CENSO DE POBLACIÓN

Jorge ARIAS DE BLOIS

(Fuente: http://www.iidh.ed.cr/diccelect/documentos/censo de población.htm)

I. Concepto

Es el proceso total de recolectar, compilar, evaluar, analizar y publicar o diseminar en cualquier otra forma, los datos (o la información) demográficos, económicos y sociales que pertenecen en un momento determinado, a todas las personas de un país o de una parte bien delimitada del mismo. Esta definición corresponde a la que actualmente utiliza Naciones Unidas, e incluye muchos aspectos más que la simple enumeración que para muchos ya constituye un censo.

II. Características

Un buen censo de población debe satisfacer cuatro requerimientos básicos: a) enumeración individual, b) universalidad, c) simultaneidad y d) periodicidad.

A. Enumeración individual

La idea básica que hay tras un censo es la de enumerar separadamente a cada individuo con sus correspondientes características que también deben ser anotadas en forma separada. Lo importante es cubrir a todos los individuos como sujeto de enumeración, pero ello no impide que al usar la técnica del muestreo combinada con la del censo, algunas preguntas específicas sólo se hagan a las personas incluidas en la muestra. Se supone que el diseño de la muestra (tamaño y distribución geográfica) es consistente con el tamaño de las áreas (localidades, municipios, provincias, etc.) que se desea utilizar en la preparación de las tabulaciones, tomando en cuenta el grado de detalle con que se desea presentar las tabulaciones cruzadas. Es decir que la enumeración por grupo no se puede considerar como una operación censal. Sin embargo la información que es de tipo común para toda la familia o el hogar, como sucede con aspectos geográficos (dirección, municipio, etc.), características de la vivienda, existencia de una industria en el hogar, idioma que se habla en el seno de la familia, etc., no tiene necesariamente que ser anotado para cada individuo. Sin embargo a veces se señala la conveniencia de enumerar en grupo cuando existen conjuntos de habitantes que no pueden ser empadronados individualmente tales como grupos que viven al margen de la estructura socioeconómica del país.

B. Universalidad

El censo debe cubrir todo el país o una parte bien delimitada del mismo (región, departamento, municipio, etc.) si es que sólo se desea una cobertura parcial. El censo de población debe incluir a todas las personas que estén presentes o que residan en el territorio antes delimitado, de acuerdo con el tipo de censo (de facto o de jure) según se define éste más adelante.

C. Simultaneidad

Cada persona debe ser enumerada, tan cerca como sea posible, de un punto bien definido en el tiempo (por ejemplo la media noche anterior al día del censo) con el fin de que el censo sea un reflejo exacto, hasta donde sea posible, de la población en un momento determinado. A menudo se dice que el censo de población es como una fotografía de la población en ese instante.

Las respuestas a las diversas preguntas (edad, estado civil, nacionalidad, etc.) deben ser dadas para ese momento previamente fijado, pero esto no excluye que para dar respuesta a algunas preguntas, se fije un periodo mayor (por ejemplo, si tuvo trabajo durante la semana anterior a la fecha del censo, cuál fue la fecha de nacimiento del último hijo vivo, dónde residía cinco años antes, etc.)

D. Periodicidad

Desde que se inició la toma de censos en una forma sistemática, se pensó que éstos deberían ser levantados con una cierta periodicidad con el fin de facilitar la comparación de la información obtenida. Una de las variables básicas que se maneja en el censo es la edad, y es costumbre que la mayor parte de las tabulaciones cruzadas que utilicen esa variable, desagreguen la población en grupos de cinco en cinco años, o de diez en diez. La toma de censos cada diez años, como ha sido recomendada, facilita la comparación de un censo a otro por grupos de edad, así como hace disminuir la influencia perturbadora de la declaración corriente de la edad en números terminados en cero y cinco. No obstante que ha habido recomendaciones internacionales en el sentido de levantar los censos de población, por lo menos cada diez años, en los terminados en cero, con el fin de mantener una simultaneidad universal, a menudo razones de orden legal, administrativo y sobre todo financiero, han hecho difícil, para un buen número de países, cumplir con dicha recomendación y se han contentado con la alternativa de levantarlo cerca de esos años.

A los cuatro requerimientos antes señalados, se podría agregar el de comparabilidad tanto nacional como internacional. Esto significaría utilizar, hasta donde sea posible, los mismos conceptos y definiciones para hacer directamente comparable un censo con otro. El primer intento formal de levantar un censo de población en todos los países, con una base mínima comparable fue realizado por esfuerzos de Naciones Unidas, con el apoyo de organismos regionales, para el año 1950. Para el continente latinoamericano se levantó lo que se llamó el Censo de las Américas (COTA 1950) que contó con el apoyo regional del Instituto Interamericano de Estadística (IASI de Washington D.C.) y fue la primera oportunidad que hubo de obtener información censal para todo el continente en forma más o menos simultánea. A pesar de las recomendaciones y los acuerdos obtenidos se ha hecho muy difícil repetir esa operación en forma integral durante las décadas subsiguientes. Aunque ha existido el deseo de mantener la comparación de un censo a otro dentro de cada país, y de los censos entre los diversos países, diversas razones de orden local han interferido con ese buen propósito cuando se ha visto que es necesario, por circunstancias especiales, modificar algunas de las definiciones antes utilizadas. Esto ha pasado con conceptos como urbano y rural por ejemplo, o con la definición de la población económicamente activa.

