Tomado
de:
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AMERICAN
BEHAVIORAL SCIENTIST 1983: 2:149-166
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Negociar
el poder
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Conseguir
y usar influencias
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Roger
Fisher
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En
este artículo se exploran los efectos de los compromisos
negativos, especialmente las amenazas hechas al inicio de la
negociación. Se analizan puntos de vista equivocados
de las fuentes de poder de negociación y se presentan
seis fuentes de poder de negociación. Se ofrece a quienes
van a ser negociadores una lista de cosas que pueden hacer antes
de cualquier negociación particular para mejorar su poder
de negociación.
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Getting
to Yes (Fisher y Ury, 1981) ha sido criticado con razón
por dedicar poca atención al tema del poder. Se dice
que está muy bien decirle a la gente que podrían
producir juntos resultados sabios en forma eficiente y amigable,
pero en el mundo real la gente no se comporta de esa forma;
los resultados están determinados por el poder –por quién
tiene las cartas, por quién tiene más influencia.
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A
nivel internacional, negociar el poder se equipara típicamente
con el poder militar. Los EEUU está urgido por desarrollar
y desplegar más mísiles nucleares para poder negociar
desde una posición fuerte. Las amenazas y las advertencias
también pueden jugar un papel importante en el concepto
popular de poder, como la determinación y el compromiso.
En el juego del pollo, la victoria es del que demuestra con
mayor éxito que no va a ceder.
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Obviamente
hay algunos méritos en la noción de que la fuerza
física, y el deseo aparente de usarla, puede afectar
el resultado de una negociación. ¿Cómo calza eso
con la sugerencia de que los negociadores deben concentrarse
en los intereses de las partes, en la generación de alternativas,
y en los estándares objetivos en los que ambas partes
pueden diferir?
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Este
artículo es un breve informe sobre la condición
actual de algunas ideas sobre la negociación del poder.
Es un trabajo que se encuentra en marcha. Después de
sugerir brevemente una definición de poder de negociación
y el tipo de teoría que deberíamos estar buscando,
pongo dos espantapájaros – que tal vez no están
hechos solo de paja: (1) la forma básica de adquirir
poder real en una negociación es adquirir la capacidad
de imponer resultados físicos desagradables la otra parte;
y (2) una forma efectiva de ejercer el poder de negociación
es empezar permitiendo que la otra parte conozca su capacidad
de hacerles daño y su deseo de hacerlo. Ambas propuestas
parecen incorrectas. En la parte central del artículo,
discuto seis elementos del poder de negociación que pueden
ser adquiridos antes y durante la negociación, solo uno
de los cuales consiste en la capacidad para hacer una amenaza
creíble. Finalmente, considero la secuencia en la cual
aquellos distintos elementos de poder se usan mejor para maximizar
su impacto acumulativo y explorar el efecto debilitador de hacer
amenazas desde el principio.
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¿Cómo
deberíamos definir el poder de negociación?
Parece
que lo mejor es definir "negociación" como
todos los casos en que dos o más partes se comunican,
cada uno para influir en la decisión del otro. Nada se
gana limitando el concepto a las negociaciones formales que
ocurren en una mesa, y se gana mucho definiéndolo con
amplitud. Muchas acciones que no ocurren en una mesa –desde
hacer discursos políticos hasta construir misiles nucleares
– se hacen con el propósito de "enviar un mensaje"
para afectar las decisiones de la otra parte.
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El
concepto de "poder de negociación" es más
difícil. Si tengo poder de negociación, tengo
la habilidad de afectar favorablemente la decisión de
alguien. Si esto es así, uno puede alegar que mi poder
depende de la percepción que otra persona tiene de mi
fuerza, de manera que lo ellos piensan es lo que importa,
no lo que tengo realmente. La otra parte puede estar tan influenciada
por una fila de tanques de cartón que por un batallón
de tanques reales. Uno puede decir que el poder de negociación
es solo un asunto de percepción.
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Un
general que está al frente de un verdadero batallón
de tanques, sin embargo, está en una posición
mucho más fuerte que uno que está a cargo de una
fila de tanques de cartón. Una falsa impresión
del poder es sumamente vulnerable, y puede ser destruida con
una sola palabra. Para evitar concentrar nuestra atención
en cómo confundir a la gente, parece que lo mejor es
definir desde el principio qué constituye el verdadero
poder de negociación – una habilidad para influenciar
las decisiones de otros suponiendo que ellos saben la verdad.
Luego podemos pasar a reconocer que, además, a veces
será posible influir en otros a través del engaño,
creando una ilusión de poder. Aún para ese propósito,
necesitamos saber cuál ilusión deseamos crear.
Si estamos fanfarroneando, ¿sobre qué estamos fanfarroneando?
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¿Qué
tipo de teoría estamos buscando?
Existe
un número infinito de verdades sobre el proceso de negociación,
así como se pueden hacer un número infinito de
mapas de una ciudad. Es fácil concluir que los negociadores
que tienen más riqueza, más amigos y contactos,
buenos trabajos, y más tiempo harán un mejor papel
en las negociaciones que quienes no tienen dinero, ni amigos,
ni trabajo, ni tiempo. Tales declaraciones, como la afirmación
de que las mujeres viven más que los hombres, son ciertas
– pero no ayudan mucho a quien quiere negociar, o a quien quiere
vivir más. De igual manera, la afirmación de que
el poder juega un papel importante en la negociación
es cierto – pero irrelevante.
