Tema
1: lectura 2
Tomado de:
The Policy-Making
Process
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El
proceso de hacer políticas
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Por Charles
E. Lindblom y Edward J. Woodhouse
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Capítulo
1:
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Desafíos
que se enfrentan al hacer políticas
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¿Por
qué no son más efectivos los humanos para resolver
realmente los problemas sociales? ¿Por qué, de manera
declarada, suelen aparecer los gobiernos como insensibles para
muchos de sus ciudadanos? En algunos de los fracasos más
serios de la toma de decisiones en el campo de la política
y la economía durante el siglo veinte, los gobiernos
y las empresas han
·
Gastado más de $5 trillones en armas militares, junto
a un miedo nunca reconocido y casi 100 millones de vidas
tomadas en conflictos violentos;
·
Introducido aproximadamente 100,000 químicos orgánicos
sintéticos en ecosistemas, sin mucho conocimiento
de sus propiedades carcinogénicas y otras propiedades
dañinas;
·
Permitido que unos 20 millones de niños y adultos
mueran anualmente de malnutrición y enfermedades
afines;
·
Reducido muchas más reservas irremplazables de petróleo
y gas natural que la requerida para un transporte, calefacción
e industria eficientes;
·
Gastado cientos de billones de dólares en reactores
nucleares gigantes que no son aceptables ni económica
ni políticamente en la mayoría de las naciones;
·
Iniciado una reducción parcial de la capa de ozono,
y tal vez precipitando el calentamiento climático
global; y
·
Fallado en establecer programas internacionales de control
de la natalidad y asistencia económica adecuadamente
financiados, resultando en un aumento de la población
mundial de aproximadamente un billón de personas
durante los noventa.
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A
estas y otras grandes ofensas se le agrega la cantidad incontable
de problemas sociales tan familiares para todos: pobreza, racismo,
sesgos de género, abuso de niños, adicción
al alcohol y las drogas, matrimonios desdichados, sistemas educativos
sin éxito, muertes y mutilaciones en las carreteras,
la expansión de los suburbios, la espiral en los costos
médicos, la corrupción política, la televisión
sin sentido – la lista parece interminable.
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Estas
realidades innegables se mofan de las aspiraciones humanas de
tener políticas públicas inteligentes. De hecho,
si la experiencia es una guía confiable, la probabilidad
de moverse hacia gobiernos democráticos inteligentes
no es prometedora. No es de sorprenderse, entonces, de que muchas
personas se retiren a la vida privada a disfrutar en la medida
de lo posible dentro de las limitaciones de una civilización
cargada de problemas. Por otra parte, quienes continúan
buscando la posibilidad de que el futuro de la humanidad pueda
ser guiado por decisiones significativamente más sabias
que las pasadas, pueden apuntar a señales de esperanza
como la creciente conciencia sobre el ambiente, el fin de la
Guerra Fría, y la discriminación contra las mujeres,
las minorías étnicas y los homosexuales en algunos
países.
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Tanto
los éxitos como los fracasos plantean preguntas. Si los
humanos no están condenados para siempre a vivir con
una toma de decisiones que no es democrática ni relativamente
inteligente, tiene sentido preguntarse sistemáticamente
qué es lo que está estorbando. "¿Qué
interfiere con la inteligencia y con el control popular al atacar
los problemas sociales?" suena como una pregunta directa
que debe ser fácil de responder. Resulta ser una tarea
formidable, que requiere replantearse de manera sustantiva de
qué se trata la solución de problemas sociales.
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Hacer
políticas: una manera amplia de concebirlo
¿Quién
hace las políticas? Debido a que los presidentes y los
primeros ministros, los secretarios de gabinete y los ministros,
los oficiales mayores y los gobernadores, los legisladores y
los burócratas son la parte más visible del proceso
de hacer políticas, tienden a recibir una atención
desproporcionada en la cobertura de los medios, en los cursos
sobre política y políticas públicas y en
la mente pública. Pero pocas personas cometen el mismo
error respecto a la vida económica. Los bienes y servicios
obviamente son producidos a través de un sistema
económico complejo, con productos que emergen de las
contribuciones de millones de personas que interactúan
entre ellas. Las políticas públicas, de igual
manera, son realizadas mediante un sistema político complejo
y no pueden ser comprendidas básicamente viendo las acciones
del Presidente Clinton, el Canciller alemán Kohl u otros
altos oficiales de gobierno.
