del proyecto desde la perspectiva de género, que se propone como la que mayores elementos puede proporcionar al estudiar dimensiones que parecen centrales en la identidad genérica de las mujeres, como son su maternidad, el ejercicio sexual y la regulación de la fecundidad. Como un segundo apartado, presentamos la estrategia para abordar la problemática a estudiar a través de una entrevista de profundidad, cuyos ejes centrales son la unidad doméstica y el ciclo de vida, y argumentamos por qué, al estudiar esas dimensiones, consideramos que son fundamentales si lo que pretendemos es incursionar en la vida de las mujeres, intentando reconstruir parte de su identidad genérica, entendida esta última como el proceso mediante el que cualquier ser humano asume su ser. En este proceso, es esencial el aporte del entorno cultural en el que se desenvuelve, en oposición al hecho biológico de haber nacido con un sexo; en este sentido estamos privilegiando ese proceso de construcción social que se inicia desde el nacimiento aunque, si bien está determinado por lo social, reconocemos que en lo individual se produce mediante procesos psíquicos y mentales.
En este mismo apamdo, se discute la conveniencia de abordar lo que hemos denominado informantes clave, para tratar de reconstruir el contexto cultural en el que se insertan las mujeres con respecto a esas tres dimensiones. En la clásica definición de salud de la Organización Mundial de la Salud se plasma la búsqueda de un equilibrio del ser humano, dado que se afirma que la salud debe ser considerada como el completo estado de bienestar físico, social y mental. Finalmente, en el último apartado, discutimos algunos puntos que pensamos que el presente proyecto puede aportar para tratar de rescatar, en la operatividad de los programas, esa parte donde el discurso se presenta muy explícito con respecto a la salud de las mujeres.
VALORACIÓN DE LA MATERNIDAD, EJERCICIO SEXUAL Y COMPORTAMIENTO REPRODUCTIVO
La perspectiva de género en los estudios de la reproducción
A partir de las políticas de población destinadas a bajar el ritmo de crecimiento poblacional, las mujeres de diferentes sectores sociales han podido controlar el número y momento de sus embarazos, con lo que han hecho efectivo el derecho reconocido explícitamente en la I Conferencia Mundial de Población organizada por las Naciones Unidas, que tuvo lugar en Bucarest en 1974. Sin embargo, estas políticas se han puesto en práctica sin atender otros fenómenos y procesos sociales que se encuentran íntimamente ligados con la reproducción y la fecundidad, como son el lugar de las mujeres en la sociedad, el sentido y valorización de la maternidad, el significado simbólico de los hijos para los varones, el ejercicio de las sexualidades masculina y femenina. De esta manera, un conjunto de prácticas que podrían tener como resultado el aumento de la autonomía y la disminución de la subordinación de las mujeres, no parece estar llevando a tales resultados sino, por el contrario, a un aumento sobre el control de las mismas (De Barbieri, 1985).
Para acercarnos a la comprensión del comportamiento reproductivo de las mujeres, y en específico a la valoración de la maternidad y el ejercicio sexual, nos remitimos a la reflexión sobre las distintas formas en que las mujeres viven y manifiestan la relación que establecen con su cuerpo. Es en el cuerpo-persona (Aisenson, 1981) donde se expresan y concretan en forma visible la percepción que se tiene de la vida y la muerte, cuerpo que vive, siente y expresa los contenidos de lo que significa ser mujer en un contexto sociopolítico y cultural específico, concepción del mundo que define la posición y comportamiento de los sujetos frente a distintos eventos del quehacer cotidiano.
En esta línea de investigación, abordamos a nuestros sujetos de estudio a partir de las diferencias construidas socialmente sobre la base de una capacidad biológica como lo es la procreación, que se expresan a través de la división sexual del trabajo y las relaciones de poder que se manifiestan a través de éstas, pues las distintas formas en que varones y mujeres perciben y asumen la vida han sido explicadas a través de esta diferencia biológica. Las distintas manifestaciones que expresan las formas de sentir, de interactuar, de percibir el amor y de amar, de apropiación de procesos, del ejercicio de poder, de valorar comportamientos concretos frente a eventos cotidianos y de participación en experiencias vitales, son expresiones de la construcción social de ser varón o ser mujer.
La perspectiva de género nos permite compenetrarnos en el ámbito cultural, donde los sujetos que deseamos conocer recrean sus vidas, pues es a través del conocimiento de los valores, costumbres, tradiciones e ideas que conforman su cosmovisión, que podemos acercarnos a la forma en cómo las mujeres valoran, sienten y expresan la vivencia de la maternidad y el ejercicio sexual. A través de esta perspectiva se ha podido constatar que no es lo mismo el sexo biológico que la identidad asignada; ésta es una construcción social, una interpretación social de lo biológico. La división en géneros, basada en la anatomía de las personas, supone formas determinadas de sentir, de actuar, de ser. El género se adquiere a través de un complejo proceso individual y social.
Es necesario aclarar que en esta propuesta no se intenta excluir el concepto de clase social del análisis histórico de las mujeres, pues sus condiciones de vida, así como sus comportamientos concretos, están adscritos a un momento histórico específico (condiciones económicas, sociales y políticas). De tal forma, deseamos conocer cómo es que las mujeres aprehenden y asumen una cosmovisión que va a organizar y estructurar su ciclo de vida, es decir, de qué manera interiorizan los valores, creencias, costumbres y tradiciones que van a construir su identidad genérica como sujetos sociales miembros de una comunidad.
El vínculo entre la valoración de la maternidad, el ejercicio sexual y el comportamiento reproductivo se expresa necesariamente en la relación que el cuerpo femenino establece con el mundo exterior, es decir, la forma en cómo las mujeres sienten y viven sus afectos, sus emociones y la forma en cómo se perciben ellas mismas, el cuerpo, el espacio donde se sintetizan los contenidos de lo que significa ser mujer, la definición que legitima o descalifica a una mujer en un contexto cultural es específico.
Maternidad y sexualidad, expresiones vitales del cuerpo femenino
Uno de los elementos relevantes de haber considerado la valoración de la maternidad y el ejercicio sexual como objetos de estudio dentro del proceso de investigación del comportamiento reproductivo y la regulación de la fecundidad, en particular de las mujeres, estriba en que dicha maternidad ha sido referente social para ir construyendo la identidad de las mujeres, no como algo natural sino precisamente como un producto social, a lo largo de la historia de la humanidad. Paralela a dicha construcción se ha ido marginando la sexualidad de la reproducción, en particular la femenina ;se le ha dado una connotación valorativa de culpabilidad, de definición en función de los otros y de negación del placer perso-iial para vivir en función del placer de la otra parte, de represión de la sexualidad como precio de la sublimación de la maternidad, función propia de la mujer.
Ante esas premisas, cuerpo, sexualidad y maternidad, son expresiones de un mismo hecho social: el comportamiento reproductivo. No pretendemos ni queremos decir con esto que en ellos se agote ese comportamiento, pero sí son manifestaciones culturales que se han intentado explicar desde distintas perspectivas teóricas. Una de ellas asienta que las mujeres han sido expropiadas de su sabiduría, de su creatividad y de la posibilidad de diversificar sus deseos; complemento de lo anterior es que el cuerpo de las mujeres ha sido normado, sometido a las necesidades de un sistema clasista-sexista que las define como un cuerpo-ser-para-los-otros (Basaglia, 1987), cuerpo para la procreación, para prodigar, para servir, para maternalizar; cuerpo disciplinado que se somete y legitima frente a la sociedad como mujer-madre, madre-esposa (Lagarde, 1990), reproductora de vida, de cultura.