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Como
negociadores queremos entender el poder de alguna forma que
nos ayude. Queremos verdades de diagnóstico que apunten
hacia una acción prescriptiva. La afirmación de
que las mujeres viven más que los hombres no apunta hacia
ninguna acción remedial. No puedo vivir más mediante
la decisión de convertirme en una mujer. Por otra parte,
la afirmación de que la gente que no fuma vive más
que la gente que fuma es tan cierta como la otra, pero es mucho
más útil puesto que puedo decidir no fumar.
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Entonces,
existe un intercambio activo entre la teoría descriptiva
y la prescriptiva. Al científico puro puede no importarle
si sus verdades tienen alguna relevancia para el mundo de acción;
deja eso a otros. Pero quienes estamos interesados en el cambio
(esperamos, que para mejorar) estamos buscando categorías
descriptivas que tengan significado prescriptivo. Buscamos ideas
que nos ayuden a tomar mejores decisiones. No estamos simplemente
tratando de describir con exactitud lo que sucede en una negociación;
estamos tratando de producir consejos para uso de los negociadores,
consejos que les ayudarán a negociar mejor. Necesitamos
decir algo más que los príncipes poderosos dominan
a los príncipes menos poderosos, aunque sea cierto. Estamos
buscando el tipo de teoría que ayudará a un príncipe.
Él tendrá posiblemente dos preguntas clave respecto
al poder de negociación; cómo mejorar el poder
de negociación y cómo usar el poder que tiene.
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Ideas
equivocadas sobre el poder de negociación
(1)
"Fuerza física = poder de negociación"
Muchos
creen que para aumentar el poder de negociación debemos
conseguir ventajas como contar con una caja de resistencia,
una banda de terroristas o 100 mísiles MX, que sugieran
una amenaza implícita o explícita para dañar
la otra parte físicamente si no está de acuerdo
con nosotros. Esta creencia se basa en el supuesto de que, puesto
que las amenazas de fuerza física indudablemente ejercen
influencia, la capacidad de hacer tales amenazas es la esencia
del poder de negociación. La fuerza se ve como el elemento
necesario y suficiente del poder de negociación.
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El
poder de negociación es la habilidad de influir en otros.
La amenaza de causarle un malestar a la otra parte si no decide
como nosotros queremos es simplemente un factor entre muchos.
Y como he escrito antes, amenazar es una forma particularmente
cara y peligrosa de tratar de ejercer influencia.
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El
poder de negociación total depende de muchos factores.
Aumentar el poder de negociación significa construir
el potencial combinado de todos. Ejercer el poder de negociación
efectivamente significa organizarlas de manera que maximice
su impacto acumulativo. Y aquí es donde un segundo supuesto
muy generalizado sobre el poder de negociación parece
ser equivocado y peligroso.
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(2)
"Empiece rudo, siempre puede suavizar la posición
después".
Existe
una idea muy generalizada de que la mejor forma de empezar una
negociación es con una línea dura. "Hagámosle
saber quién manda." Se piensa que puesto que, en
el último análisis, el poder físico puede
ser un factor decisivo, toda la negociación debe estar
manejada por esa sombra. La sabiduría convencional insiste
en que es más fácil suavizar nuestra posición
que endurecerla. A un negociador se le persuade a empezar aflojando
sus músculos.
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Alan
Berger, revisando Kissinger en la Casa Blanca de Seymour
Hersh, enfatiza esta característica de la política
exterior de Nixon. "El primer impulso de Nixon era tratar
de atemorizar a sus adversarios." Estaba ansioso por "ponerse
rudo", "parecer rudo", "ser rudo".
"La opción nuclear no fue un último recurso
a considerar solo in extremis; fue, como Hersh lo demuestra
persuasivamente, el punto de partida…" (Boston Globe 1983).
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El
Presidente Reagan aparece funcionando sobre un supuesto similar
respecto al poder de negociación. Empezamos con una amenaza.
Buscamos influir en la Unión Soviética respecto
a los mísiles nucleares de alcance intermedio en Europa
empezando con un compromiso público de que los mísiles
Pershing II de los EEUU serían establecidos en Europa
antes de fines de 1983, a no ser que en esa fecha la Unión
Soviética hubiera acordado retirar todos sus mísiles
de Europa, en términos aceptables para nosotros.
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La
idea de que es mejor empezar una negociación con una
advertencia o amenaza de las consecuencias de no llegar a un
acuerdo puede ser resultado de una falsa analogía. Con
todo lo demás igual, es cierto que en un regateo puramente
de posición, conforme más extrema sea nuestra
posición inicial (conforme mayor sea el precio que uno
exige o menor el precio que uno ofrece), más favorable
tenderá a ser el resultado acordado. Pero empezar con
una oferta sustantiva muy baja es muy distinto de empezar con
una amenaza de consecuencias dolorosas si esa oferta no se acepta.
Conforme más firmemente uno se compromete al principio
a cumplir una amenaza, más dañina es esa amenaza
para nuestro poder de negociación.
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Si
estas dos propuestas están equivocadas, ¿cómo
debería uno mejorar y ejercer el poder de negociación?
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Categorías
de poder
Mi
habilidad para ejercer influencia depende de la combinación
de distintos factores. Como primera aproximación, los
siguientes seis tipos de poder aparecen ofreciendo categorías
útiles para generar consejo prescriptivo:
(1)
El poder de la destreza y el conocimiento
(2)
El poder de una buena relación
(3)
El poder de una buena alternativa para negociar
(4)
El poder de una solución elegante
(5)
El poder de la legitimidad
(6)
El poder del compromiso
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Aquí
hay una lista para futuros negociadores de lo que pueden hacer
antes de cualquier negociación particular para mejorar
su poder de negociación. El orden de enumeración
de estos elementos de poder también es importante.