III. Clases de censo

Aunque la unidad de enumeración es el individuo, se hace necesario fijar las condiciones que rodean dicho individuo para ser censado. Bajo ese punto de vista han existido dos clases de censo atendiendo a la residencia del individuo: A. Censo de hecho o “de facto”, y B. Censo de derecho o “de jure”.

A. Censo de hecho o “de facto”

En esta modalidad de censo se enumeran todas las personas que se encontraban en la vivienda o unidad de control de la enumeración, a la fecha y hora que se ha señalado para el censo, sea que residan o no en dicha unidad de habitación. Este método presenta dificultades para tratar a las personas que pasaron eventualmente la noche en el hogar, así como a las que estaban ausentes por trabajar de noche.

B. Censo de derecho o “de jure”

En esta clase de censo la persona es enumerada en el lugar donde reside habitualmente. Esto implica definir en forma precisa, qué se considera como lugar de residencia, para evitar los problemas que se puedan presentar con la población que ocasionalmente no se encuentra viviendo en su domicilio; por ejemplo, las personas que se encuentran la noche del censo como visitantes pero viven en otro lugar no serían censadas en el sitio visitado, pero sí lo deberían ser en el lugar donde residen. No cabe duda que esta segunda alternativa ofrece mayores dificultades operativas que la primera que es más objetiva. A menudo, algunas omisiones o duplicaciones de población, en el proceso de empadronamiento, se atribuyen al uso de uno u otro de los métodos indicados si no se toma el cuidado necesario. Por la dificultad que presentan algunos grupos de población, como son el personal diplomático y militar, a veces se solicita que se presenten por separado, con algunas de sus características demográficas básicas. El tratamiento de este grupo en forma especial, para garantizar la comparación internacional, condujo al concepto de “población total” que recomendó la Comisión del Censo de las Américas de 1950. A quienes excluían de su censo a esos grupos residentes en el extranjero se les recomendaba enumerarlos, o estimarlos, con algunas de sus características demográficas básicas.

IV. Métodos de enumeración

Hay dos métodos principales de enumeración: 1. el de entrevista directa, y 2. el de autoenumeración. En el primero, un empleado del censo visita cada hogar, lista a las personas que viven en el mismo, y a continuación procede a formular las preguntas, en orden, a cada individuo, o a menudo, entrevistando a un miembro de la familia. En el segundo método, los formularios son distribuidos, generalmente uno en cada hogar, y la información es anotada por uno o más miembros del hogar para todos los integrantes del mismo. El primer método tiene la ventaja que se puede contar con entrevistadores seleccionados y debidamente entrenados, que pueden ayudar en la obtención de una información de mejor calidad, y por eso es adecuado para levantar censos de poblaciones en lugares donde el nivel de educación es bajo. En el segundo método no se requiere contar con ese tipo de entrevistador, ya que sólo distribuye los formularios y los recoge. Cuando los recoge puede proceder a hacer una revisión sobre la calidad del llenado, para hacer en ese momento las correcciones y ampliaciones del caso. En algunas oportunidades se puede usar el correo, tanto para distribuir los formularios como para recogerlos, o para realizar ambas operaciones. Algunos señalan como ventaja de este método, que se le da más tiempo a las persona para responder así como para que se encuentren en el hogar con lo cual se puede obtener respuestas directas. Se considera que es el método más adecuado si se trata de un censo de facto.

Naciones Unidas ha recomendado, para propósitos internacionales, el concepto de “población total” según el cual cada país debe tratar de obtener el número total de personas presentes al momento del censo, excluyendo el personal militar, naval y los diplomáticos y sus familias localizadas en el país e incluir al personal militar, naval y diplomático del país y sus familiares que viven en otro país, así como los marinos mercantes que viven en el país, pero que se encuentran fuera del mismo a la fecha del censo. Esta no sería una población “de facto” ni “de jure”, pero suministraría la información necesaria para comparaciones internacionales y para integrar totales regionales y mundiales.

Cuando se trata de asignar la población censada a las divisiones geográficas del país (departamento, provincias, municipios, etc.), se ha recomendado que se utilice el método que mejor satisfaga las necesidades nacionales. Por eso muchos países que habían usado el método de facto, se han inclinado después por el de jure, dado las complicaciones que se originan en el primero para realizar estudios de la composición de la familia, la preparación de estadísticas de migración, para el cálculo de estadísticas vitales por lugar de residencia, para asignar fondos federales o nacionales entre las diversas divisiones geográficas, y para fijación del número de representantes a cuerpos colegiados como el Congreso Nacional, el Senado, etcétera.