De tal forma, a partir de esta perspectiva, la identidad de las mujercs se define con base en los atributos que la sociedad ha depositado en una capacidad biológica como es la procreación, interpretación social que reduce los espacios de interacción y limita las posibilidades de desarrollo de las mujeres como seres humanos; en esta forma, las mujeres son especializadas desde la infancia para cumplir con la encomienda de ser madres y su existencia se organiza en torno a la maternidad. Ésta se constituye así en institución fundante de la subjetividad femenina; los descos, necesidades, fantasías e intereses que las mujeres visualizan en su ciclo de vida, se definen por las expectativas que depositan en el hecho de ser madres.
De esta forma, como lo asienta Lagarde (1990), el significado que las mujeres atribuyen a la maternidad se constituye en el eje organizador de sus vidas, pues a través de esta vivencia se pretende encontrar la completud, la legitimidad como mujer, en un mundo donde para ser reconocida se necesita haber parido. Las mujeres tienen que dar vida para ser visibles, para ocupar un lugar en este mundo, y esa posibilidad la ofrece la maternidad, la capacidad de procrear, de reproducir la especie y el linaje, de educar, socializar, custodiar la sexualidad, resguardar y controlar que el orden del universo impuesto no sea relajado, es decir, velar porque la cultura se reproduzca, reafirmar día con día los contenidos de esta cosmo-visión que fragmenta el cuerpo para la procreación o para el placer.
Es así, que al vincular a las mujeres con el "instinto maternal" -entendido éste como una cualidad natural a su identidad femenina-, se les atribuyen adjetivos relacionados con el amor, la bondad, la renuncia, la entrega; siempre vinculada a la capacidad de dar, madre dadora, nutricia, siempre dispuesta a dar, si es necesario llegar a la renuncia con el propósito de satisfacer las necesidades o deseos del otro (hijos, esposo, compañero, amigas/os, etc.) (Basaglia, 1987).
Este vínculo con "los otros" a través de la prodigalidad es el contenido esencial de la maternidad como institución, que define la identidad de las mujeres y a través de la que encuentran sentido a su existencia; se busca la completud por medio de la satisfacción de las necesidades de "los otros"; así, los deseos de las mujeres se vuelven los deseos de "los otros".
Sin embargo, otra postura alternativa - aunque consideramos que también complementaria a la anterior - postula que en ese vivir y ser para los otros, las mujeres encuentran también la satisfacción que les dan los hijos, el permitirles que esa necesidad de maternalizar todo en su entorno la cumplan en ellos; a través del trato cotidiano en el proceso de socialización y crianza, las mujeres depositan en los hijos una serie de valores, que en cierta medida recompensan esa expropiación: la compañía que les brindan, el amor que les prodigan a ellos y éstos a ellas, la sensación de felicidad que logran a través de esos ratos y etapas en la cotidianidad, el juego, la diversión.i
Por otra parte, también lo que ellas perciben, lo que pueden obtener a través de cumplir con esa norma de la maternidad, está relacionado, por un lado, con la valoración social de la mujer en el sentido de que la "familia" existe solamente cuando una pareja tiene hijos, antes no, y de tal forma se adquiere ese estatus al que la mujer aspira; por otro, la percepción de obtener, a través de los hijos, un lazo más fuerte en la unión ya sea matrimonial y aun con más fuerza cuando es consensual.
Asimismo, en el ámbito psicológico la mujer obtiene una serie de gratificaciones a través de los hijos, que incluyen cuestiones tales como tener una motivación para obtener éxitos y realización, el sentirse más femenina, el tener responsabilidades en la vida, el sentir que sus hijos son la prolongación de ellas mismas y, por otra parte, ese poder que se obtiene a través de la manipulación de los afectos de los hijos en el interior de la familia (Block, 1990; Chodorow, 1989; Espenshade, 1977).
A partir de esas dos perspectivas aparentemente tan disímiles, pensamos que se puede explicar la fuerza con que la mayoría de las mujeres siguen siendo madres, si bien es cierto que, vista desde la primer postura, es asumir la maternidad como algo que despersonaliza a las mujeres, y las hace ver como sacrificadas y víctimas; a partir de la segunda interpretación, las mujeres pareciera que obtienen una serie de satisfacciones y gratificaciones, por lo que consideramos que las dos perspectivas se complementan y juntas pueden ser una interpretación que se acerca más a la realidad, de cómo viven las mujeres la maternidad.
Por otra parte, la procreación, como capacidad inherente a la fisiología de las mujeres, en sí misma, no tiene ningún poder; es la sociedad la que ha depositado, a través del control de esa capacidad, garantizar que los hijos sean consanguíneos; esto es posible sólo si se norma el cuerpo de las mujeres. Esa postura considera que el cuerpo femenino es regulado a través de los contenidos de lo que significa ser mujer, es decir, la conformación de su identidad; esto también se expresa a través de la legitimación de una unión, sea contrato matrimonial o unión libre. Las mujeres, al institucionalizar una unión de pareja, en un contexto patriarcal, ya no tienen derecho a establecer vínculos sexuales con otra persona, y si lo llegan a hacer se hacen merecedoras de fuertes sanciones.
Podemos decir que, mediante el contrato matrimonial, la sociedad reglamenta en qué condiciones se pueden tener relaciones sexuales; puede suponerse que esta forma de normar el acceso al cuerpo y con ello las relaciones sexuales también se extiende a los varones; sin embargo, esto no es así, pues la concepción cultural, que delimita los espacios de interacción entre los sujetos, ha definido también valores morales que van a normar los comportamientos, deseos, formas de sentir, de acercarse al placer y al goce, diversas formas de encontrar la completud, que no son los mismos para varones y mujeres. La expectativa o fantasía es ser reconocida ante los otros; por lo tanto, en el marco de las representaciones sociales; ser mujer significa ser madre.
De tal forma, pareciera que las mujeres viven la maternidad como una cuestión fundamental que, si bien es cierto las subordina, las expropia y las hace ser "un ser para los otros", también lo viven como algo gratificante y satisfactorio, por lo que esa parte fundante de su identidad la viven con ambivalencia y conflicto. Es en este sentido, que una de las inquietudes que se desprende de este estudio es conocer de qué manera la identidad genérica de las mujeres se ha redefinido a consecuencia de la adopción de métodos anticonceptivos o si su comportamiento reproductivo se ha modificado por las condiciones materiales en que vive, o por algún otro elemento del contexto cultural. Sabemos que las mujeres cuando deciden regular su fecundidad valoran (en forma consciente o inconsciente) diferentes acontecimientos de su vida diaria; la valoración de los hijos, el significado que la maternidad da a sus vidas, sus condiciones de salud, su relación de pareja, la ausencia de fuentes de trabajo, etc.; todas estas expresiones son incorporadas en el proceso de toma de decisiones que las mujeres efectúan cuando deciden regular su fecundidad.
Es necesario entonces acercarnos a la comprensión de los valores atribuidos a la maternidad, preguntarnos por ejemplo qué sucede cuando algunas mujeres deciden espaciar sus embarazos. Eso significaría atentar contra uno de los valores más altos que constituyen la concepción del cosmos, es atentar contra su propia identidad, aceptar que ya no quiere o ya no desea ser madre, después de haber aprehendido una concepción de lo que debía ser mujer, cuyo cumplimiento la legitima y la hace merecedora de prestigio frente a los demás. La adopción de métodos anticonceptivos puede posibilitar que las mujeres asuman una actitud diferente frente a sí mismas y al mundo, es decir, la práctica anticonceptiva puede ser una vivencia que permita un proceso de reflexión, en el cual las mujeres aprendan a tomar decisiones sobre sus cuerpos, sobre sus vidas, la posibilidad de vivir una sexualidad placentera, de diversificar sus deseos, de ganar espacios que expresen su autonomía como sujeto protagónico en la creación de la cultura.