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1.
El poder de las destrezas y el conocimiento
Con
todo lo demás igual, un negociador experimentado es más
capaz de influir en la decisión de los otros que un negociador
no experimentado. Existe suficiente evidencia que sugiere que
las destrezas de negociación pueden ser aprendidas y
enseñadas. Una forma de convertirse en un negociador
más poderoso es convertirse en uno más experimentado.
Algunas de estas destrezas consisten en lidiar con la gente:
la habilidad de escuchar, de tomar conciencia de las emociones
y preocupaciones psicológicas de los otros, lograr empatía,
ser sensible a sus sentimientos y a los de uno mismo, hablar
distintos idiomas, comunicarse clara y efectivamente, integrarse
de manera que nuestras palabras y nuestra conducta no verbal
sean congruentes y se refuercen entre sí.
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Otras
destrezas son las del análisis, la lógica, la
valoración cuantitativa y la organización de las
ideas. Conforme más destrezas adquiera uno, más
poder tendrá como negociador. Estas destrezas se pueden
adquirir en cualquier momento, a menudo mucho antes de cualquier
negociación particular.
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El
conocimiento también es poder. Algunos conocimientos
son generales y se usan en muchas negociaciones, como estar
familiarizados con una amplia gama de opciones de procedimiento
y ser concientes de los estilos de negociación nacionales
y las diferencias culturales. Un repertorio de ejemplos, precedentes,
e ilustraciones pueden también agregarse a nuestras habilidades
de persuasión.
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El
conocimiento relevante para una negociación particular
en la cual uno se va a comprometer es aún más
poderoso. Conforme más conocimiento pueda uno recoger
sobre las partes y los asuntos de una próxima negociación,
más fuerte será nuestra posición de entrada.
Las siguientes categorías de conocimiento, por ejemplo,
tienden a fortalecer nuestra habilidad para ejercer influencia:
Conocimiento
sobre la gente involucrada. ¿Cuáles son las preocupaciones
personales de los otros negociadores, sus antecedentes, sus
intereses, sus prejuicios, sus valores, sus hábitos,
sus esperanzas de hacer carrera, entre otros?
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Conocimiento
sobre los intereses involucrados. Además de las preocupaciones
personales de los negociadores, ¿cuáles intereses adicionales
están involucrados en el otro lado? ¿Cuáles son
sus esperanzas, sus temores, sus necesidades? ¿Y cuáles
son los intereses por el lado nuestro?
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Conocimiento
sobre los hechos. Es imposible apreciar la importancia de
los hechos desconocidos. Si el tiempo lo permite, normalmente
vale la pena recoger mucha información innecesaria sobre
la materia que se va a negociar para recoger unos cuantos hechos
de mucha relevancia. Conforme más sabemos sobre la historia,
la geografía, la economía y los antecedentes científicos
de un problema, así como sus implicaciones legales, sociales
y políticas, más probable es que uno pueda idear
soluciones creativas.
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Adquirir
destreza y conocimiento requiere tiempo y recursos; también
requiere iniciativa y mucho trabajo. Los abogados que nunca
pensarían en llegar a un juicio sin semanas de preparación,
llegarán a una negociación casi sin prepararse:
"Veamos lo que ellos tienen que decir." Sin embargo,
el abogado ayudaría más a su cliente persuadiendo
a la otra parte la semana siguiente, que persuadiendo al juez
el año siguiente. La primera forma de mejorar nuestro
poder de negociación es adquirir con anticipación
toda la destreza y conocimiento que uno pueda razonablemente
conseguir.
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2.
El poder de una buena relación
Conforme
mejor sea la relación que establezco anticipadamente
con quienes voy a negociar, más poderoso seré.
Una buena relación de trabajo no necesariamente implica
la aprobación de la conducta de cada uno, sino que el
respeto muto y hasta el afecto mutuo –si existe- puede ayudar.
Los dos elementos más críticos de una relación
de trabajo son, primero, la confianza, y segundo, la habilidad
para comunicarse fácil y efectivamente.
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La
confianza. Aunque en una negociación tiendo a centrar
mi atención en la pregunta de si puedo o no confiar en
los otros, mi poder depende de si ellos pueden confiar en mí.
Si con el tiempo he logrado desplegar una reputación
bien merecida de franqueza, honestidad, integridad y compromiso
con cualquier promesa que hago, mi capacidad de ejercer influencia
aumenta significativamente.
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La
comunicación. El proceso de negociación es
un proceso de comunicación. Si yo estoy tratando de persuadir
alguna gente a cambiar de opinión, quiero saber qué
opinan; de lo contrario ando a ciegas. Si mis mensajes van a
tener el impacto deseado, deben ser comprendidos como los comprendería
yo. La comunicación entre personas es difícil
y suele generar malentendidos. Cuando las partes se ven uno
a otro como adversarios, aumenta mucho el riesgo de la mala
comunicación y el malentendido. Conforme más se
conozcan uno a otro y conforme más amplia y profundamente
cada uno comprende el punto de vista y el contexto en el que
el otro se mueve, más probable es que se puedan comunicar
entre sí fácilmente y con un mínimo de
malentendidos.