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Al
tratar de captar y sintetizar el conjunto complejo de fuerzas
que juntas producen efectos llamados "políticas",
este libro no toma a las instituciones gubernamentales ni a
los oficiales como objetos únicos de estudio. Los oficiales
electos y nombrados son claramente los que promulgan y administran
más directamente las leyes. Pero estas autoridades normativas
inmediatas normalmente discuten alrededor de una gama relativamente
reducida de alternativas, que son zarandeadas para caber en
un área amplia de acuerdos básicos.
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En
un sentido, lo que normalmente describimos como "política"
democrática es solo la broza. Es la manifestación
superficial, representando conflictos superficiales. Antes de
la política, detrás de ella, envolviéndola,
restringiéndola, condicionándola, está
el consenso subyacente sobre las políticas que usualmente
existe en la sociedad entre una cantidad predominante de los
miembros políticamente activos.
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Si la solución de los problemas sociales progresa pobremente,
si el proceso de hacer políticas está llevando
a resultados seriamente defectuosos, entonces puede ser deseable
extender bastante la gama de alternativas políticas que
están siendo consideradas. Esto requerirá revisar
los procesos más profundos por los cuales se forma el
"consenso subyacente".
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Esta
tarea no es bien atendida por la terminología política
convencional, que sugiere que el ímpetu por las políticas
proviene principalmente de unos pocos "líderes"
– implicando que todos los demás son "seguidores".
Por el contrario, los políticos y los burócratas
suelen servir como lentes a través de los cuales se refractan
las diversas presiones, ideas, preguntas, problemas y opciones
de políticas, que salen directa o indirectamente de incontables
fuentes. Esto no es para negar que los oficiales de gobierno
tienen también sus propias agendas: Protegen programas,
construyen carreras, aumentan su autoridad, promueven ciertas
posiciones del interés público y a veces enriquecen
sus propias carteras. Estas metas las persiguen adaptándose
y usando el flujo de problemas y las ideas sobre políticas,
así como la información y las oportunidades políticas
que fluyen a través de sus dominios. Pero ¿dirigir? No
es lo principal.
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Debido
a que muchas personas y fuerzas sociales influyen en los resultados
de las políticas, es incorrecto refererirse a aquellos
que están en posiciones de autoridad como "las
autoridades normativas" o "líderes" o
"tomadores de decisiones". Desafortunadamente, no
hay forma de reemplazar adecuadamente estos términos
incómodos. Este libro usa el extraño y poco familiar
término de funcionario, para referirse a una persona
que desempeña cierta función, especialmente un
oficial. Lo que le falta a la palabra es elegancia y familiaridad,
pero al menos es más precisa. Puesto que una parte de
nuestro objetivo es ayudar a los lectores a desaprender algunas
de las cosas que se enseñan sobre la vida política,
lo extraño del término puede servir como recordatorio
de cuán amplio es el proceso de hacer políticas
realmente, un recordatorio que no se concentra excesivamente
en los oficiales de gobierno.
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Manteniendo
este énfasis, además de cubrir a los legisladores,
grupos de interés y otras partes gubernamentales del
proceso de hacer políticas, le ponemos al menos la misma
atención a otras influencias más amplias sobre
la toma de decisiones. Estas incluyen las capacidades limitadas
de los humanos para cuestionarse problemas complejos, el frecuente
conflicto entre el juicio razonado y el ejercicio del poder
político, el papel central de los negocios en la toma
de decisiones y las inequidades socioeconómicas y políticas.
Por razones que serán comprendidas, entender estos aspectos
más amplios de hacer políticas entra a desenredar
el misterio de por qué la solución de problemas
gubernamentales no es más efectiva – y sugiere empezar
por cómo hacer mejor las cosas.
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Límites
y debilidades cognoscitivos
Existe
una discrepancia básica entre las capacidades mentales
de los humanos y las complejidades de los problemas de políticas.
La mente humana, aún extendida con recursos como el lenguaje
escrito y las computadoras electrónicas, simplemente
no puede captar la complejidad de la realidad social. Herber
Simon, quien recibió el premio Nóbel por sus estudios
de los procesos de decisión cognoscitiva, arguye que
"La capacidad de la mente humana para formular y resolver
problemas complejos es muy pequeña comparada con el tamaño
de los problemas cuya solución se necesita para una conducta
objetivamente racional en el mundo real – o hasta para una aproximación
razonable a tal racionalidad objetiva".