Por otra parte, en el sentido más amplio, la sexualidad se refiere no sólo a las excitaciones, actividades y representaciones presentes desde el inicio del desarrollo psicobiológico; la sexuali-dad no constituye un dispositivo ya estructurado previamente, sino que se va estableciendo a lo largo de la historia individual y colectiva, y se constituye en el seno de estructuras intersubjetivas. En torno al ejercicio sexual existen opiniones, valores y elementos afectivos y esta esfera de componentes refleja los factores ideológicos y culturales de una sociedad.
Existen distintos planteamientos teóricos que desarrollan la manera como se percibe socialmente la sexualidad femenina. Uno de los planteamientos más interesantes ha sido el desarrollado por Franca Basaglia (1987). Esta autora señala que el cuerpo femenino ha sido considerado como un cuerpo-para-otros. Plantea que las etapas del cicio de vida de las mujeres pasan por las modificaciones y alteraciones de su cuerpo; que para la mujer el espacio que le ha sido reservado es su cuerpo, y sobre las funciones naturales de éste se define su existencia; su comportamiento está encaminado a proporcionar cuidados vitales, cuidados afectivos. De esta forma, pareciera que su ser mujer está relacionado con la obligación de proporcionar algo a los demás, dar algo real o simbólico, existir para los otros. Sólo de esta manera se reconoce frente a los demás, no se asocia con el goce y el placer sino con el amor, el compañerismo o la obligación.
Las desigualdades en la adquisición de poder entre los géneros en nuestra sociedad se plasman fuertemente en la dimensión de la sexualidad femenina, que ha sido un espacio en donde existen más prohibiciones, pero también existen concesiones y planteamientos ambiguos. La exageración de las dotes femeninas de seducción en los medios masivos de comunicación, en aras de una supuesta liberación de la sexualidad, se ha convertido en otra forma de control del cuerpo femenino. Parafraseando a Basaglia, se puede plantear que una cultura en donde se exalta el aspecto sexual en la vida de una mujer en detrimento de otras cualidades a desarrollar, impide que esta sexualidad sea verdaderamente suya.
Se sabe que el entorno social influye en la construcción social de la sexualidad y en las modalidades que adopta la conducta sexual de los individuos, pero aún existen muchas interrogantes para saber por dónde cruza la relación entre lo sociocultural y la conducta sexual individual, y en identificar las interrelaciones concretas entre los aspectos anteriores y el comportamiento reproductivo.
Por otra parte, la bipolarización de la sexualidad femenina y masculina es otra construcción social basada en ese sistema de géneros. Se le ha dado a la mujer el lugar de no tener una necesidad o un deseo sexual, o tenerlo en un grado mucho menor que el del hombre, porque su acercamiento a lo sexual se apoya invariablemente en el amor, en el romanticismo y la ternura. De tal forma, la vida sexual no parece ocupar un lugar central en la vida de las mujeres y mucho menos asociarse con el placer. En ese sentido, a las mujeres se les ha visto como objeto de deseo exclusivamente y pocas veces como sujeto activo, y de ahí la desexualización o la consideración de la sexualidad femenina más como impulso afectivo que como un impulso físico hacia el placer, como lo ha mencionado Vance (1989).
¿Qué tiene que ver la regulación de la fecundidad con la valoración de la maternidad y con el ejercicio sexual?
Sabemos que los seres humanos (varones y mujeres) tenemos en la vida la capacidad de producir con el cuerpo la posibilidad de placer en el cuerpo del otro/a. Pero sólo las mujeres tenemos un cuerpo que produce otro, sólo el cuerpo de las mujeres ha asegurado hasta ahora la sobrevivencia del huevo fecundado y, por lo tanto, de la especie humana. De ahí que el cuerpo femenino sea valioso en las edades reproductivas, pues posee un poder particular, específico de las mujeres. No es que el cuerpo femenino como entidad biológica tenga poder, son las sociedades las que se lo otorgan. Para asegurarse un control efectivo sobre la reproducción es necesario actuar también sobre la sexualidad, lo que requiere reglamentar el acceso al cuerpo femenino (De Barbieri, 1991).
Cuerpo y sexualidad sobrevalorados son ejes sobre los que se estructura su condición genérica y la opresión. Los principios que la mantienen en la dependencia y, también, los espacios en los cuales se funda y desarrolla la opresión que totaliza sus vidas, como grupo social y como particulares. Por esto, al mismo tiempo cuerpo y sexualidad son instrumentos y sus espacios de poder, porque están a disposición de la sociedad y de la historia, en la forma en que cada sociedad ha necesitado y decidido que sea.
Así, la dicotomía entre la fecundidad natural y la controlada es una construcción ideológica que pone de manifiesto la relación entre el poder y la sexualidad. La reproducción no ocurre en individuos aislados, sino en sociedad. La reproducción biológica de la población es inseparable de la reproducción social o de los sistemas sociales como un todo.
Cada sociedad organiza e interviene en diferentes momentos de la secuencia del proceso reproductivo. Cada momento de la secuencia reproductiva ofrece una oportunidad para la toma de decisiones y el manejo de conflictos. Los factores que gobiernan la organización de estos diferentes momentos se relacionan con las formas de organización social, la división sexual del trabajo, los sistemas de representación y, especialmente, con las concepciones acerca de las formas de relación entre los géneros. Dependiendo de la organización de estos factores en un momento dado, podemos hablar de diferentes sistemas o diferentes modelos de reproducción.
Cada sociedad establece guías para distinguir los casos en los que la reproducción es permitida, e incluso requerida, de aquellos en los que la sexualidad no debe llevar a la procreación. Cada sociedad establece normas para limitar la multiplicidad de formas que puede adoptar la sexualidad. Una de las formas institucionales de la sexualidad reproductiva y de la no reproductiva es la que divide la reproducción para las esposas y la no reproducción para las prostitutas. La sexualidad conyugal, sobre todo al inicio de la vida en pareja, es uno de los espacios en donde la reproducción no sólo es permitida sino alentada.
Como asientan Rodríguez et al., (1995), las creencias, mitos y experiencias propias de cada sexo son distintas y complementarias al mismo tiempo, de manera que se establece una relación que reproduce los estereotipos de género para ambos. Los mitos y creencias alrededor de la sexualidad operan en un nivel no consciente que, a pesar de ser contradichas por la racionalidad y la información, suelen convertirse en parte de la identidad y definición del ser varón o ser mujer.
Las construcciones subjetivas en relación a la sexualidad parecen tener un fuerte vínculo con las creencias de la religión judeo-cristiana, en lo que respecta a una marcada necesidad de negar el erotismo femenino en favor de una sexualidad reproductiva. La perspectiva que equipara la sexualidad femenina a la función reproductiva parece tener consecuencias directas en la manera como se vive la sexualidad y en las acciones que se implementan para evitar un embarazo.