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Cada
lado se beneficia de esta habilidad de comunicar. Podemos tener
intereses en conflicto, pero nuestra habilidad de lidiar con
aquellos intereses en conflicto con un mínimo de riesgo
y de costo aumenta con una buena relación de trabajo.
Dos hombres en un salvavidas en el mar peleando por raciones
limitadas tienen intereses muy en conflicto. Pero conforme más
se conocen uno a otro, más han tenido que lidiar uno
con otro, y más similar sea el idioma en que hablan,
más probable será que puedan dividir sus raciones
sin volcar el bote. La habilidad de cada uno de afectar favorablemente
la decisión del otro aumenta con la habilidad de comunicar.
Más poder para uno es consistente con más poder
para el otro.
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Una
buena relación de trabajo es tan útil para la
negociación de resultados satisfactorios que suele ser
más importante que cualquier resultado particular en
sí. Un banquero, por ejemplo, suele ser como un pretendiente.
El prospecto de una relación satisfactoria es mucho más
importante que los términos de un préstamo particular
o una cita particular. Una relación que ofrece los medios
para resolver felizmente una transacción tras otra, se
convierte en un fin en sí misma. Las negociaciones sustantivas
particulares se convierten en oportunidades para la actividad
cooperativa que construye la relación.
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Lo
mismo ocurre en el ámbito internacional. Una mejor relación
de trabajo entre la Unión Soviética y los EEUU
facilitarían la negociación de acuerdos de control
de armas particulares. Lo más importante es saber que
contar con una buena relación de trabajo aumentaría
más la seguridad de cada país que cualquier tratado
particular. Conforme mejor es la relación de trabajo
que desarrollemos con la Unión Soviética, más
probable es que ellos pongan atención a lo que tengamos
que decir.
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3.
El poder de una buena alternativa para negociar
En
buena medida, mi poder en la negociación depende de cuánto
bien me puede ir si me retiro. En Obtenga el SÍ,
insistimos en que un negociador desarrolle y mejore su "MAPAN
"- su Mejor Alternativa Para un Acuerdo Negociado. Un tipo
de preparación para la negociación que aumenta
nuestro poder de negociación es considerar las alternativas
para llegar a un acuerdo con este compañero de negociación
particular, seleccionar el más prometedor y mejorarlo
en la medida de lo posible. Esta alternativa establece una base.
Si sigo esta práctica, cada negociación conducirá
a un resultado exitoso en el sentido de que cualquier resultado
que acepte tiene que ser mejor que cualquier otro.
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En
el caso de comprar o vender, mi mejor alternativa tiende a ser
el resultado de lidiar con un rival. Lograr una oferta de firma
de ese rival antes de una propuesta de negociación me
fortalece en esa negociación. Conforme mejor sea la oferta
rival, más fuerte soy.
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En
otros casos, mi mejor alternativa puede ser la auto-ayuda. ¿Qué
es lo mejor que puedo hacer por mi cuenta? Si dos muchachos
me ofrecen quitar la nieve de la acera están pidiendo
un precio exorbitante, mi mejor alternativa puede ser quitarla
yo mismo. Pensar en esa opción y tener una pala para
la nieve me fortalece al tratar de negociar un precio justo
con los muchachos.
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Conforme
menos atractivo les resulta la otra cara del MAPAN, más
fuerte será mi posición de negociación.
Al negociar con mi hijo que corte el césped, puedo descubrir
que no tiene interés en ganar un poco de dinero; "Papá,"
dice, "dejas tu billetera en tu oficina y si necesito un
poco de plata siempre puedo tomar prestado." La mejor alternativa
para mi hijo en un acuerdo negociado para cortar el césped
es lograr la misma cantidad o más por no hacer nada.
Para mejorar mi poder de negociación, quiero hacer su
MAPAN menos atractivo eliminando esa alternativa. Si pongo mi
billetera en otro sitio estará más motivado para
ganar un poco de dinero cortando el césped.
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Las
armas militares convencionales típicamente aumentan el
poder de negociación de un país, pues hacen que
una solución no negociada sea menos atractiva para un
vecino hostil. Con fuerzas de defensa adecuadas, el país
A puede decir al país B: "Definamos nuestro conflicto
de fronteras en forma negociada; si usted trata de arreglarlo
por la fuerza militar, fracasará." Con suficiente
fuerza militar, el país A puede ser capaz de mejorar
sus alternativas para negociar lo suficiente para quedar en
una posición de negociación muy fuerte: "Esperamos
que usted esté de acuerdo mediante la negociación
a retirar sus fuerzas a la frontera recomendada por los expertos
imparciales; si usted no lo hace voluntariamente, podemos obligarlos
a retirarlas."
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Conforme
mejor sea la alternativa que uno puede desarrollar fuera de
la negociación, mayor será el poder de uno de
afectar favorablemente un resultado negociado.
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4.
El poder de una solución elegante
En
cualquier negociación, hay un montón de intereses
compartidos y en conflicto. Las partes enfrentan un problema.
Una forma de influir en la otra parte para una negociación
es inventar una buena solución para ese problema. Conforme
más complejo es el problema, más influencia tendrá
una respuesta elegante. Muy a menudo, los negociadores libran
una batalla como los litigantes en la corte. Cada parte plantea
argumentos a favor de un resultado que cuida sus intereses pero
no hace nada por la otra parte. El poder de un mediador suele
venir con la elaboración de una solución ingeniosa
que reconcilie razonablemente bien los legítimos intereses
de ambas partes. Cada negociador tiene un poder semejante para
producir un acuerdo que atienda sus intereses generando una
opción que atienda algunos o la mayoría de los
intereses de la otra parte.