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Considere
un problema de políticas simple: ¿Debe el gobierno de
una ciudad introducir el tráfico de una sola vía
en una calle central? Los tomadores de decisiones no pueden
saber todos los efectos del tráfico (incluyendo el cambio
de la congestión a otras calles), sobre la conveniencia
de los ciudadanos, o sobre las ganancias de los negocios del
área. Hasta las mejores técnicas analíticas,
que pueden requerir una pericia de la que no se dispone en la
ciudad, podrían responder estas preguntas solo con estimaciones
no concluyentes que podrían resultar incorrectas.
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El
tráfico obviamente es un tema mucho más fácil
que la mayoría de los problemas locales, como el lidiar
con la sobrepoblación en la cárceles, la adicción
a las drogas o el SIDA. Ciertamente es menos complejo que los
déficits presupuestarios y muchos otros asuntos de políticas
que se tratan en Washington, París o Tokyo. Y las dificultades
de predecir el tráfico son pálidas comparadas
con el intento de comprender los efectos de la reunificación
alemana o prever cómo llevar realmente paz al Medio Oriente.
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La
cultura occidental se rehusa profunda y persistentemente a reconocer
las dificultades que surgen de la complejidad del mundo y las
modestas habilidades cognoscitivas de los humanos. Por eso los
intentos de entender la solución de los problemas sociales
suelen ir mal desde el principio. A menos que se tomen en serio
las limitaciones humanas, es imposible apreciar la magnitud
de la tarea que enfrenta el sistema político; y a menos
que la acción política tome en cuenta el hecho
de que los problemas complejos no pueden ser comprendidos totalmente,
la toma de decisiones se hará mucho más mal de
lo que se puede hacer.
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Análisis
versus poder
Para
mejorar la solución de los problemas sociales ¿se requiere
mucha más información y pensamiento sistemático
en el proceso de hacer políticas? Mucha gente cree que
es así, y el estudio de la toma de decisiones ha puesto
especial atención a los papeles de la información
y el análisis. Algunos libros y cursos se concentran
casi exclusivamente en estos componentes intelectuales de la
vida política. Frente a problemas como el efecto invernadero,
el debacle de los ahorros y los préstamos, y los períodos
recurrentes de alto desempleo, el deseo de políticas
más informadas parece eminentemente sensible.
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Algunos
críticos señalan que los enfoques intelectuales
de los problemas a veces se involucran con categorías
analíticas y tratamientos estadísticos fríos
llevados a extremos indefendibles. Sin embargo, el deseo de
más información y análisis es inequívoco,
un deseo que parece sugerir una reducción del conflicto
político de partidos, de las maniobras políticas,
del poder, de la ‘política’.
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Sin
embargo, el deseo de una influencia popular en el gobierno requiere
que las políticas permanezcan en el ámbito político.
Pocos desearían avanzar tanto hacia un gobierno tecnocrático
de expertos como para renunciar al derecho al voto, y la mayoría
de la gente espera que los funcionarios electos consideren las
opiniones de los ciudadanos comunes respecto a varios temas.
Aunque la gente cree que los gobiernos necesitan más
investigación y análisis de los problemas de políticas,
aparentemente pretenden que sus oficiales electos pidan de algún
modo los servicios de analistas y expertos sin abdicar a su
autoridad política.
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Así,
un conflicto serio atraviesa las actitudes comunes hacia la
toma de decisiones. La gente quiere que las políticas
sean informadas y bien analizadas, tal vez, incluso, correctas
o científicas; pero también quieren que la toma
de decisiones sea democrática y, por lo tanto, un ejercicio
de poder. Por supuesto, toda toma de decisiones gubernamentales
puede considerarse un proceso político puesto que involucra
el uso de la autoridad. Al usar el término "político"
de manera más restringida, sin embargo, es posible contrastar
la persuasión razonada con el poder: llegar a las preferencias
de políticas mediante el análisis informado y
la discusión cuidadosa, versus establecer políticas
por negociación, intercambio de favores, votación
u otras formas de ejercer el poder. En este sentido, la política
es prominente en decisiones de congresos sobre la ubicación
de bases militares en varios estados, mientras el análisis
es más importante en las decisiones del Consejo de la
Reserva Federal sobre políticas monetarias. Pero el análisis
y la política siempre se entrelazan.