En sociedades fuertemente sexistas y de gran represión sexual -como son las latinoamericanas -, la maternidad es una institución por medio de la cual se justifica el ejercicio de la sexualidad femenina y su razón de ser en el mundo. A este discurso, que no ha perdido su vigencia hoy día, se sobrepone otro que le dice a lasmujeres que sean menos madres, que tengan sólo los hijos que puedan alimentar, cuidar y educar; es decir, en la práctica de la anticoncepción y en el discurso que la promueve hay una desvalorización de hecho y simbólica de la función materna como se vivía y pensaba anteriormente. Esto es, se promueve otro tipo de maternidad, y por ende otra valorización, donde la razón y la capacidad de incidir en ella es fundamental a partir de la utilización de la metodología anticonceptiva, ya que es una maternidad controlada, espaciada y limitada, y su elección pareciera ser el resultado de un proceso racional y explícito, una vez valoradas sus ventajas y desventajas en términos económicos, emocionales y de salud, tanto para la mujer como para la pareja.
Pero a la vez, el contexto social y cultural -esto es, las distintas situaciones económicas, la Iglesia, los organismos estatales, los medios de comunicación, parientes y amigos - obligan a las mujeres a tener hijos. Las mujeres no pueden optar por no tener hijos y hacer un proyecto de vida que, asumiendo la sexualidad, no pase por la maternidad, sin ser objeto de la preocupación, el desconcierto y rechazo que genera esta opción (De Barbieri, 1985: 110).
En el discurso se reconoce que la decisión de adoptar un método anticonceptivo depende, no sólo del acceso que se tenga al mismo, sino que es un proceso más complejo en el que se valoran los medios de regulación de la fecundidad desde una perspectiva psicológica, social y de acceso y evaluación a las diferentes fuentes de obtención. En este sentido, la promoción y difusión de la metodología anticonceptiva es argumentada en el discurso de las políticas y programas de población, en términos de favorecer el mejoramiento de la salud materno-infantil, pero también posibilitar que la población que hace uso de ella, especialmente las mujeres, puedan acceder a otras opciones que no se circunscriban únicamente a la maternidad o paternidad, según sea el caso. De tal forma que al planear sus embarazos se contribuya a la realización de otras actividades como la incorporación al mercado laboral y al estudio, entre otras, además de las que se derivan de la reproducción y cuidado de los hijos.
Sin embargo, habría que reconsiderar estas aparentes ventajas que trae consigo el uso de la anticoncepción en determinados ámbitos, donde es imposible desarrollar esas otras actividades porque es inexistente o limitado el acceso real al mercado laboral o a la educación. Así, vemos que la maternidad y el ejercicio sexual son vivencias que tienen que ser incorporadas en el estudio del comportamiento reproductivo de las mujeres, pues ambas constituyen -en un mundo clasista-sexista- el punto nodal en el cual se sustenta la apropiación del cuerpo femenino y por tanto de la identidad genérica de las mujeres. Queremos analizar esta experiencia en relación con otras vivencias, pues la valoración de la maternidad, así como el ejercicio sexual pueden modificarse a partir de la experiencia vivida como madre.
No proponemos que estas afirmaciones -descritas, elaboradas y retomadas en este planteamiento teórico- sean tajantes, definitivas o universales, sino únicamente esquematizan una muestra del tipo de interpretaciones que se le han dado a las construcciones sociales alrededor de la identidad de los géneros. Precisamente en cuanto construcciones sociales, asumimos que pueden irse modificando e incidiendo sobre ellas, a partir de la identificación de las formas en que se fomentan y reproducen, a la par que de la manera en que las personas individuales van repitiéndolas o bien van construyendo otras interpretaciones, a partir de sus realidades específicas y de sus historias concretas. Es decir, no se da como algo determinado e inescrutable en lo que no se puede intervener, sino como una referencia compleja, reproducida durante muchos años por mecanismos ideológicos y culturales, pero al final de cuentas construcción social, que puede llegar a transformarse, por complejo que esto resulte.
La perspectiva cualitativa en los estudios sobre comportamiento reproductivo
El problema que nos ocupa, además de tener referencias en otras investigaciones dentro de esta línea, tiene básicamente sus inicios en la revisión de algunos de los resultados obtenidos en el estudio sobre "Determinantes de la práctica anticonceptiva en México" (Edepam) llevado a cabo en 1988 en la Dirección General de Planificación Familiar (Figueroa et al., 1988). Una de las reflexiones que nos interesó fue que la maternidad y la sexualidad ocupan papeles importantes, ya que en función de la percepción que se tenga de la posibilidad de decidir y ejercer la propia sexualidad -en parte permeada por relaciones de poder en la pareja, pero también por valoraciones sociales-, se darán opciones o existirán las mismas para acceder o para planear ideales definidos alrededor de esos ámbitos. Paralelamente, la forma en que se proyecte esa construcción de la maternidad en el proceso vital de las mujeres puede definir su grado de motivación para llevar a cabo algo que modifique sus potenciales reproductivos.
La necesidad de continuer en la profundización de este comportamiento y de algunos de sus elementos como ejes de este proceso, fue lo que nos llevó a plantear una investigación sustentada en una metodología que recogiera evidencias sobre todo de corte sociocultural, y que nos ayudaran a explicar más en profundidad la conjugación o diversidad de factores que se encuentran inmersos y entrelazados en las decisiones sobre reproducción, teniendo siempre presente que la búsqueda que nos hemos planteado es sólo una parte de sus componentes. La necesidad de visualizar dicho comportamiento desde otra perspectiva, por ende también nos permitirá observar el comportamiento particular de las mujeres desde otros ángulos que no habían sido considerados como importantes para la toma de decisiones reproductivas.
Para lograr nuestros objetivos, decidimos hacer la búsqueda a través de técnicas (entrevistas a profundidad) que nos permitieran conocer y profundizar dentro de lo posible, en todo ese proceso que lleva a una mujer a tomar una decisión en el campo reproductivo, ya sea en forma consciente o no, haciendo un énfasis especial en aquellos momentos clave de una decisión como lo son la unión, la primera relación sexual, el primer hijo, entre otros.
A través de la técnica seleccionada, en el presente proyecto se intenta profundizar precisamente en valoraciones que son difíciles de expresar, y que se encuentran matizadas por toda una serie de aspectos objetivos pero también subjetivos, no del todo conscientes, respecto a la maternidad y ejercicio sexual. La toma de decisiones no necesariamente implica una secuencia, tanto en términos temporales como espaciales de pasos a seguir, donde se tenga "claro" qué es lo que se busca y cómo se intenta conseguir, sino un proceso en el cual la motivación y los costos se puedan dar al mismo tiempo y, a su vez, incidiendo recíprocamente.
Nuestra propuesta recupera la conceptuación sobre la toma de decisiones que, en última instancia, permea toda la investigación, dado que el tener hijos, hacer uso de la anticoncepción, tener relaciones sexuales, o no, son eventos en la vida de cualquier mujer que tienen que ver con decisiones ya sea "racionales" o "inconscientes," que están obligadas a adoptar a lo largo de su vida.
En este sentido, el énfasis de nuestra propuesta se encuentra permeada por la perspectiva de género, en términos de lo que a la mujer se le ha inculcado desde su primera etapa de socialización, y que va conformando su identidad genérica; en tal sentido nos preguntamos ¿qué tantas posibilidades tiene una mujer de decidir, cuando la norma social le dicta a ella que el ser madre y el no gozar su sexualidad es lo que le toca en la vida? Es decir, tratamos de acercarnos a esa parte de la cultura y al grupo al que pertenece, en términos de lo que se podrían llamar las decisiones "no racionales", porque se van adquiriendo y aprehendiendo sin que uno quiera o se dé cuenta y que, además, van conformando esa identidad que nos va a conducir por la vida.