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Un
negociador con sabiduría incluye en su trabajo de preparación
la producción de muchas opciones diseñadas para
satisfacer, en la medida de lo posible, los legítimos
intereses de ambos lados. Una lluvia de ideas aumenta mi poder
de negociación al aumentar las probabilidades de que
yo sea capaz de visualizar una solución que satisface
ampliamente mis intereses y también satisface buena parte
de los suyos, de manera que sea aceptable para usted.
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En
negociaciones complicadas, y hasta en algunas relativamente
simples, suele haber escasez de opciones sobre la mesa. Los
EEUU y la Unión Soviética posiblemente verían
con buenos ojos un plan que les dejara al mismo nivel de inseguridad
a un costo sustancialmente menor, pero nadie ha sido capaz de
visualizarlo todavía. En cualquier negociación,
generar una gama de opciones con anticipación, algunas
de las cuales pueden luego ponerse sobre la mesa, es otra forma
de aumentar las probabilidades de afectar favorablemente el
resultado.
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5.
El poder de la legitimidad
Cada
uno de nosotros está sujeto a ser persuadido al convencerse
de que un resultado particular tiene que ser aceptado porque
es justo; porque la ley lo requiere; porque es consistente con
prácticas industriales anteriores o consideraciones de
políticas sólidas; o porque es legítimo
al ser medido con algún otro criterio objetivo. Yo puedo
aumentar sustancialmente mi poder de negociación buscando
y desarrollando varios criterios objetivos y criterios potenciales
de legitimidad y dando forma a las soluciones propuestas para
que sean legítimas ante los ojos de la otra parte.
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Cada
negociador es tanto partidario como uno de aquellos que debe
ser persuadido si se ha de alcanzar algún acuerdo. Para
ser persuasivo, un buen negociador debería hablar como
un abogado que busca convencer un árbitro capaz y honesto,
y debería escuchar cómo lo haría ese árbitro,
siempre abierto a ser persuadido con la razón. Estar
abierto a la persuasión es en sí persuasivo.
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Igual
que un abogado que prepara un caso, un negociador descubrirá
varios principios de justicia diferentes para los cuales se
pueden anticipar argumentos razonables, y a menudo, varias formas
de interpretar o aplicar cada principio. Existe una tensión
entre promover un principio muy favorable que parece menos legítimo
ante la otra parte y un principio menos favorable que parezca
más legítimo. Normalmente hay un ámbito
dentro del cual puede discrepar la gente razonable. Para sostener
su poder, un negociador con sabiduría evita promover
una propuesta tan extrema que dañe su credibilidad. También
evita encerrarse en el primer principio que lo puede llevar
a perder imagen al tratar de deshacerse de él. Y da preferencia
a otro que tiene mayores posibilidades de persuadir a la otra
parte. Adelantando este proceso, un negociador querrá
tener precedentes investigados, opinión experta y otros
criterios objetivos y haber trabajado en varias teorías
sobre qué debe hacerse para afianzar el poder de legitimidad
–un poder al que somos vulnerables cada uno de nosotros.
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6.
El poder del compromiso
Los
cinco tipos de poder mencionados anteriormente pueden ser aumentados
mediante un trabajo previo a las negociaciones formales. El
planeamiento de los compromisos y los arreglos correspondientes
también pueden hacerse previamente, pero los compromisos
se hacen solo durante lo que todos piensan que es propiamente
la negociación.
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Existen
dos tipos de compromisos diferentes –afirmativos y negativos:
(a)
Compromisos afirmativos
(1)
Una oferta de aquello con lo que yo estaría dispuesto
a estar de acuerdo.
(2)
Una oferta de lo que, si no hay acuerdo, yo estaría
dispuesto a hacer bajo ciertas condiciones.
(b)
Compromisos negativos
(1)
Un compromiso de que yo no estoy dispuesto a tomar ciertos
acuerdos (aunque serían mejor para mí
que ningún acuerdo del todo).
(2)
Un compromiso o amenaza de que, si no hay acuerdo, me
comprometo a cierta conducta negativa (aunque hacerlo
sería peor para mí que una simple ausencia
de acuerdo).
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Cada
compromiso implica una decisión. Veamos primero los compromisos
afirmativos. Un compromiso afirmativo es una decisión
sobre lo que uno está dispuesto a hacer. Es una oferta.
Cada oferta amarra las manos del negociador en alguna medida.
Dice, "Esto es lo que estoy dispuesto a hacer." La
oferta puede expirar o ser retirada después, pero mientras
está abierta, tiene algún poder de persuasión.
Como una propuesta de matrimonio o una oferta de trabajo, es
operativa. Dice, "estoy dispuesto a hacer esto. Si usted
está de acuerdo, tenemos un trato."
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Todos
hemos sentido el poder de un compromiso positivo –el poder de
una invitación. (No estamos interesados aquí en
el grado de compromiso, o en varias técnicas para hacer
una restricción más vinculante, sino solo con
el contenido del compromiso en sí. El planeamiento anticipado
puede aumentar mi poder permitiéndome demostrar en forma
convincente que un compromiso no se rompe. Este tema, como todos
aquellos relacionados con la diferencia entre la apariencia
y la realidad, queda para otro día.) Quien hace una oferta
corre un riesgo. Si hubiera esperado, podría haber logrado
mejores términos. Pero a cambio de haber asumido ese
riesgo, aumenta su probabilidad de afectar el resultado.