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Muchos
teóricos sobre la democracia y pensadores sociales han
tratado de resolver el conflicto. Su argumento es que el intercambio
político abierto en una sociedad democrática –
una "competencia de ideas"- es el mejor camino hacia
la verdad, que la política democrática ofrece
la mejor oportunidad para hacer políticas informadas
y razonadas. Aunque sea el mejor camino, sin embargo, parece
peligroso. Mucha gente desconfía de la política
democrática porque perciben que la competencia de ideas
no trae razón sino el espíritu de la contradicción
en la toma de decisiones. Esto apunta a un serio conflicto:
Para mejorar el papel de la razón y el análisis
en la toma de decisiones, ¿debe una sociedad renunciar a algunos
aspectos de la democracia? O, a pesar del conflicto intermitente,
¿puede una sociedad disfrutar de una toma de decisiones que
sea más razonada y también más democrática?
La relación del conocimiento y el poder es un segundo
tema central en todo este libro.
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La
función normativa de las empresas
Algunas
tareas públicas importantes son delegadas al sector empresarial
en sociedades que emplean economías de mercado; desde
la caída de las economías centralizadas en la
Unión Soviética y Europa Oriental, esto incluye
todos los sistemas democráticos y la mayor parte del
resto del mundo. Se puede decir que las sociedades con orientación
mercantil tienen un segundo grupo de "oficiales públicos":
los administradores de negocios que organizan la fuerza laboral
asignan recursos, planean inversiones de capital y de otras
formas asumen muchas de las tareas de organización de
la vida económica. Los ejecutivos de las corporaciones,
en vez de los oficiales de gobierno, fijan la mayoría
de las políticas respecto a la producción de electricidad,
servicios de transporte, entretenimiento, seguros, acero, vivienda,
alimentos, computadoras, periódicos, televisión,
juguetes y muchos otros bienes y servicios.
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Aunque
estas funciones no son gubernamentales, son públicas
en el sentido de que le importan a todo el mundo y las decisiones
sobre ellas son tan importantes como las que toma el gobierno.
La creación de trabajos y el empleo o desempleo resultante,
los niveles de precios y la expansión o contracción
general de la economía están influenciadas por
las políticas gubernamentales, por supuesto; pero dependen
incluso más directamente de las acciones de los ejecutivos
de las empresas y otros participantes del sistema de mercado.
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La
importancia de la toma de decisiones de las empresas no puede
refutarse alegando que los ejecutivos empresariales no gozan
de mucha libertad y están obligados a hacer lo que quieren
los consumidores. Los consumidores ejercen, de hecho, un control
holgado sobre las decisiones de las empresas al "votar"
con dólares cuando compran o no compran. Pero la influencia
de los consumidores se limita, en el mejor de los casos, a especificar
en general cuáles bienes y servicios logran ganar un
nicho en las tiendas. Ellos tienen poco impacto en si los trabajadores
son reemplazados por robots o en dónde coloca la General
Motors una nueva planta de ensamble para los automóviles
Saturn; los consumidores no deciden si el spray aerosol usará
propulsores químicos peligrosos, o si los procesadores
de palabras se usan para hacer el trabajo secretarial más
interesante o más presionado. A través de la competencia
los consumidores presionan para mantener bajos los costos, pero
los ejecutivos de las empresas tienen mucha libertad para decidir
la forma de producir y la forma como lo que producen afecta
el ambiente y la fuerza laboral.
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Los
ejecutivos de las empresas obviamente toman buenas y malas decisiones,
como lo hacen los oficiales de gobierno; la calidad de las decisiones
varía. Lo que queda invariante es que hay un segundo
grupo de oficiales públicos y que la toma de decisiones
del "sector privado" constituye un sistema de control
sobre las direcciones de la sociedad que rivaliza con el gobierno
significativamente. Este libro analiza los procesos políticos
gubernamentales, no los relacionados con transacciones económicas
en el mercado; pero los dos sistemas, ambos comprometidos en
la toma de decisiones públicas, se entrelazan frecuentemente
y con consecuencias importantes.
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Esto
es cierto, en parte, porque como todo mundo sabe, junto con
el bien que logra, la vida empresarial también produce
problemas serios: basura tóxica abandonada y otras formas
de contaminación ambiental, automóviles defectuosos
que matan y desfiguran, publicidad que confunde; la lista es
larga. De hecho, tal vez no es tan justo decir que los ejecutivos
empresariales suelen tener fuertes incentivos para actuar de
maneras que crean ciertas clases de problemas sociales
si pueden obtener ganancias con ello. Cuando las empresas hacen
políticas públicas, en otras palabras, ayudan
a crear partes importantes de la agenda de la toma de decisiones
públicas que hace el gobierno. La sociedad y el gobierno
siempre están tratando de alcanzarse uno a otro, para
corregir o mitigar los problemas introducidos por la ingenuidad
tecnológica y comercial del sector empresarial.