Si los elementos centrales de nuestra propuesta están puestos en la valoración de la maternidad y el ejercicio sexual -que son ejes fundantes de la identidad de la mujer-, la de género es una perspectiva que nos permitirá entrar en esa subjetividad y, además, en ese contexto cultural que la va delineando y conformando. Lo central de nuestra propuesta teórica no se puede separar de la propuesta de acercamiento a la realidad, por tanto se eligió la entrevista abierta, que le permitiera a la mujer no encasillarse en preguntas y respuestas, sino hablar, si bien no en total libertad porque es a través de una guía, sí ir estructurando parte de su vida, y lo más importante ir estructurando procesos, de tal forma que aunque el marco conceptual es una guía para delimitar la información que requeríamos, también la propuesta analítica nos proporciona la oportunidad de reconstruir los conceptos.
Por otra parte, las dimensiones o grupos de variables seleccionadas en las entrevistas, tienen una secuencia temporal, en términos de lo que sería una decisión a través del ciclo de vida de la mujer, que es una dimensión que organiza los tiempos de vida de ellas, y no mediante cuál sería el siguiente paso de una decisión en específico. Como se ha plasmado, este proyecto surge como inquietud de seguir ahondando en el comportamieno reproductivo de la población. La búsqueda nos obliga a incursionar desde otra perspectiva, que permita visualizer a la mujer como un todo y no fragmentada, que ponga énfasis en la mujer como un ser integral inserto en una cultura y contexto determinado. Una en la que se tome en cuenta la posibilidad de ir reconstruyendo sus vivencias desde la infancia -la cual se da fundamentalmente en la unidad doméstica-, así como que permita identificar qué tan importantes son esos dos elementos en la construcción de su identidad genérica. Por tales razones, es la perspectiva de género la propuesta central para analizar el proyecto.
El abordar este proyecto desde perspectiva tal permite introducirnos al cómo se va construyendo la identidad de la mujer, en el sentido de ir desdibujando esa parte que va más allá del mero hecho biológico de haber nacido hombre o mujer, es decir, ir hilando la trama de ese tejido social en el entorno que la hace convertirse en un ser con cierta identidad propia de su género. A continuación presentamos la forma en que decidimos acercarnos a las mujeres, a fin de que conjuntamente con ellas, intentiramos reconstruir esa parte de su identidad genérica, la valoración de la maternidad y el ejercicio sexual, así como la posible relación que existe entre ellas.
El estudio y explicación de las mediciones -que en su momento cumplieron su objetivo- no han permitido entender la complejidad del comportamiento reproductivo como un proceso integrado por factores estructurales macrosociales, características individuales, psicológicas, culturales, económicas y biológicas (Rubin, 1989; García y Garma, 1989).
Dadas a la tarea de intentar comprender la compleja red de interacciones e interrelaciones individuales y sociales que den cuenta de ciertas valoraciones que signan la experiencia de la maternidad, el ejercicio sexual y su posible vinculación con la regulación de la fecundidad, construimos ciertos instrumentos que nos permitieran explorar la expresión no sólo individual de esta experiencia, sino también los significados colectivos predominantes en los ámbitos en los que ellas se encuentran inmersas, es decir, su comunidad.
Entrevista a la mujer
En un primer momento elaboramos un breve cuestionario estructurado que recopiló información sobre características socioeconómicas y sociodemográficas en la vida de las mujeres. La aplicación de estos cuestionarios estructurados nos permitió registrar hechos específicos acontecidos en su vida, que nos dieron elementos para caracterizarlos por grupo social, de acuerdo a algunos elementos de la unidad doméstica, así como también demográficamente.
En segunda instancia, consideramos necesario llevar a cabo una entrevista grabada con las mujeres, a través de una guía preelaborada, buscando crear las condiciones para que se expresaran verbalmente y proporcionaran no sólo información, sino también dialogaran y reflexionaran sobre su maternidad y ejercicio sexual, como experiencias que definen la construcción individual y social de la identidad femenina. Para estos fines la entrevista se conformó teniendo como hilo conductor el ciclo de vida y la unidad doméstica. Nuestro instrumento se circunscribe a las características de la llamada entrevista a profundidad. Ésta permite ampliar las posibilidades de interpretaciones, hipótesis y explicaciones ante las experiencias y sus significados que viven las mujeres dentro de las temáticas que articulan nuestro estudio. Así también, deja indagar dimensiones culturales, interaccionales y sociales involucradas con nuestro problema de estudio. Se trata de un recurso que intenta acceder a "un conjunto de significados y sentidos de lo vivido. Estos están traspasados por sus propias vivencias personales, pero en otro sentido integran una dimensión más amplia: lo social" (Díaz Barriga, 1992: 171), con el objeto de alcanzar o dar cuenta más allá de la singularidad de cada mujer.
La complejidad psicosocial y cultural de nuestro estudio exigió la definición de la entrevista a profundidad desde distintos referentes teóricos de diversas disciplines de las ciencias sociales, con el fin de no limitar su alcance y posibilidades al definirla desde un único enfoque referencial o de disciplina. Sin embargo, los conceptos utilizados son complementarios, en el sentido de que convergen sobre el eje de definirla como una entrevista abierta, permitiendo al entrevistado estructurar el campo de la entrevista (opuesto, por lo tanto, a la idea de "cuestionario"), acompañado por un entrevistador cuya función es "procurar la palabra",ii estableciendo asociaciones que signifiquen su experiencia. La entrevista fue utilizada como estrategia de indagación que permitió ir reconstruyendo, junto con las mujeres, algunas de las experiencias que han ido conformando su cotidianidad, y por lo tanto construyendo su identidad femenina, induciéndolas a valorar estas experiencias.
Partimos del supuesto de que cada mujer tiene organizada una historia de su vida y un esquema de su presente, que ha establecido en un repertorio de significados de sí misma -que esperábamos se pusieran en juego o exteriorizaran en la situación de entrevista-, aunque tampoco descartamos la posibilidad de que en ella la mujer fuera reorganizando o restructurando significados de algunas etapas de su vida que aún no había integrado a su propio relato.
Intentamos procurar significados y asociaciones evocando a la memoria, penetrando en recuerdos, silencios, objetividades y subjetividades, armando y desarmando retrospectivamente -como un rompecabezas- algunos de los eventos que han conformado su ciclo de vida. Por lo tanto, fue necesario reconstruir el ciclo de vida de las mujeres como estrategia para acercarnos a la valoración que éstas han atribuido a la maternidad, el ejercicio sexual y el comportamiento reproductivo en distintos momentos de su vida, pues consideramos que la valoración y percepción que se tiene de esta vivencia puede modificarse a partir de la experiencia individual y social vivida por cada mujer, que es lo que la va construyendo.
Ciclo de vida y unidad domésticaiii
El ciclo de vida puede conceptuarse como la dimensión organizadora del tiempo biográfico. En este se privilegian acontecimientos que constituyen transiciones importantes en la vida de las mujeres (Jelin y Feijoo, 1983). Estas transiciones se hallan incluidas en momentos o etapas tales como: proceso de socialización, escolaridad, adolescencia, ingreso al trabajo, abandono del hogar familiar, formación de un hogar independiente, conductas relacionadas con la procreación, menopausia y vejez (Jelin y Feijoo, 1983).
Dichos "momentos o etapas de transición" pueden implicar rupturas o reafirmaciones de la valoración de la maternidad, del ejercicio sexual y el comportamiento reproductivo, debido a que algunas de esas transiciones traen consigo la posibilidad de relacionarse con otros o acceder a otras formas de vivir y de concebir la vida, o bien como la menopausia y la vejez que de alguna manera significan por sí solas momentos especiales tanto biológicos, individuales como sociales.