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Un
negociador con sabiduría formulará una oferta
de forma que maximice el impacto acumulativo de las distintas
categorías de poder de negociación. Los términos
de un compromiso afirmativo se beneficiarán de toda la
destreza y el conocimiento desarrollado; el compromiso se beneficia
de la relación y es consistente con ella; toma en cuenta
las alternativas de retirada que tiene cada parte; la oferta
constituirá una solución razonablemente elegante
al problema de reconciliar intereses en conflicto; y la oferta
será legítima – tomará en cuenta las consideraciones
de legitimidad.
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Con
todo este poder a su favor, hay posibilidad de que la oferta
sea aceptada. No se necesita ninguna otra forma de poder de
negociación. Pero como último recurso, el negociador
tiene otra forma de poder: el de un compromiso negativo, o sea,
una amenaza.
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Un
compromiso negativo es el elemento más controversial
y problemático de poder de negociación. Sin duda,
si amarro mis propias manos puedo ser capaz de influir en usted
para que acepte algo más favorable para mí. La
teoría es sencilla. Para casi todo acuerdo potencial,
hay un ámbito en el que nos va mejor con cualquier acuerdo,
que retirándonos. Suponga que usted está dispuesto
a pagar $75,000 por mi casa si tuviera que hacerlo; pero por
un precio superior a ese usted prefiere comprar otra casa. La
mejor oferta que he recibido de otra persona es $62,000 y yo
aceptaré esa oferta a no ser que usted me dé una
mejor. A cualquier precio entre $62,000 y $75,000 ambos estamos
mejor que si no se llega a ningún acuerdo. Si usted me
ofrece $62,100 y se ata las manos con un compromiso negativo
de que no puede subir esa oferta, probablemente yo la aceptaré
puesto que es mejor que la de los $62,000. Por otra parte, si
puedo comprometerme a no bajar el precio por debajo de $75,000,
usted probablemente comprará la casa a ese precio. Esta
lógica nos puede conducir a involucrarnos en una batalla
de compromisos negativos. La lógica sugiere que la "victoria"
va para el que amarra sus manos primero con un monto apropiado.
Con todo lo demás igual, un compromiso negativo anticipado
y rígido en el punto apropiado debería ser persuasivo.
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Sin
embargo, todo lo demás tiende a no ser igual.
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Conforme
más temprano haga yo un compromiso negativo –conforme
más temprano anuncie yo la posición de "lo
toma o lo deja"- menos probable es que yo maximice el total
acumulado de los distintos elementos de mi poder de negociación.
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El
poder del conocimiento. Probablemente actué antes
de saber todo lo que podía haber aprendido. Conforme
más retrase yo el compromiso negativo, más probable
es que yo conozca la mejor propuesta con la que me puedo comprometer.
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El
poder de una buena relación. Plantear muy pronto
una posición de "lo toma o lo deja" tiende
a preenjuiciar una buena relación de trabajo y dañar
la confianza que usted podría poner en lo que yo digo.
Conforme más pronto lo confronte yo a usted con una posición
rígida de mi parte, más probable es que provoque
su enojo y rechace un acuerdo que usted hubiera aceptado.
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El
poder de una buena alternativa. Hay una diferencia sutil,
pero significativa, entre comunicar una advertencia del curso
de acción que yo creo me interesaría tomar si
fallara en alcanzar un acuerdo (mi MAPAN) y encerrarme en términos
precisos que usted debe aceptar para evitar que yo tome ese
curso de acción. Hacer una advertencia no es lo mismo
que hacer un compromiso negativo. Si los EEUU creen honestamente
que desplegar cien mísiles MX es parte vital de su seguridad
nacional, entonces hacer saber a la Unión Soviética
que si no hay acuerdo tenemos la intención de desplegarlos
parecería una buena forma de ejercer influencia. En estas
circunstancias, los EEUU permanecen abiertos a considerar cualquier
acuerdo negociado que fuera mejor para nosotros que el establecimiento
de los MX. No estamos tratando de influir en la Unión
Soviética comprometiéndonos a rechazar un acuerdo
que, en realidad, nos interesa (con la esperanza de lograr uno
todavía más favorable para nosotros). Simplemente
estamos tratando de influir en ellos con la realidad objetiva
de que el despliegue parece ser nuestra mejor opción
en ausencia de un acuerdo.
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Dos
clases de compromisos negativos se ilustran en el caso MX. Uno
es el ejemplo de la carta del señor Adelman, que aparentemente
describía el único acuerdo posible que los EEUU
estaban dispuestos a aceptar. Su carta apareció para
comprometer a los EEUU a rehusarse a aceptar cualquier tratado
que no comprometiera a la Unión Soviética "a
renunciar a sus ICBM pesados y medianos" (New York Times,
1983). Este fue un intento aparente de influir en la Unión
Soviética para hacer un compromiso público sobre
lo que EEUU no haría –no aceptaríamos nada menos
que un acuerdo soviético de desmantelar todos sus mísiles
pesados y medianos a cambio del compromiso de los EEUU de no
agregar cien mísiles MX a nuestro arsenal.
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El
segundo tipo de compromiso negativo se ilustra por el caso MX
si uno supone, como creemos muchos, que desplegar cien mísiles
MX en realidad no aumenta la seguridad de los EEUU sino que
más bien la daña. El despliegue propuesto es malo
para nosotros; tal vez peor para la Unión Soviética.