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Los
esfuerzos del gobierno son especialmente difíciles porque
los ejecutivos empresariales también son los principales
participantes en la vida política. El papel central que
juegan las empresas en la toma de decisiones pública
a través del mercado les da recursos que pueden usarse
para intervenir en el lado gubernamental de la toma de decisiones
pública, incluyendo un financiamiento mucho mayor del
que gozan otros intereses sociales. En la medida que los gobiernos
tratan de inducir a los negocios a reducir la contaminación,
mantener buenas condiciones laborales y servir a la sociedad
de distintas formas, los ejecutivos empresariales y sus aliados
poseen recursos considerables para resistirse a tales esfuerzos.
El papel político de las empresas es un tercer tema central
del análisis de los capítulos siguientes.
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Inequidades
socioeconómicas y políticas
Un
cuarto elemento en la formulación de políticas
es las inequidades sociales y económicas entre los ciudadanos
y su traducción en inequidades políticas. Esto
ocurre aún en los sistemas políticos normalmente
denominados democracias.
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Los
tomadores de decisiones inmediatos en el gobierno, en las empresas
y en el sector sin fines de lucro son una fracción pequeña
de la ciudadanía. Tal vez la mitad de los productos industriales
y los servicios financieros de EEUU está sujeta a un
control primario de varios miles de personas que toman decisiones
de alto nivel en las 500 corporaciones más grandes. Los
oficiales políticos son aún menos: de 400 a 800
oficiales son electos en las oficinas nacionales en Alemania,
Gran Bretaña y la mayoría de los otros países.
Más o menos esa cantidad de ejecutivos, editores y personal
de periodismo decide qué son "noticias" en
las redes de televisión, en las organizaciones recolectoras
de noticias como la Associated Press y los principales periódicos
como The New York Times. Entonces, aunque sea problemático,
la existencia de una élite de autoridades normativas
–o, más precisamente, élites – es una realidad
de la vida política.
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Las
preguntas surgen, sin embargo, respecto al grado en que estas
élites promueven la toma de decisiones democrática
e inteligente. Si las élites fueran representativas de
un mayor cuerpo de ciudadanos, compartiendo, por ejemplo, antecedentes
étnicos, religión, clase, y género, entonces
sus ideas y elecciones no serían muy distintas de las
del público más general. Aún no siendo
representativas en un sentido democrático, si las élites
estuvieran muy abiertas a las necesidades públicas en
varios temas y las tradujeran en políticas efectivas,
mucha gente podría considerar el sistema suficientemente
democrático e inteligente. En la medida que vemos el
asunto, será más evidente que este patrón
no es la norma.
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Élites
a un lado, los asuntos de inequidad llegan más lejos.
Entre los ciudadanos ordinarios, las donaciones para campañas
políticas obviamente vienen de los adinerados más
que de los pobres. Los grupos de interés necesitan fondos
y se orientan hacia aquellos que aportan los fondos. En estas
u otras formas, la gente adinerada puede recurrir a sus recursos
económicos cuando participan en la vida política.
Los asuntos de inequidad no solo tienen que ver con el dinero,
puesto que las habilidades para escribir y hablar y muchas otras
cualidades personales favorecen a algunos – y ponen a otros
en desventaja.
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¿Son
los sistemas políticos contemporáneos tan poco
democráticos respecto a la equidad o puede la inequidad
ajustarse de algún modo a la democracia? ¿Existen mecanismos
políticos que ayuden a aliviar las implicaciones de las
políticas de estas inequidades? En la medida que la inequidad
es un problema, ¿interfiere solo con el grado de democracia
o también con la inteligencia de las políticas
públicas? Estos temas constituyen el cuarto punto central
considerado en el libro.
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¿Cómo
estudiar el proceso de las políticas?
¿Cuál
es la mejor manera de examinar los detalles de la toma de decisiones?
Un método popular reciente separa la toma de decisiones
en etapas y analiza cada una de ellas. Este método empieza
con un examen de cómo surgen los problemas de políticas
y aparecen por primera vez en la agenda política. Sigue
el análisis de cómo los actores políticos
formulan los asuntos para la acción, cómo procede
la acción legislativa y otras acciones, cómo los
administradores implementan luego las políticas y cómo
se evalúan las políticas.