Las transiciones definen las posiciones de las personas y las prácticas sociales y, por lo tanto, no son acontecimientos propios del individuo. Cada una de ellas se da dentro del conjunto de relaciones sociales en el que se define la persona. En tanto institución a cargo de las tareas ligadas al mantenimiento y reproducción de la población -organización básica de la vida cotidiana-, la familia constituye el marco indispensable para el análisis de las transiciones en el ciclo de vida (Jelin y Feijoo, 1983).
Para acercarnos a las formas de vida de las mujeres, se hizo necesario encontrar un ámbito en donde se manifiesten sus valores, sus tradiciones, sus creencias, sus formas de relacionarse con los otros, pues es a través de comportamientos concretos como expresan la concepción que tienen de la vida y de ellas mismas, y aunque sabemos que este ámbito representa una esfera íntima de la mujer, asumimos que por lo mismo se constituye en un espacio privilegiado de construcción social de la identidad genérica. Por lo tanto, este espacio es la unidad doméstica, espacio de socialización en donde son aprendidos y asimilados los valores, conceptos e ideas que determinan el comportamiento y posición frente a diferentes costumbres, tradiciones, hábitos, que generacionalmente se transmiten de padres a hijos.
Asumimos que la identidad de las mujeres está ligada a su posición dentro de la familiar así entonces, esta perspective permite ligar la transformación a lo largo del ciclo doméstico de la familia con las transiciones en el ciclo de vida de la mujer (Jelin y Feijoo,1983: 149). El concepto de unidad doméstica "alude a una organización estructurada a partir de redes de relaciones sociales establecidas entre individuos unidos o no por lazos de parentesco, que comparten una residencia y organizan en común la reproducción cotidiana" (Aries, 1989).
Es en el espacio doméstico donde las mujeres inician un proceso de aprendizaje, la transmisión de una cultura. La forma de organización de la unidad doméstica supone normas que reglamentan y definen las actividades que cada uno de sus miembros debe realizar en las diferentes etapas de su ciclo de vida, con el propósito de satisfacer las necesidades de producción-reproducción. La unidad doméstica es el lugar en el cual, no sólo se reproducen las condiciones materiales indispensables para satisfacer las necesidades primarias de sus miembros, es también el espacio en donde se articulan estrategias compartidas por sus integrantes que posibilitan la continuidad de la familia.
Esta continuidad puede estar orientada de diferente manera -según el estrato socioeconómico de la familia- y se basa en formas de autoridad interna y de división sexual del trabajo que reposan en códigos culturales e ideológicos que a su vez tienen su propia dinámica reproductiva. Las estrategias de reproducción que los integrantes de la unidad familiar estructuran e implantan están condicionadas por la relación que los componentes de ésta tengan con los medios de producción y organización de la estructura familiar por edad, sexo, escolaridad, que influyen en la composición de la fuerza de trabajo.
Una de estas estrategias es el trabajo que realizan las mujeres, es decir, el trabajo doméstico. En éste se incluyen las actividades vinculadas a la reproducción y mantenimiento de la cotidianidad de los miembros de la unidad familiar. Estas actividades incluyen la socialización de los niños (transmisión de valores, costumbres, creencias, ideología), procesamiento de alimentos, limpieza de la vivienda, higiene de los menores, cuidado de la salud de sus integrantes, y todos los cuidados físicos y emocionales que requiere cualquier ser humano para poder relacionarse en un contexto social. Es en estas actividades que la mujer vive la maternidad.
Como ámbito de la vida privada, la unidad doméstica posee ciertas connotaciones. Es el lugar de los sentimientos; también el de la satisfacción de diferentes necesidades como alimentación, salud, crianza de los niños. El proceso de socialización implica diferenciación de trato, cariño y manera de relacionarse entre hombres y mujeres, así como también diferencias en las expectativas que se constituyen alrededor de ellos mismos. En este complejo de relaciones sociales al interior de la unidad doméstica -pensada como espacio de socialización- es importante resaltar que es aquí también donde se generan y reproducen cotidianamente diversas relaciones jerárquicas y de poder entre la pareja y entre los integrantes de la pareja y sus descendientes.
Así, la unidad doméstica, como espacio de socialización, representa el ámbito donde, de acuerdo al transcurso de la vida de las mujeres, se va construyendo permanentemente la identidad genérica y reproduciendo toda una serie de valores, creencias, pautas de comportamiento, etc. De aquí la importancia de retomar, tanto a la unidad doméstica como al ciclo de vida, como hilos conductores de la entrevista.
Estrategia de entrevista a la mujer
Como entrevistadoras requerimos ser sensibles, además de estar informadas de todos los aspectos de la investigación, y aunque la mujer entrevistada tuvo la libertad de abordar el tema como quiso, fue guiada -imprimiendo al encuentro personal un carácter de semidirección- por preguntas diseñadas para procurar la expresión de una serie de ideas, sentimientos y valoraciones que permean su experiencia respecto a su maternidad, ejercicio sexual y comportamiento reproductivo.
Sin embargo, procuramos cuidadosamente ofrecer cuestionamientos suficientemente ambiguos que posibilitaran la mayor puesta en juego de la personalidad de la mujer, siempre y cuando se circunscribiera al encuadreiv de la entrevista. Si bien como entrevistadoras construimos hipótesis alrededor de la temática a explorar que sirvieron al equipo de investigación para conformar una guía, fueron las entrevistadas quienes, a partir de su discurso, generaron nuevas hipótesis y líneas de indagación posibilitando, por un lado, redefinir el cómo de la entrevista y, por otro, la elección de nuevos informantes.
La entrevista nos permitió ahondar en el ciclo de vida al explorar las temáticas de nuestro estudio en etapas que suponemos estructuran momentos importantes en la vida de las mujeres, y que además son importantes para la investigación, ya que representan circunstancias cruciales donde a partir de ellas, se constituyen y concretizan las valoraciones que son de nuestro interés. Así, la guía de entrevista integró los siguientes seis momentos en los cuales las situamos durante el proceso de entrevista: 1) etapa de socialización; 2) cortejo y enamoramiento; 3) inicio de la vida reproductiva; 4) toma de decisiones sobre el primer hijo; 5) entre el primer hijo y las decisiones actuales, y 6) decisiones actuales.
Aunque como investigadoras estructuramos un sistema de preguntas alrededor de la temática explorada, se buscó profundizar más allá de la primera respuesta, provocando una serie de asociaciones que ampliaran e incluso contradijeran la historia que escuchábamos y procurando que la mujer diera pautas para la comprensión de ciertos elementos significativos en su propio discurso. Para lograr este objetivo, recurrimos al uso del llamado interrogatorio circular (Penn, 1982), como herramienta para recabar información con base en la retroalimentación que recibíamos de la mujer entrevistada en respuesta a la información solicitada, es decir, delineando un proceso de producción de información entre entrevistadora y entrevistada.
Si bien la situación de entrevista procuró generar situaciones en las que pudimos observar parte de la vida de la mujer, sólo fue esa parte que ella se permitió desarrollar en relación a nosotros y frente a nosotros;v no olvidemos además que la dinámica que se estableció propició que la conducta de ambas fuera interdependiente, es decir, como entrevistadoras formábamos parte del campo de investigación, condicionando en cierta medida los fenómenos que registramos.