Con este supuesto, la amenaza de desplegar mísiles MX
es como que yo trate de influir en un pasajero amenazando con
volcar un bote, ya sea que yo fuera el mejor nadador o que no
lo fuera. Volcar el bote será malo para ambos, tal vez
peor para él. Me estoy comprometiendo a hacer algo negativo
para los dos con la esperanza de ejercer influencia. Si yo hago
tal compromiso, es porque espero que al privarme de actuar de
maneras convenientes para mí, seré capaz de lograr
un resultado aún más favorable.
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Hacer
cualquier tipo de compromiso negativo en una etapa temprana
de la negociación tiende a reducir el poder de negociación
de un buen MAPAN. Traslada la atención de la otra parte,
de la realidad objetiva de mi alternativa más atractiva,
a una afirmación subjetiva de que yo no haré cosas
(excepto el compromiso que hice) que me convendría hacer.
Estos compromisos negativos invitan a la otra parte a involucrarse
en una pugna de voluntades haciendo compromisos que son aún
más negativos y hasta más difícil salirse
de ellos. Sea cual fuere el impacto de negociación de
mi MAPAN, es probable que se reduzca al opacarlo con compromisos
negativos. Esto se demuestra con la insistencia del Secretario
de Estado Kenneth Dam (después de la lamentable carta
del señor Adelman) de que el MX "no es para regatear
puesto que estamos haciendo el despliegue con el propósito
de negociar. Es parte vital de nuestra seguridad nacional."
Esa afirmación implícitamente reconoce que una
afirmación para negociar tiende a ejercer menos influencia
en la mesa de negociación que una buena alternativa fuera
de la mesa de negociación. La afirmación del señor
Dam también refleja el reconocimiento por parte de los
EEUU de que un compromiso negativo prematuro debilita nuestro
poder de negociación en vez de fortalecerlo.
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El
poder de una solución elegante. El uso prematuro
de un compromiso negativo reduce la probabilidad de que la elección
considerada por la otra parte sea la que mejor satisface sus
intereses de manera consistente con la medida en que satisface
nuestros intereses. Si anunciamos prematuramente en el proceso
de negociación que no aceptamos otro acuerdo distinto
del Plan X, el Plan X probablemente atiende la mayoría
de nuestros intereses. Pero es muy probable que el Plan X podría
ser mejorado. Con tiempo y estudio, puede ser posible modificar
el Plan X de manera que sirva más a nuestros intereses
con poco o ningún costo para los intereses de la otra
parte.
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Segundo,
puede ser posible modificar el Plan X de maneras que lo hagan
más atractivo para la otra parte sin hacerlo menos atractivo
para nosotros. Hacer esto no solo serviría a la otra
parte, sino nos serviría a nosotros haciendo más
probable que la otra parte acepte un plan que atienda muy bien
nuestros intereses.
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Tercero,
puede ser posible modificar el Plan X de manera que resulte
mucho más atractivo para la otra parte con el costo de
hacerlo solo un poco menos atractivo para nosotros. El aumento
en los beneficios totales y la probabilidad aumentada de llegar
rápidamente a un acuerdo puede compensar el pequeño
costo en el que se incurrió.
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Un
cierre prematuro de una opción es casi seguro que reduce
nuestra habilidad de ejercer la influencia que se logra de tener
una opción bien elaborada para reconciliar, en la medida
posible, los intereses rivales de las dos partes. En las negociaciones
multilaterales es aún menos probable que una opción
prematura esté bien diseñada para tomar en cuenta
la pluralidad de los intereses divergentes involucrados.
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El
poder de la legitimidad. El daño más serio
para el poder de negociación que puede ocurrir debido
a un compromiso negativo prematuro tiende a ser resultado del
daño que se hace a la influencia que viene de la legitimidad.
La legitimidad de la decisión de un negociador depende
de haber estado de acuerdo con lo que la otra parte considera
como un tratamiento justo. El poder persuasivo de mi decisión
depende, en parte de que yo haya escuchado completamente sus
puntos de vista, sus sugerencias y sus ideas de qué es
justo antes de comprometerme. Y mi decisión será
más persuasiva para usted en la medida que soy capaz
de justificarla haciendo referencia a normas objetivas de justicia
que usted ha dicho que considera apropiadas. Ese factor, de
nuevo, me lleva a contenerme de hacer un compromiso negativo
hasta que yo comprenda bien sus puntos de vista sobre lo que
es justo.
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El
poder de un compromiso afirmativo. Los compromisos negativos
suelen hacerse cuando no hay compromisos afirmativos. Los iraníes
que tenían los rehenes en Teherán dijeron durante
meses que no liberarían los rehenes hasta que los EEUU
hubieran purgado sus pecados adecuadamente y satisfecho una
serie ambigua de exigencias adicionales. Irán no hizo
ninguna oferta clara y los EEUU, en consecuencia, no estaban
muy presionados para hacer nada en particular. Durante la guerra
de Viet Nam, los EEUU también fallaron en ofrecer al
otro lado alguna proposición clara. No nos iremos, dijimos,
hasta que Vietnam del Norte esté de acuerdo en "dejar
a sus vecinos" – pero faltaban los términos en la
mesa; no se hizo ninguna oferta, ningún compromiso afirmativo.
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Una
vez que un compromiso afirmativo está sobre la mesa,
el negociador debe asegurarse de que los distintos elementos
de la comunicación son consistentes entre sí.