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Uno
descubre rápidamente, sin embargo, que la lista de personajes
de este drama no cambia mucho del primer acto hasta el último.
Las formas en que los participantes políticos cooperan
o batallan uno con otro también es bastante consistente.
Dividir el proceso de la toma de decisiones en unidades hipotéticas
es, por lo tanto, artificial y puede también demandar
un costo intelectual muy grande si la búsqueda de elementos
únicos de cada etapa oscurece los asuntos y fenómenos
universales, tales como las inequidades sistemáticas
que sesgan todo el proceso.
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El
método por etapas también tiene el riesgo de suponer
que la toma de decisiones procede a través de un proceso
coherente y racional – como escribir un informe de un curso
universitario con principio, centro y final, cada parte unida
lógicamente a la siguiente. De hecho, la toma de decisiones
rara vez sucede así; se ha descrito con más precisión
como un proceso en el que la acción ocurre caprichosamente
en la medida que los problemas se relacionan con ideas de políticas
consideradas de interés político por una mayoría
de los partidarios que influyen en el dominio de las políticas.
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Puede
no haber siquiera una etapa en la que ocurre la definición
del problema, puesto que los participantes suelen diferir mucho
en sus ideas sobre "El Problema" que una ley o regulación
está designada a servir. Las políticas a veces
se forman de un compromiso entre los participantes políticos
y, además, ninguno de ellos ha tenido en mente el problema
al que responden las políticas acordadas. La acción
suele originarse en las nuevas oportunidades, no en los "problemas",
como ocurrió en la exploración del espacio.
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Tampoco
es exacto sugerir que hay cierta etapa en la cual las políticas
deben ser "decididas". Mantener asuntos que podrían
ser inconvenientes fuera de agenda es al menos tan importante
para el éxito político como ganar las peleas que
surgen. Las políticas pueden emerger sin decisión
explícita, por falta de acción. Las políticas
pueden ser consecuencia no intencionada de otra acción:
cuando el número de inspectores de bancos federales fue
recortado como parte de un movimiento presupuestario en 1982-83,
posiblemente nadie quería permitir que algunas instituciones
inestables se salieran con las suyas manipulando sus registros
financieros. Las políticas también pueden emerger
gradualmente, casi imperceptiblemente, mediante cambios en el
grado de severidad con que se impone una ley.
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Tampoco
se puede distinguir fácilmente la implementación
y la evaluación de las otras etapas. Un intento de implementar
políticas casi siempre trae nuevos problemas en la agenda,
lo que significa que la etapa llamada implementación
y la llamada construcción de la agenda se traslapan
– como cuando la necesidad de achicar instituciones de préstamos
surgió, en parte debido a que leyes anteriores de revisión
de impuestos habían estimulado la especulación
en los bienes raíces. La solución para un grupo
suele ser el problema de otro grupo, como cuando las leyes menos
restrictivas sobre el aborto promovieron la acción de
grupos contra el aborto. Desde el inicio de la implementación,
surgen nuevos problemas de políticas que se incorporan
en la agenda en sucesión permanente.
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Además,
la evaluación de las políticas, que suele considerarse
como el paso final, no constituye realmente un "paso"
en la toma de decisiones, a menos que señale otros posibles
movimientos de políticas, en cuyo caso la evaluación
se entrelaza con los otros intentos de valorar y formular opciones
para rediseñar la actividad gubernamental.
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El
proceso de políticas en realidad no funciona como un
conjunto de etapas ordenadas y deliberadas. Hacer políticas
es, más bien, un proceso complejamente interactivo sin
principio o fin. Para entenderlo se necesita poner atención
a temas convencionales de política gubernamental como
las elecciones, los funcionarios electos, los burócratas
y los grupos de interés (ver parte II). Pero igualmente,
o más importante, son las fuerzas más profundas
que estructuran y a menudo distorsionan el comportamiento del
gobierno: la influencia de las empresas, la inequidad, y las
capacidades limitadas para investigar los problemas sociales.
Estos se entrelazan de manera fascinante e inquietante en la
toma de decisiones contemporánea (ver parte III). Una
combinación de la modificación de estas condiciones
estructurales y la reducción de sus efectos distorsionantes
debe ser la base de cualquier esfuerzo exitoso de hacer que
el proceso de la toma de decisiones sea más inteligente
y democrático en el futuro (ver parte IV).
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