Entrevista a informantes clave
Para los fines de este proyecto y desde la perspectiva central con la que los estamos abordando, consideramos fundamental explorar también el contexto social y cultural en el que se desenvuelven diariamente las mujeres entrevistadas, y donde se viven y reproducen valoraciones sociales respecto a la maternidad y al ejercicio sexual. Por ello, consideramos imprescindible entrevistar a ciertos personages, denominados informantes clave, es decir, aquellas personas que por su papel social poseen un reconocimiento especial o representatividad en el interior de las comunidades.
Los informantes clave tienen un papel principal para este proyecto ya que representan fuentes de información de las costumbres, tradiciones, rituales, opiniones, elementos de cambio social o resistencia social, que imperan en las comunidades o grupos de estudio. A fin de que la información recabada tuviera un carácter más reconstructivo de lo colectivo, se reunieron por un lado pautas de comportamiento, creencias y valores sociales y culturales de la comunidad desde el "ser" y "deber ser" de cada mujer entrevistada y, por otro, la percepción de su grupo de pertenencia, pues se pensó en explorar las temáticas de nuestro interés en informantes clave. Estas entrevistas tuvieron como objetivo conocer a fondo el contexto en que se desenvuelven las mujeres y así "escucharlas" en su lugar de pertenencia de tal forma que, por una parte, recopilamos el "deber ser" en la comunidad y, por la otra, lo que viven y sienten las mujeres. Las entrevistas de este tipo permiten recopilar información significativa para el entendimiento de un hecho comunitario que no siempre es posible observar.
Así, este tipo de informante representa "[...] un sujeto que conoce la historia de una serie de microprocesos que signan una experiencia comunitaria, puede dar una información privilegiada sobre diversos eventos, sentidos, historias y narraciones que no están documentadas. Una serie de informantes con estas características permiten reconstruir de una manera privilegiada una experiencia colectiva. Ellos portan de alguna forma la memoria de lo colectivo" (Díaz Barriga, 1992: 174). Si bien es cierto que cada informante percibe la valoración de la maternidad y ejercicio sexual según su personal punto de vista, así como por sus características personales, laborales o bien del reconocimiento y representatividad dentro de la comunidad, ello no impide que a partir de la información proporcionada (re)construyamos ese "deber ser" dominante en el contexto en que viven las mujeres entrevistadas, y que de alguna manera incide en las valoraciones de ellas respecto a las temáticas de nuestro interés. Dicha incidencia se da en términos de permear las valoraciones personales de las mujeres, si bien puede haber una intencionalidad social a través de normatividades habladas y no habladas, escritas y no escritas, que a veces se mantiene por relaciones conflictivas, tensas y a veces tan sutiles y elaboradas que puede que los mismos partícipes no tengan plena conciencia de su papel en tales desarrollos sociales.
Existen instituciones formalmente establecidas como la Iglesia, las instituciones de salud y las educativas, pero también ámbitos como los medios masivos de comunicación, la educación informal, la familia y las relaciones de pareja que fomentan y reproducen construcciones sociales alrededor de la identidad de los géneros prevalecientes en una comunidad, en un momento determinado. Los criterios de selección, de estos informantes clave, nos llevaron a separarlos en tres grandes grupos: en el primero ubicamos a las autoridades municipales, como el presidente municipal y otros representantes locales, que por su carácter de autoridad nos proporcionaran información formal. En el segundo grupo, ubicamos a los médicos, auxiliares de salud, enfermeras, maestros, sacerdote o dirigentes de otros cultos religiosos, autoridades indígenas y antropólogos que, aunque manejan elementos institucionales, su contacto directo con la gente de las comunidades los hace informantes que podríamos denominar mixtos. La relación directa y constante les permite ver la respuesta social de los miembros de la comunidad, en su conjunto e individualmente.
En el tercer grupo, ubicamos a los que denominamos personajes populares, que son todos aquellos que emanan en forma directa de la misma comunidad, y que si no son nacidos en ella han vivido mucho tiempo allí, poseen un amplio y profundo conocimiento de ella y una formación surgida de la propia gente, de su manera de actuar y de pensar, de sus respuestas ante opciones de cambio o de resistencia a aceptar modificaciones a su cultura. En este grupo contemplamos parteras o comadronas, curanderos, ancianos y cronistas.
Estrategia de la entrevista a informantes clave
La aplicación de las entrevistas a informantes clave estuvo dividida en dos partes. En la primera aplicamos un pequeño cuestionario estructurado con el fin de recopilar la información referente a algunas características socioeconómicas y sociodemográficas. Posteriormente, realizamas una entrevista dirigida y grabada, en la que les preguntamos a todos sobre algunos elementos del proceso de socialización, cortejo y enamoramiento, valoración social de la maternidad y del ejercicio sexual, así como también sobre las prácticas anticonceptivas existentes en la comunidad. La parte final planteó preguntas específicas de acuerdo al trabajo o papel desempeñado por cada informante en el interior de la comunidad, respecto a las temáticas a investigar.
La entrevista nos permitió ahondar en las interpretaciones que los agentes sociales le han dado a las construcciones sociales alredcdor de la identidad de los géneros, rcconstruyendo una referencia compleja reproducida por mecanismos ideológicos y culturales. Aunque identificamos a los agentes sociales como transmisores de interpretaciones que mantienen relaciones de poder y desigualdad entre los géneros, en cuanto construccioncs sociales, asumimos que éstos pueden irse modificando y puede influirse sobre ellas a partir de la identificación de las formas en que se fomentan y reproducen pero también de la manera en que las mujeres, en forma individual, van repitiéndolas o bien reinterpretándolas a partir de sus realidades específicas y sus historias concretas. Por lo tanto en algún momento se buscará hacer comparaciones entre la forma en que algunos agentes sociales relevantes y las mujeres han sido capaces de reproducir, verbalizer y expresar valoraciones sobre la maternidad, el ejercicio sexual y el comportamiento reproductivo.
La trama de interrelaciones que intentamos desentretejer, centrándonos en la valoración de la maternidad y el ejercicio sexual para identificar cómo se conforma parte de la identidad genérica de las mujeres, nos permitirá modestamente aportar algunos elementos reflexiones para que al instrumentar las políticas de población, en el sector salud, se recuperen parte de los componentes de completo estado de bienestar físico, mental y social, en la conocida definición de salud de la Organización Mundial de Salud.
Si bien en el discurso se plasma ese equilibrio, existen evidencias de que en la puesta en marcha de las políticas no se han logrado abordar algunas de esas dimensiones para llevarlas a cabo. Parte de esas evidencias tienen que ver principalmente con el tipo de evaluación que se efectúa, al menos en lo que se refiere a planificación familiar, por medio de programas y acciones que más se acercan o están más relacionados con la salud de la mujer.
Punto de reflexión es que las políticas de cobertura de servicios de planificación familiar hayan limitado su acción fundamental a la introducción, en gran escala, de la tecnología anticonceptiva para las mujeres, aunque se tome actualmente como eje buscar el bienestar, tanto de la madre como de los hijos, y no únicamente el descenso de la fecundidad. Sin embargo, aun con esta postura se está dejando de lado la complejidad individual y social del comportamiento reproductivo, dado que todavía se reduce la salud a los efectos físicos. De tal forma, pareciera que el componente al que más se han abocado los programas es el físico, la dimensión biológica, descuidando los otros dos componentes: el mental y el social, con lo que el completo estado de bienestar que se persigue queda imposibilitado.