Independientemente de la magnitud de una amenaza, tendrá
poco efecto si no está construida de manera que la suma
de las consecuencias de su aceptación sea más
beneficiosa para la otra parte que la suma de las consecuencias
de su rechazo. Si bien los negociadores tratan a menudo de aumentar
el poder aumentando la magnitud de una amenaza, suelen ignorar
el hecho de que aumentando las consecuencias favorables de la
aceptación puede ser igualmente importante.
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Pero
independientemente de cuán favorables sean las consecuencias
de la aceptación para la otra parte, y cuán desagradables
las consecuencias del rechazo, la proposición tendrá
poco impacto si las distintas implicaciones del momento escogido
no se han pensado también. Así como mi hijo me
volverá a ver dudoso si le digo que si no se comporta
bien la próxima semana no podrá ver televisión
esta noche, así los vietnamitas del Norte no pudieron
cumplir cuando los EEUU dijeron, en efecto, "Si durante
las próximas semanas ustedes no han reducido el apoyo
a los enemigos de Viet Nam del Sur, bombardeamos mañana."
(Ver International Conflict for Beginners.)
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Hacer
un compromiso negativo, ya sea de lo que no haremos, o imponiendo
consecuencias severas a menos que la otra parte esté
de acuerdo con nosotros, sin hacer antes una oferta firme y
clara, disminuye sustancialmente nuestra habilidad para ejercer
influencia. Una oferta puede no ser suficiente, pero una amenaza
casi que con seguridad no es suficiente, a menos que exista
una propuesta aceptable sobre la mesa –una afirmación
clara de la acción deseada y un compromiso en cuanto
a las consecuencias favorables que podrían seguir.
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Este
análisis del poder de negociación sugiere que
en la mayoría de los casos es un error tratar de influir
en la otra parte haciendo un compromiso negativo de cualquier
tipo al inicio de las negociaciones, y que es un error hacerlo
antes de que uno haya hecho uso de todos los otros elementos
del poder de negociación.
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Este
análisis también sugiere que cuando se usan las
amenazas o cualesquiera otros compromisos negativos, como último
recurso, deberían formularse como un complemento y refuerzo
para otros elementos del poder de negociación, en vez
de para debilitarlos. En particular, cualquier afirmación
sobre el efecto que hemos alcanzado finalmente en una posición
de "lo toma o lo deja" debe hacerse de manera consistente
con los conceptos de legitimidad con los que estamos tratando
de persuadir a la otra parte. Por ejemplo, yo podría
decir:
"Bill,
aprecio tu paciencia. Hemos estado discutiendo por largo
tiempo la venta de mi casa, y creo que cada uno de nosotros
comprende las preocupaciones del otro. He redactado un borrador
de contrato que reconcilia elegantemente mi interés
en un trato firme, con seguridad adecuada, y restricciones
razonables para proteger los vecinos, con tu interés
de mudarte pronto, extender los pagos y tener tu oficina
en la casa. El único asunto pendiente es el precio.
Sobre eso, hemos discutido varios criterios, como el valor
de mercado según ventas recientes, ofreciéndome
un retorno justo de mi inversión y el valor según
las estimaciones profesionales de costo de reemplazo por
depreciación. Estos criterios arrojan cifras desde
$73,000 hasta $68,000. Yo he ofrecido vender la casa en
$70,000.
"Tu
respuesta, como la entiendo yo, es decir que no pagarías
más de $100 por encima de la mejor oferta que yo
tenga de otro posible comprador, que ahora está en
$62,000. Sabiendo que pagarías $75,000 si tuvieras
que hacerlo, no puedo comprender por qué tendrías
que obtener solo $100 de la ventaja de nuestros intereses
compartidos en mi venta y tu compra de la casa. Tampoco
creo, tal como hemos discutido, que sea mejor para mí
ceder a lo que juzgo como un compromiso arbitrario.
"Los
costos de la transacción de discutir más parecen
compensar cualquier ventaja potencial. A no ser que tengas
algo más que decir ahora, o a menos que quisieras
tratar de convencerme de que este procedimiento es injusto,
planteo una oferta final de $68,000, la cifra más
baja que considero justificada con criterios objetivos.
Confirmo esta oferta ahora por escrito y me comprometo a
dejar esa oferta abierta por tres días. A menos que
ocurra algo inesperado, no te venderé la casa a un
precio menor. Por favor piénsalo.
"De
cualquier forma, vamos a jugar golf el sábado por
la tarde si estás libre."
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Falta
mucho por hacer para formular el mejor consejo general para
ayudar a un negociador a aumentar su habilidad para influir
en otros. Una parte de ese trabajo tiene que ver con lo que
puede hacerse para adquirir poder antes de una negociación;
mucho se relaciona con cómo usar mejor ese poder. No
se ha hecho ningún intento de plantear propuestas que
sean válidas para todo caso, solo se han planteado ciertas
recomendaciones que deberían ser útiles en muchos
casos. Hasta hoy, no he podido llegar a mejores recomendaciones.
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Como
indiqué al principio, este artículo no cubre el
tipo de poder de negociación que se basa en crear en
la mente de la otra parte una impresión falsa –de fanfarronada,
engaño, mal interpretación o cualquier otro tipo
de acto u omisión. Por el momento, sigo convencido de
que el mejor consejo para un negociador no incluye sugerencias
sobre cómo crear una impresión falsa en la mente
de la otra parte, como tampoco aconsejaría a los abogados
jóvenes cuál es la mejor forma de crear una impresión
falsa en la mente de un juez o un árbitro. Pero eso es
tema para otro día.
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