V. Utilidad general de los censos

En un principio, el censo de población tuvo por objeto principal atender necesidades del Estado referentes a las obligaciones militares, tributarias y de trabajo de los habitantes de un país. Posteriormente, al empezarse a generalizar el sufragio, los resultados censales, en cuanto a número de habitantes, empezaron a ser utilizados para la fijación de la representación electoral. Posteriormente ha venido cambiando su alcance hasta el punto que hoy en día, tal como dice Naciones Unidas “el censo de población es una operación estadística de gran utilidad en cada país. Constituye la fuente primaria de las estadísticas básicas de población, necesarias para fines gubernamentales y para muchos aspectos de la planificación económica y social”. Se podrían señalar muchas otras aplicaciones, entre ellas la de servir de marco de referencia para la preparación de encuestas por muestreo que son tan útiles.

Los primeros censos que se podrían considerar orientados en forma moderna, se levantaron en los países escandinavos y en los Estados Unidos de América, en el siglo XVIII. Posteriormente, sobre todo en las postrimerías del siglo XIX ya se había generalizado dicha práctica a varios países, hasta culminar en el esfuerzo colectivo realizado a mediados del presente siglo, ya que durante el período 1945-1954 levantaron sus censos de población no menos de 150 países y algunos de ellos lo hacían por primera vez. Posteriormente se ha ampliado el campo con el desarrollo de nuevas metodologías que permiten investigar, a través del censo, niveles de fecundidad y mortalidad, lo cual ha sido de gran ventaja para aquellos países que carecían –o aún carecen– de un sistema adecuado de estadísticas vitales.

Aunque ya se señaló la importancia y utilidad de los censos, se reconoce que la finalidad fundamental de un censo –que en cierta forma es una reafirmación de su función original– es la de “suministrar estadística esencial para la formulación de la política gubernamental y para otros fines administrativos”, como cuando se refiere a la formulación de legislación y políticas de desarrollo económico y social, empleo, vivienda, salud pública y bienestar social, migración y otros campos más que son de responsabilidad de los gobiernos, y para las cuales es necesario contar con información, lo más exacta posible, sobre los efectivos de población, de acuerdo con sus diferentes características (sexo, edad, estado civil, nivel cultural, situación económica, etc.), y sus respectivas condiciones de vida.

Hay dos aspectos, de orden político, que conviene hacer resaltar. Uno de ellos es la utilidad de las cifras censales de población, por áreas menores, que puedan ser utilizadas para que las autoridades centrales o el organismo que corresponda haga las asignaciones de fondos y otros recursos a las respectivas poblaciones, para lo cual generalmente se basan en el número de habitantes y algunas características especifícas de los mismos. La otra aplicación se refiere a que, por lo general, el sistema electoral de un país, así como algunos aspectos relacionados con el estatuto jurídico o administrativo de los departamentos, provincias, ciudades, localidades, etc., se basan en los recuentos de población. A menudo la representación en el congreso o asamblea nacional se hace con base en un representante por cada cierto número de habitantes residentes o fracción del mismo, en otros la población de áreas menores puede ser integrada para formar distritos electorales. La realización de censos periódicos permite revisar, no sólo la magnitud de las diversas divisiones político-administrativas del país, sino también sus tendencias al crecimiento –o decrecimiento en su caso– y a los cambios que se operan por incorporación o anexión de áreas vecinas, una de las formas en que crecen las ciudades grandes y las áreas metropolitanas.

La información rendida por uno o más censos, y su combinación con las estadísticas vitales, permite, bajo suposiciones plausibles, proyectar el monto de la población clasificada por sexo y edad –y posiblemente otras características como urbano-rural– para años futuros. Estas proyecciones de población son de mucha utilidad para examinar las implicaciones del crecimiento poblacional, según diversos niveles de las variables demográficas que entran en juego: fecundidad, mortalidad y migración.

VI. Omisión censal

Aún cuando al planificar y ejecutar un censo se trata de cumplir con los requerimientos que fueron señalados al principio, lo cual llevaría a un recuento completo de la población, se sabe que es difícil obtener una cobertura total, y que por ello, todos los censos muestran un mayor o menor grado de cabalidad. La diferencia entre la población realmente enumerada y la existente constituye la “omisión censal” que, en algunos casos, puede ser de cierta consideración sobre todo en ciertos grupos de edad (menores de un año por ejemplo) o en grupos de menor nivel cultural (por ejemplo ciertos, grupos étnicos, población dispersa, etc.). Con el fin de cuantificar esta misión, algunos países realizan una enumeración postcensal, por muestreo, no sólo para obtener dicha medida sino también para juzgar la calidad de la información recolectada. Cuando no es posible hacer la enumeración, se pueden utilizar métodos demográficos que combinen los resultados de censos anteriores y de las estadísticas vitales del período intercensal, con el fin de compatibilizar la información y así obtener una estimación de la omisión censal. Por lo general, las tabulaciones que presentan las oficinas censales se basan en la población realmente enumerada; pero para otros fines de análisis y, sobre todo para la elaboración de proyecciones, se utilizan las cifras corregidas por omisión.

Por la importancia que tienen las cifras de un censo y por las repercusiones que las mismas puedan tener, se acostumbra que el Congreso u otro organismo similar le dé una aprobación oficial a las cifras. Si se usan las cifras iniciales o las corregidas, dependerá del país.

Vocablos de referencia:

Estadísticas electorales

Registro electoral