En ese sentido, intentar reconstruir la identidad genérica de la mujer, como proceso que está vinculado a la forma en que ésta internaliza el bagaje cultural de su entorno, permitiéndole su desarrollo como persona, nos dará elementos que permitan recuperar esos componentes que están plasmados en el discurso. Ese proceso de definición de la identidad genérica va marcando espacios muy bien delimitados para las mujeres, que si bien han sido vividos y vistos como los lugares de opresión y de conflicto, en tanto no se ha reconocido la importancia que tienen al nivel de la reproducción social y cotidiana, nos marca otra pauta de dirección en torno a la cual se puede repensar la salud de la mujer, y cómo tratar de abordarla en una forma distinta.
En tanto la mujer siga viviendo su identidad genérica como lugar de opresión, tensión, sojuzgamiento, de conflicto y ambivalencia, su desarrollo como persona no será de total completud y el desarrollo de todas sus capacidades será incompleto. En tanto no se reconozca esto, ¿cómo se puede hablar de un total estado de salud en la población, tomando en cuenta la importancia del papel que juegan como reproductoras sociales? ¿cómo es que una sociedad puede estar "sana", cuando esa parte de la población a la que se le ha asignado el papel de reproductora cotidiana, de transmisora de valores y normas, vive esta cotidianeidad precisamente como lugar de opresión y de conflicto?
Habrá también que tratar de esclarecer esa relación entre maternidad, ejercicio sexual y regulación de la fecundidad, que nos lleva a tratar de desentrañar cómo es que vive la mujer su ejercicio sexual, si es únicamente en relación a su desco de ser madre o, por otro lado, si encuentra placer en él y por ello vislumbra el uso de algún anticonceptivo como algo que le puede proporcionar goce en la relación sexual, sin la amenaza del embarazo. Pero también habría que preguntarse ¿cómo es que puede hacer uso de la metodología anticonceptiva, aun teniendo acceso a ella, si la valoración que le otorga es a instancias de la censura social y comunitaria, o la prohibición de su pareja no se lo permite?
Reflexiones preliminares -que no resultados- a partir del trabajo de campo, nos permiten repensar la realidad de la salud de las mujeres. Si bien el presente proyecto incursionó en la utilización de la entrevista en profundidad como recurso de indagación y construcción de la experiencia de cada mujer, no por ello obtuvimos datos que nos permitieran generar acciones de gran cobertura e incidencia; aunque identifican un complejo abanico de expresiones individuales que signan la construcción social de la identidad genérica y, en este sentido, estaríamos hablando de aportar elementos para esas dos dimensiones de la salud que no han sido consideradas, la mental y la social.
Debe señalarse que la inquietud por abordar estas temáticas de estudio no es únicamente la lógica de caracterizar ciertas realidades observadas, sino incluso imaginar intervenciones socia-es, modificaciones a políticas públicas, o incluso propuestas para organizaciones de la sociedad civil, que permitan modificar relaciones de desigualdad en el quehacer de la maternidad y la sexualidad como dinamismos básicos del quehacer humano.
En esta primera aproximación se intenta reconstruir discursos alrededor de la sexualidad y la maternidad, y se deja la posibilidad abierta de hacer algunas comparaciones. En una reflexión futura sería obligado indagar con las mujeres su interpretación directa del mensaje de los agentes sociales, y paralelamente lo que estos interpretan o el papel y la importancia que dan a las valoraciones individuales de las mujeres con las que interactúan, y a las que en cierto momento dirigen, educan o asesoran dependiendo de la connotación y postura ideológica y política que cada uno asume. Importa no suponer relaciones unilaterales ni con una completa pasividad por parte de la población, donde se acepte acríticamente todo aquello propuesto por los agentes sociales, pero también se sugiere la necesidad de hacer explícita en la investigación el tipo de actitud y de postura que es característica en ambas partes en las relaciones sociales entre agentes e individuos específicos.
Esta oportunidad conjunta con las protagonistas de reconstruir historias que definen las concepciones colectivas al asumir, o bien resistir, la consigna de la maternidad y subjetividad femeninas, nos permitió reconocer que las acciones de planificación familiar deben ir necesariamente más allá de la introducción a gran escala de la tecnología anticonceptiva. Este proyecto propone llevar a cabo la entrevista en profundidad sobre proyectos que buscan acceder a la compleja red de interacciones e interrelaciones individuales y sociales, que permean las valoraciones, significando la experiencia de "ser mujer".
Por otra parte, incluir lo que la mujer aporta a la salud reproductiva, reconociendo no únicamente el proceso biológico y los efectos físicos tanto en ella como en sus hijos (por el tipo de patrón reproductivo que ha tenido por ejemplo), sino también ese papel de reproductora social, se torna importante por las implicaciones que tendría en la práctica médica, dado que en ésta el médico y la mujer no se han reconocido como colegas, a pesar de que la mujer ha fungido como "médico del hogar" como parte de su ejercicio de la maternidad en el interior de la unidad doméstica, con su "sentido común especializado", el cual es descalificado al enfrentarse con el saber contemporáneo.
Esta descalificación tiene múltiples mecanismos. Al relacionarse en la consulta, el médico pretende normar los hábitos, modificar las creencias, anular las explicaciones que la paciente tiene de su padecimiento, es decir, la representación y práctica médica excluye la dimensión social del sujeto enfermo y los significados culturales que un sujeto da a su enfermedad. Existe la tendencia a convertir en patológico todo problema de vida. El médico aprende y trabaja con la enfermedad, y no considera la salud; en esta forma se asume como patológico todo problema de vida, y se adopta una concepción de cura al eliminar el síntoma que trae la paciente. Asimismo, para recuperar esos componentes sociales y mentales que se encuentran plasmados en la definición de salud, no sólo los efectos físicos y colaterales, sino los afectos, las emociones, la valoración que se asigna a la maternidad y al ejercicio sexual -como partes fundamentales en la identidad genérica de la mujer-, que en un todo se encuentra relacionado con su salud mental y su bienestar emocional.
i. Si bien esto no ha sido abordado desde la perspective de género, sí fue tratado en forma relevante en estudios sociodemográficos en torno a la fecundidad,a partir de lo que se ha denominado valoración de los hijos: valores y desvalores; véase Espenshade (1977), Fawcett (1983), Lindert (1983), Namboodiri (1983) Palma, Jácome y Palma (1992) entre otros.
ii. Las interrogaciones se formulan de tal manera que propician que la mujer reflexione sobre cómo ha articulado su historia personal con el momento actual, posibilitando una forma de asociación libre.
iii. Este subcapítulo fue desarrollado en el presente artículo como parte de la estrategia de acercamiento a la realidad, porque el ciclo de vida y la unidad doméstica fueron los ejes que nos sirvieron de guía para ir reconstruyendo la vida de las mujeres, pero también debe entenderse que son propuestas teóricas que retomaremos para analizar la información e incluso en el marco teórico de la investigación están desarrolladas "como tales". Véase Nájera, López, Zurita y Aparicio (1993).
iv. El encuadre definió las "condiciones" de la entrevista, y se estableció en el momento de presentación con la mujer objeto de la misma; aquí se definió el por qué y para qué de la entrevista; qué se haría con la "información" proporcionada y su carácter de confidencial; el tiempo y espacio en el que se llevaría a cabo, a fin de contar con su colaboración voluntaria, y la forma como registraríamos la "información".
v. En el contexto teórico-metodológico de nuestro estudio, el instrumento no hizo más que reflejar lo que corresponde a las características de personalidad de las mujeres estudiadas frente a la situación social investigada. Las experiencias recabadas no eran evaluadas en función de que fueran ciertas o falsas, sino como grados o fenómenos de la personalidad de cada mujer que colaboraba con nosotros, y que más tarde podremos considerar como información adyacente que permita reconstruir parte del contexto de pertenencia resignificando las historias que nos contaron.
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